Javier Milei, durante su participación en el Foro de Davos.

Impacto Global > Por Fernando Pedrosa (*)

Ecos de Davos: ¿Cuándo van a dejar de subestimar a Milei?

El discurso del presidente argentino en el Foro Económico despierta elogios y críticas, pero recoge un debate de ideas que crece a nivel global.
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22 de enero de 2024 a las 08:47

El discurso del presidente Javier Milei en el foro de Davos pudo generar muchos efectos, pero pasar desapercibido no fue uno de ellos. Las repercusiones fueron importantes a nivel internacional, sobre todo, en Europa y en Estados Unidos.

Por supuesto, la mitad se manifestó a favor y otra la mitad criticándolo duramente. 

Las palabras del presidente argentino también fueron centro del debate político en los medios de comunicación, en las redes, en los programas periodísticos y entre la dirigencia política argentina.

Los seguidores del Presidente celebraron su discurso acriticamente y quienes se oponen a él, del mismo modo, lo descalificaron. La crítica que prevaleció en el país estuvo dirigida más a la persona y al estilo de Milei que muchos caricaturizaron como adolescente, desubicado, anacrónico, y señalando una aparente incomprensión del contexto de su discurso y la audiencia que lo escuchaba. 

El presidente posteó esta nota en su cuenta de X

 

Viendo el tipo de críticas que la mayor parte de los opositores realizan habitualmente al presidente argentino la pregunta que queda flotando es: ¿Cuándo van a dejar de subestimar a Milei?

Esto no significa estar de acuerdo con él, con sus ideas, con el DNU ni con la ley ómnibus. Implica concederle que es un sujeto político que llegó a la presidencia respondiendo a estrategias innovadoras y consiguiendo resultados inéditos para la historia de la Argentina (y no por el favor de un pueblo equivocado o un azar del destino).

En este punto, una gran parte de la política tradicional, extendida a las corporaciones que esta última semana desfilaron en el Congreso tratando de defender sus intereses y privilegios, critican al presidente cual viejos aristócratas lo hacían con los “nuevos ricos”. 

Por su aspecto, por sus gestos, por sus formas excéntricas, y al mismo tiempo, tratándolo como si fuera una moda efímera, que el natural orden de las cosas pondrá en su lugar, más temprano que tarde. 

Sin embargo, el discurso de Milei no estuvo desubicado con respecto a su audiencia y tampoco fuera de contexto.

Primero porque no era un congreso internacional de filosofía de la Universidad de Harvard, por lo tanto, no requería más allá de ideas superficiales pero expresadas con contundencia. 

En segundo lugar, porque Milei no es una aparición extraordinaria en el mundo. Por el contrario, su discurso se entronca con debates muy intensos y actuales que se dan, por ejemplo, con Trump en Estados Unidos, con Meloni en Italia, con Orban en Hungría, con Vox en España, con Cabildo Abierto en Uruguay, con Bolsonaro en Brasil y con Kast en Chile, entre otros.

Entonces, más allá que se pueda disentir o apoyar, discutir o criticar los elementos que contienen el discurso de Milei, sus palabras e ideas encajan en el clima de ideas de esta época. 

Lo que no encaja, y a esta altura no es realista, es que Milei se convierta en una versión de Sandra Bullock en Miss Simpatía, apelando a la paz, el medio ambiente, y el hambre del mundo. 

Tampoco era esperable que se vuelque al debate argentino de los últimos 20 años, con referencias a la dictadura, la democracia, el juicio a las juntas, Perón y las Malvinas. Por otra parte, ese es el tipo de discurso que está avejentado, tanto como quienes aún lo consumen y pretenden su vigencia.

Argentina es impredecible, pero es posible pensar que el sentimiento “anti casta” no sea una moda pasajera. 

Viéndolo en un plazo más largo, el primer aviso fue el voto a Mauricio Macri, entonces un relativo outsider con mala relación con muchos de los grupos tradicionales de las corporaciones políticas.

La mayoría de los votantes pudo decir algo así como “vamos a poner acá a alguien diferente, que no pertenece al corazón de la corporación política y que ella misma lo ve con suma molestia y aprehensión”. Luego Macri no pudo, no supo o no quiso seguir un camino reformista como el que se esperaba de él y quedó fuera de juego. 

Pasado el desgobierno de Alberto Fernández, el voto popular optó por reafirmar ese camino de 2015 y, además, radicalizarlo. “Si Macri no funcionó, entonces vamos a votar ahora a alguien aún más outsider, refractario desde su estética, sus ideas y su comportamiento a todas las cuestiones sagradas que sostuvo la corporación política en los últimos 40 años”. 

Y, a pesar de su reiteración y éxito, este camino aún resulta indescifrable para una gran parte a las elites tradicionales, tanto como lo fue el discurso de Davos. 

Lo cierto es que ahí está Javier Milei en la presidencia y nadie puede anticipar cuál será el futuro de su gestión. 

Sin embargo, no está fuera del menú de opciones tratar de pensar quépasaría si este intento fracasa, ¿cuál será el próximo paso de una sociedad desencantada con sus liderazgos tradicionales y dispuesta a castigarlos cada vez más radicalmente?

 

* Fernando Pedrosa es Profesor e Investigador de la Facultad de Ciencias Sociales (Universidad de Buenos Aires).

 

 

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