En Suecia los sábados son dulces. Literalmente: es el día en el que puedes comerte todos los confites que se te antojen, siguiendo una tradición cuyo nombre es Lördagsgodis.
Ese día, se ve a niños y adultos alegremente escogiendo sus favoritos en las godisvägg (paredes de dulces) que hay en los supermercados o en tiendas especializadas.
Y, aunque ahora también puedes ver suecos optando por los naturgodis (literalmente, "dulces naturales": nueces, bayas y frutas secas), Suecia sigue entre las naciones que consumen más dulces en el mundo.
Lördag es el nombre sueco para el sábado, que viene del antiguo nombre nórdico laugardagr, que significa "día de baño".
Se dice que los vikingos se bañaban una vez a la semana, más a menudo que la mayoría de las personas en su época.
Godis significa "dulces", y es la abreviación del término godsaker, en español "cosas buenas/sabrosas".
Pero como muchas otras tradiciones alegres, el origen del Lördagsgodis es oscuro.
En 1945, el menú de las comidas diarias cambió en un hospital estatal para "deficientes intelectuales ineducables" de las afueras de Lund, una pequeña ciudad universitaria del sur del país.
Cientos de pacientes recibieron grandes cantidades de dulces, caramelos, chocolates, tofes y panes.
Si saberlo, eran parte de una de las primeras investigaciones científicas financiadas con dinero público de la historia.
Su resultado ha sido descrito como "una de las contribuciones más importantes en toda la literatura dental" ("Azúcares, ¿el archicriminal?", Escuela de Odontología de la Universidad de Indiana, EE.UU.).
Y también como una transgresión ética, que ha sido tema recurrente de análisis retrospectivo en Suecia.
Todo empezó porque las caries dentales se habían convertido en un problema de salud generalizado entre la población sueca, tanto que para la década de 1930, estaban presentes en el 83% de los dientes de los niños y en más del 99% de los reclutas del ejército, una cifra comparable a la que se registraba en la población general.
Pero, ¿por qué era tan prevalente esa enfermedad? En ese entonces, la causa era un enigma.
Había varios sospechosos: desde el vino hasta la comida caliente, pasando por la masturbación.
Los científicos señalaban a la falta de vitaminas o el exceso de carbohidratos. Varios estudios observacionales habían sugerido un vínculo entre la dieta y la formación de caries, pero no había pruebas científicas definitivas.
Entre tanto, las autoridades municipales, responsables por ley de proveer cuidado dental a los ciudadanos, estaban desesperadas pues no había suficientes dentistas.
Lo ideal, como con todas las dolencias médicas, era encontrar la forma de prevenir las caries, pero para ello era imperativo develar el misterio.
Con eso en mente, el gobierno le encargó al Servicio Dental Público y al Consejo Médico que establecieran un equipo interdisciplinario para hacer una investigación, idealmente con humanos.
Pero, ¿dónde?
Se necesitaba un grupo de sujetos que siguiera un régimen al pie de la letra, en un ambiente totalmente controlado... como los que había en las instituciones para enfermos mentales que estaban bajo la jurisdicción del Estado.
El lúgubre Hospital Vipeholm era la más grande de ellas.
Sus pacientes no tenían poder de decisión: muchos ni siquiera se podían vestir solos y otros permanecían atados en sus camas. Y en términos de control, nada entraba o salía del hospital sin permiso pues sus puertas siempre estaban cerradas.
Armados con panes dulces y caramelos confeccionados especialmente para que se pegaran a los dientes y encías, los doctores empezaron el experimento.
Para determinar la relación entre la dieta, la frecuencia de ingesta de azúcar y las caries dentales, 436 pacientes fueron divididos en 6 grupos -dos de ellos separados por género- más uno de control.
Durante el denominado Estudio de Carbohidrato I (1947-49), el azúcar era administrado en una solución, para que la retención fuera baja, o en caramelos pegajosos, en las comidas o entre comidas.
En el Estudio de Carbohidrato II (1949-51), la cantidad y el tipo de dulces era similar a los que consumían los niños de Lund.
Antes de esas dos fases, habían incluido vitaminas A, B, C, D y fluoruro, para determinar si ofrecían alguna protección contra las caries, pero eso no se pudo demostrar así que en 1947 ese aspecto de la investigación fue abandonado.
Eso no fue lo único que cambió ese año.
El estudio en Vipeholm había empezado antes de la promulgación del Código de Núremberg, que recogió consideraciones éticas para la experimentación humana, más tarde incorporadas a la Declaración de Helsinki.
El Código de Núremberg resultó de los juicios realizados después de la Segunda Guerra Mundial, en los que acusados como Josef Mengele -quien llevó a cabo experimentos inhumanos con presos en los campos de concentración nazi- argumentaron que sus estudios no era muy distintos a los que se hacían antes de la guerra.
Por eso, en 1947 el Código enfatizó, entre otras cosas, que los participantes en una investigación debían dar consentimiento voluntario e informado sin coacción y que la investigación no debía hacerse si existía una razón a priori para suponer que podía perjudicar a los sujetos.
Los pacientes de Vipeholm no habían dado ese consentimiento, no sólo porque no habían recibido información precisa y equilibrada para poder elegir autónoma y voluntariamente participar, sino porque no tenían la capacidad de darlo.
Por otro lado, se sabía a priori que era altamente probable que los dientes de los sujetos se deterioraran.
A pesar de esto, el estudio en Vipeholm continuó. Y las empresas privadas se involucraron, donando grandes sumas de dinero y toneladas de chocolates y dulces para las pruebas.
En 1953, aunque otros experimentos continuaban en el hospital, los resultados fueron publicados.
Entre varias conclusiones, las principales fueron:
Otras aclaraban que:
Las revelaciones, por importantes y necesarias que fueran, no cegaron a los muchos críticos del estudio.
Hubo científicos que afirmaron que la evidencia había sido "comprada" por las industrias de la confitería y el azúcar.
Al enterarse del uso de discapacitados mentales en los experimentos científicos, los medios de comunicación los denunciaron como inhumanos y provocó la indignación nacional.
Aturdido, el Parlamento sueco introdujo un proyecto de ley exigiendo que se negaran nuevas subvenciones para el proyecto.
El gobierno decidió que a partir del 1º de julio de 1955 los pacientes del Hospital Vipeholm no podían utilizarse como sujetos de investigación.
No obstante, los investigadores habían seguido una metodología científica rigurosa y controlada para evitar sesgos, así que pudieron defender el estudio ante el gobierno y el público en general.
Los resultados se incorporaron a una importante estrategia de salud pública en 1957, respaldada por una exitosa campaña de salud oral preventiva animando a los suecos a cepillarse los dientes y comer menos dulces.
Así nació el "Lördagsgodis".
En vez de una prohibición, las autoridades optaron por el mensaje: "¡Todos los dulces que quieras, pero sólo una vez a la semana!".
Y la idea de que lo mejor para los dientes era limitar la ingesta de azúcar a un día, en lugar de pequeñas cantidades distribuidas a lo largo de la semana funcionó: aunque los suecos -chicos y grandes- se deleitan con grandes cantidades de dulzuras los sábados, tienen uno de los niveles más altos de salud dental del mundo.
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