“Pequeño productor arruinado se ofrece de peón común para inversor extranjero”, citaba un cartel en la movilización en la que se le reclamaron soluciones al gobierno.

Agro > A 20 años de la crisis

El agro y el trancazo de 2002: caballos y tractores a Montevideo

Así vivió el sector agropecuario el año 2002, en el que se suscitó la crisis económica
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31 de julio de 2022 a las 05:00

En abril de 2002 productores llegaron a caballo y en tractores a Montevideo, en reclamo por políticas que mejoraran la competitividad del sector rural, por desdolarizar la economía y suspender las ejecuciones de productores que no podían cumplir con sus obligaciones financieras (en julio de ese año había 300 productores de las categorías 3, 4 y 5 del Banco Central del Uruguay que adeudaban cerca de US$ 40 millones en la banca privada).

“No vamos a aflojar hasta que podamos sensibilizar al gobierno”, dijo Miguel Ángel Mariño, productor ganadero, a El Observador durante aquella movida.

Cerca de 100 mil personas participaron de la movilización organizada por gremiales del agro y el PIT-CNT, que pasó por el Palacio Legislativo y se concentró en el obelisco.

Productores rurales y trabajadores agremiados al PIT-CNT se movilizaron en abri del 2002 para reclamarle al gobierno soluciones económicas.

Tras la fiebre aftosa, crisis

En 2001 el sector ganadero sufrió la muerte de decenas de miles de reses por la fiebre aftosa, pérdidas económicas estimadas en el sector por US$ 730 millones y la afectación de la fuente laboral de más de 10 mil personas.

Fernando Indarte, director de Indarte & Cía, recordó que Uruguay pasó de ser una “isla sanitaria”, libre de fiebre aftosa sin vacunación, a tener un negocio ganadero que “quedó en cero”.

De eso no me olvido más, la aftosa fue como el covid que le pegó a nuestro negocio. Algo inédito que ojalá nunca más tengamos que vivir”, comentó.

En 2002 los negocios ganaderos se retomaron, aunque con precios deprimidos. Un informe del Instituto Plan Agropecuario de ese año mostró una caída del precio del ganado de entre 14 y 29% tras el brote de fiebre aftosa, y un descenso de la rentabilidad de las empresas ganaderas del 60%.

El endeudamiento del agro en ese entonces correspondía al 80% del producto bruto generado por el sector, según datos de la División Agropecuaria del Banco República cerrados en abril.

Caricatura publicada en El Observador.

 

El 2002 fue muy difícil, veníamos de un año muy difícil por la aftosa, que nos dejó sin mercados por más de seis meses. Para los productores el efecto de la gran crisis de la aftosa fue un preámbulo de la crisis económica, una de las más importantes que Uruguay sufrió en su historia. Por suerte se salió y hubo un gobierno que manejó muy  responsablemente la situación


Fernando Mattos
Ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca

En medio de la crisis económica, existía un discurso generalizado y una sensación de que el sector agropecuario se podría beneficiar por las medidas tomadas por el gobierno, dado que los exportadores, al ganar en dólares, obtenían más pesos en el cambio.

No obstante, en un informe del 19 de julio, 11 días antes del feriado bancario de 2002, el técnico del Plan Agropecuario, Alberto Rosso, explicó en El Observador que si bien el agro vendía en dólares y gastaba en pesos, la mayoría de los costos productivos estaban dolarizados, al igual que las deudas, y eso –sumado al precio de los ganados– influía en las cuentas de las empresas.

La industria frigorífica fue una de las que sintió los efectos de la devaluación. En agosto el Frigorífico Canelones –una de las principales exportadoras en ese entonces– detuvo la faena y envió al seguro de paro a 700 trabajadores, por “la imposibilidad de operar en el mercado internacional” y las dificultades de abastecer a la plaza local por la volatilidad del dólar, dijo en ese momento el director del frigorífico, Daniel Belerati.

Sostuvo que el mercado local era “una lotería”, porque “hoy el dólar tiene un valor, mañana tiene otro muy diferente, y así no se puede trabajar”.

El 9 de agosto de ese año el mercado de haciendas “se paralizó”, tituló El Observador, por la falta de financiación bancaria que impedía el funcionamiento de las ferias ganaderas.

Si bien el 50% de los negocios operaban al contado, hacía falta una herramienta financiera para que no se concentraran todos los negocios en pagos al contado, lo que deterioraría los precios, explicó en aquel momento Gerardo Zambrano, director de Zambrano & Cía.

Los bancos Comercial, La Caja Obrera y Banco de Crédito –suspendidos– tenían a cargo la financiación del 90% de la compraventa de haciendas en ferias y remates ganaderos, según uno de los informes elaborados por El Observador.

“El agro es uno de los motores a encender para el despegue del país. El crédito, sin embargo, es el combustible que lo mantendrá dentro del hangar habiendo buen tiempo para volar”, sostuvo entonces Pablo Carrasco en una columna de opinión en el suplemento Agro.

A fin de aquel 2002 el mercado ganadero se revitalizó, la faena aumentó y el mercado comenzó a responder tras la apertura del mercado canadiense que demandaba carne uruguaya.

Caricatura publicada en El Observador.

La crisis de sintió en la Expo Prado

Los impactos de la crisis de 2002 no escaparon a la Expo Prado. En la edición N° 97 de la muestra organizada por la Asociación Rural del Uruguay (ARU) faltaron los principales bancos que tradicionalmente financian la compraventa de reproductores, maquinaria, insumos y otras necesidades de los productores.

Además, en la comercialización de animales el monto invertido descendió casi un 30%, comparado con 2001.

Otro viento que azotó a la granja

Así como semanas atrás una turbonada afectó a los granjeros de Paysandú, 20 años antes un tornado en Canelones y San José azotó al sector, dejando pérdidas cercanas a los US$ 3 millones.

En total 2.000 granjeros sufrieron daños a su producción e infraestructura en esa tormenta que sucedió en marzo, la segunda en poco tiempo que le pegaba al sector, ya que en octubre de 2001 una fuerte granizada había dejado pérdidas por otros US$ 2 millones.

Tras el tornado, varias reuniones entre el gobierno y gremiales agropecuarias y discusiones parlamentarias, se creó el Fondo de Reconstrucción y Fomento de la Granja, con dinero proveniente del IVA de 14% a la comercialización de flores, frutas y hortalizas. El fondo tenía una capacidad anual de US$ 2 millones para cubrir hasta el 60% de los daños, con indemnizaciones que iban de acuerdo a franjas establecidas por los montos de las pérdidas.

Nicolás Chiesa, productor hortícola y hoy titular de la Dirección General de la Granja (Digegra) del Ministerio de Ganadería y Pesca (MGAP), recordó que para crear ese fondo, en un año en que se “dieron las siete plagas” para la granja, se trabajó con “una ingeniería brillante”.

En ese entonces producía y estudiaba en la universidad y para él “fue nefasto, porque se arrasó con la granja”. Según recordó, nunca antes había pasado que cultivos de manzana quedaran “acostados” por el viento.

Por los daños, en predios agrícolas y también en campos donde se criaban aves, “había una desidia grande en el sector y un desánimo fuerte”.

Escenario agrícola mixto

En el sector agrícola, el clima afectó a los cultivos ese año. Por el hongo fusarium y un exceso de lluvias se perdió el 70% de la cosecha de trigo. El Banco de Seguros del Estado (BSE) ofreció en febrero una compensación graciable equivalente al 50% de la cobertura por los daños por lluvias, pero no por afecciones del hongo.

El arroz, por su parte, también sufrió. Por fuertes vientos se perdieron 6.000 hectáreas sembradas en Rocha y 4.000 quedaron bajo agua tras una tormenta, además año hubo una fuerte caída de productores, de 738 el año anterior, pasaron a ser 260.

No todo fueron malas noticias ese año. Los rendimientos de maíz y sorgo fueron récord en esa zafra (4.600 kilos y 4.400 kilos, respectivamente). Y los cultivos de oleaginosas tuvieron un fuerte crecimiento, con un rinde 25% mayor al de la campaña anterior en el caso de la soja.

Jorge Andrés Rodríguez, presidente de la Asociación Rural de Soriano, recordó que ese año fue difícil porque “nada valía nada”. Según dijo, “el girasol, que era el único cultivo que valía”, tuvo una dificultad enorme por un hongo que lo afectó.

41% cayó la venta de tractores durante 2002, dada la comercialización de 66 unidades contra las 112 colocadas durante 2001, con base en un informe elaborado por El Observador. Esa venta de 66 tractores fue el registro más bajo considerando los 28 años anteriores a ese.

Cordero más caro que el novillo

Rodríguez agregó que el rubro ovino también se vio afectado por la crisis, porque en el mercado los precios eran muy bajos –pese a que el ovino valía más que el vacuno–. Destacó que ese año el cordero valía más que el novillo gordo (US$ 0,65 por kilo frente a US$ 0,52 respectivamente en diciembre). “Valía más, pero era muy poca plata”, comentó.

El productor indicó que en la ganadería uruguaya “la aftosa fue un golpe muy duro que afectó mucho a las empresas, y que se empezó a absorber en 2002”.

En 2002 el stock ovino alcanzó los niveles más bajos registrados hasta el momento. Según datos del Instituto Nacional de Carnes (INAC), ese año había 10,9 millones de cabezas.

La faena ovina se daba en la poszafra del vacuno, pero, según recordó Rodríguez, en ese entonces no había “una industria especializada en el ovino”, y muchas veces sucedía que “tenías los corderos prontos para embarcar y no te los cargaban, porque si había faena vacuna te ponían en segundo lugar”.

Ese año, en otro aspecto que escapó a la negatividad general, Brasil autorizó el ingreso de carne ovina con hueso desde Uruguay a partir del operativo Cordero Pesado, del Secretariado Uruguayo de la Lana (SUL).

El 9 de agosto de ese año el mercado de haciendas “se paralizó”.

Tambos rotos y un precio nuevo

El tornado que afectó a la granja también le pegó a los tamberos. Cincuenta predios fueron afectados en Canelones y San José y sus daños y pérdidas económicas se sumaron a la difícil situación que vivían varios productores tras la fiebre aftosa –y por la que el gobierno ofreció una indemnización de entre US$ 700 mil y US$ 1 millón para tamberos, dado que el sector tuvo pérdidas de 2.031.574 millones de litros de leche que no fueron remitidos a las plantas por motivo de la adversidad sanitaria.

En 2002, además, los productores que avizoraron “un invierno de vacas flacas” le pidieron al gobierno una prórroga para pagar el bono Cupón Cero, dado que se veía como “imposible” el cumplimiento de las obligaciones financieras, según la cobertura periodística de ese entonces.

En ese momento, Ramón Fernández, integrante de la Asociación Nacional de Productores de Leche (ANPL), contó a El Observador que desde la gremial le plantearon al ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, Gonzalo González, que hubiera “un respiro para el productor”.

“Hay que afrontar un invierno muy duro, y si no se toman medidas muy prono esto va a repercutir en las producciones futuras”, sostuvo el productor.

Además, ese año los tamberos pidieron un aumento en el precio de la leche al consumidor, la corrección que solicitaban era de $ 0,50.

En ese entonces un litro de leche costaba $ 6,50, y lo que se le pagaba a cada tambero por litro remitido era US$ 0,01. En agosto el gobierno anunció un aumento del 25% en el precio de la leche, que pasó a costar $ 8 el litro en los comercios. Además, se planteó que, de ese aumento, los tamberos recibirían una parte y el resto iría para un fondo para mejoras y pago de deudas.

En 1998 tuvimos la debacle producto de la devaluación de Brasil, después vino la aftosa y la crisis financiera. El 2002 fue terrible. Vendimos muchas vacas para sobrevivir y teníamos a una sola persona trabajando, porque la despedí y no sabía a dónde ir. Espalda con espalda fuimos saliendo adelante. Ese invierno fue terrible, lo tengo como una de las época más duras del tambo

Justino Zavala
Directivo de la Agremiación de Tamberos de Canelones

El año terminó con el anuncio de otra movilización. En noviembre, y en reclamo por soluciones para el endeudamiento del agro y falta de acuerdo entre las gremiales agropecuarias y el Poder Ejecutivo, los productores anunciaron que de no haber acuerdo se paralizaría el envío de haciendas a frigoríficos por hasta 15 días.

Una alternativa que se presentó para cancelar deudas con el Banco República fue la compra de títulos públicos. Y en noviembre se estimaron US$ 250 millones de deuda cancelados de esta forma.

Caricatura publicada en El Observador.

Estaba trabajando en Montevideo, no producía aún pero sí viví esa angustia por la situación financiera junto a mi padre, por el endeudamiento y las negociaciones. Él estaba frente a la empresa agropecuaria, y lo acompañé mucho en esa búsqueda desesperada de herramientas para poder salir adelante  y tener oxígeno para sortear aquella situación como productores familiares

Fernanda Maldonado 
Directora general del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca

 

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