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“Doctrina Larrañaga” versus “doctrina FA”

¿Quién tiene la “culpa” de que haya delincuentes? ¿Tiene el Frente Amplio derecho para hablar sobre seguridad? ¿Tiene autoridad y legitimidad para criticar?
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17 de enero de 2024 a las 05:00

Hay pocos asuntos donde la gestión y la ideología estén tan conectados como es la seguridad pública.

Sucede que es de los primeros problemas que enfrentó el hombre en comunidad y por eso nació el Estado.

Los contractualistas dieron el fundamento filosófico a su formación precisamente para salir del estado de guerra, del estado de naturaleza y evitar al hombre como lobo del hombre. Y es la base para el poder de autoridad del Estado.

Antropológicamente, la desviación, el ataque a los otros miembros de la especie siempre tuvo respuesta. Desde la venganza en la prexistencia de la sociedad organizada, pasando por las distintas corrientes que fundamentan la pena, desde el retribucionismo hasta la prevención. Todas esas posturas han tenido las consecuentes políticas criminales: el welfarismo penal, la teoría de las ventanas rotas o las políticas de mano dura.

Además del pragmatismo que toda política de gestión conlleva a fuerza de las realidades puntuales, es ideológico por cómo hace valer algunos conceptos que son los que están en juego tras el problema de la seguridad: la libertad, la integridad; en definitiva, los derechos y los límites; y cómo se ejerce -o no- la autoridad.

Es ideológico por cómo combatimos el delito. Y es ideológico por cómo explicamos el delito. Así encontramos todas las corrientes sociológicas que lo explican. Desde la anomia con Durkheim y Parsons hasta la teoría de las subculturas.

Larrañaga no tenía una visión romántica del delincuente. Para él, el delincuente no era un héroe que se rebelaba contra el sistema opresor. ¿Para alguien sí? Sí, para algunos sí. De hecho, durante una interpelación que la Cámara de Representantes le realizó al entonces Ministro Heber en 2021, una Diputada del FA sostuvo: “Creo que Althusser tenía razón, estaba en lo correcto cuando decía que el sistema penal es parte de una superestructura que tiene a cargo reproducir relaciones de clase y perpetuar determinadas geografías del poder. O sea, eso significa que el sistema penal es un ámbito de legitimación ideológica y es por eso que adentro de las cárceles hay, en su gran mayoría, una clase social y que los delitos por los que se pasa a la privación de libertad, en general, son delitos de supervivencia. Esos delitos son los que se penan adentro de las cárceles, y otros delitos, que tienen una incidencia muy importante en nuestro país no se penan adentro de las cárceles. Entonces, lo que quiero decir con esto es que nadie justifica los actos delictivos; se trata de comprender que organizamos la sociedad de una forma en la que hay una clase social que es castigada porque se entiende que esa clase tiene sobrantes, son muchos, es una gran mayoría, ¿no?”

“Delitos de sobrevivencia”, “una clase social que es castigada”. Ese es el ejemplo de la visión que dominó la gestión de seguridad del Frente Amplio.

El periodista y ensayista francés Hervé Algalarrrondo explica en sus obras que esta posición indulgente de la izquierda con el delito tiene sus raíces en la visión de Foucault cuando en su obra Vigilar y Castigar decía: “en el fondo, la existencia del delito manifiesta afortunadamente una ‘incompresibilidad de la naturaleza humana’; hay que ver en él, más que una flaqueza o una enfermedad, una energía que se yergue, ‘una protesta resonante de la individualidad humana' que sin duda le da a los ojos de todos su extraño poder de fascinación. ‘Sin el delito que despierta en nosotros multitud de sentimientos adormecidos y de pasiones medio extinguidas, permaneceríamos mucho más tiempo en el desorden, es decir, en la atonía’."

La Administración anterior navegó desde la visión donde la sociedad es culpable por sus delincuentes, y por tanto poco menos que debe soportar al delito (recuérdese que empezaron su gobierno liberando presos) y luego llegaron a la justificación y la excusa, llegaron la resignación.

Los rapiñeros, ladrones, homicidas, narcos, etc, estarían, según esa visión, presos por pobres, por oprimidos que buscan “protestar” frente al “sistema”, serían víctimas.

El 27 de octubre de 2016, en una interpelación al entonces Ministro Bonomi, Larrañaga expresó su visión sobre la política de seguridad del FA: “(tienen) una visión indulgente con el delito. El presidente Vázquez solía repetir en campaña una frase que Tony Blair acuñara en 1993, cuando dijo que había que ser duros con el delito, pero más duros con la causa del delito; Aquí no se ha sido duro con el delito ni con las causas del delito. (…) faltan límites y falta autoridad. Se confunde autoridad con autoritarismo, represión con opresión y creo que aquí hay un enorme problema porque no podemos caer en la trampa de pensar que o se reprime, o se rehabilita, cuando hay que hacer las dos cosas. No pueden faltar esos elementos”.

En esa misma sesión, en una réplica al entonces Ministro Bonomi, Larrañaga sustentaba su visión integral de lucha contra el delito y que luego aplicara siendo él responsable de la seguridad pública: “sé perfectamente que se necesitan políticas sociales integrales para atacar las causas sociales del delito. No me siento ajeno a ello, y estoy de acuerdo con esas políticas” Y le recordaba al FA sus promesas incumplidas: “también, de arranque, en 2005, se dijo que iba a haber rutas de salida y que a los dos años la gente que recibía apoyo iba a tenerlas. Sin embargo, no se han construido; más bien es una noria interminable (…) no hay rutas de salida. No las hay porque, además, las políticas sociales están mal gestionadas. Y lo peor de todo, señora presidenta, es la exclusión cultural, la exclusión de las oportunidades, la exclusión de la educación”.

Cuando Larrañaga en 2020, concurrió al Senado de la República para presentar el Presupuesto, expuso los pilares filosóficos de la nueva gestión: “aplicar la ley, ejerciendo la autoridad, y restablecer el orden y el respeto como base de la convivencia ciudadana pacífica (…)  con respaldo jurídico y material a la policía (…)” y sentenciaba coordenadas innegociables: «para la policía, respeto y respaldo»,; «para los delincuentes, la ley»; y «para la sociedad, un Estado que garantice la convivencia y los derechos». Y recalcaba su visión de la seguridad: “siempre dijimos que lo opuesto a la inseguridad no es la ausencia del crimen sino la convivencia, y ello supone valores, supone integración, supone oportunidades y supone, además, que el Estado debe reasumir su rol protector de los derechos (…) es la vigencia de la ley la que garantiza la paz social y permite el desarrollo pleno de la libertad. Hemos luchado una vida política entera bastante larga para reafirmar estos principios y lo seguiremos haciendo sin dobleces, teniendo cabal conocimiento de la tarea que estamos desarrollando y de la responsabilidad que tenemos”.

Después de muchas décadas, un gobierno -este gobierno- impuso una nueva visión sobre la seguridad, con el liderazgo del Presidente Luis Lacalle Pou y con la impecable ejecución del Ministro Jorge Larrañaga, quien logró revertir la tendencia al alza de los delitos. Logró bajar delitos y logró vencer el “no se puede” con el delito.

Hay que decirlo claro: esta Administración logró por tanto lo que no se obtenía durante décadas: bajar los delitos. Quedan cosas por mejorar y nunca es suficiente cuando se trata de generar condiciones de convivencia pacífica. Pero se mejoró.

En 2004 hubo 200 homicidios, 7.000 rapiñas y 98.409 hurtos. Tras 15 años, el FA entregó el gobierno con 393 homicidios (o sea con un incremento de 96,5%, -según los datos de Fiscalía fueron 402 los homicidios-); 30.650 rapiñas (un incremento de 337%) y 134.802 hurtos (un incremento de 36,98%). En 2014 habían prometido bajar 30% las rapiñas, o sea bajar 6.000 y entregar el gobierno con 14.000, fracasaron y lo entregaron como ya vimos con más de 30.000.

Entonces ¿tiene derecho el FA a opinar? Por supuesto que sí. ¿Tiene legitimidad para criticar? Los datos parecen indicar que sin una previa y significativa autocrítica, que esté de acuerdo a la dimensión del colosal y estrepitoso fracaso, no tendría autoridad suficiente para abordar críticamente el tema, porque quien los escucha criticar podría pensar que les fue bien.

Larrañaga fue el arquetipo del líder protector, con don de mando se consustanció con la función, y entendió desde el primer policía hasta el último. Cuando asumió, en su discurso además de comprometer respaldo para la policía, implacable aplicación de la ley para los delincuentes y convivencia para la ciudadanía, asumió otro compromiso: para nosotros: compromiso absoluto, dedicación total, para llevar adelante la defensa de la libertad en el orden”. Larrañaga seguirá estando porque su impronta es la que perdura de la mano de los principios de la doctrina que inspiró.

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