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El año del buey

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05 de marzo de 2021 a las 21:51

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En la milenaria cultura china el buey representa la confianza, la fortaleza y el trabajo que trae prosperidad a las personas y a los pueblos. Para los chinos el 2021 es el año del buey y coincide con el segundo del gobierno de Luis Lacalle Pou en Uruguay.

El 2020 fue un año impensado: difícil de diseñar de haber sido posible. La historia ya por repetida agota. Lo haremos una vez más: el 1 de marzo asumió un gobierno nuevo, el 13 de marzo aparecieron cuatro casos de coronavirus y como el resto del mundo, el país ingresó en un espiral de emociones, padecimientos y cambios de hábitos jamás pensados.

Nos encerramos, nos volvimos tecnológicos a la fuerza, perdimos ingresos, empleos, tuvimos viva conciencia de que podíamos infectarnos y morir en cualquier momento y, sin embargo, tuvimos que seguir viviendo.

El nuevo elenco de políticos jóvenes para el Uruguay tuvo que demostrar su probidad sin decir agua va. El presidente y su gabinete debió estrenarse en el poder Ejecutivo y actuar rápido y sin errores. La fuerza de los hechos no ameritaba ni demoras ni titubeos.

Fue un gobierno que evaluó muy bien la crisis que lo afectaba y la capitaneó con serenidad y firmeza. Eligió el rumbo de sus convicciones que se resume en el concepto de libertad responsable. Eso fue el 2020.

El 2021 plantea nuevos desafíos que hay que abordar sin perder el tiempo en reparar si el origen se arrastra a los tiempos pre pandémicos. El incremento de la pobreza en tres o cuatro puntos, la marginalidad ascendente potenciada por el parate económico, el empleo y la educación quedan en la cima de las prioridades de un Ejecutivo que -pese a haber dado probadas muestras de manejo económico responsable- tendrá que encararlas de frente y dar respuestas.

La oposición pide más gasto público, más transferencias, más Estado protector. Destinar entre 1 y 2 puntos más del PIB, a decir del senador Mario Bergara. Azucena Arbeleche al frente de Economía está convencida de que el camino de la rigurosidad en el manejo de los números es la mejor vía para poder estar al lado de los uruguayos más afectados. Algo a la postre fundamental para el impulso de la reactivación.

Son tratamientos diferentes para sanar a un paciente enfermo. Mientras, la ciudadanía observa cómo gobierno y oposición mueven sus fichas en el juego democrático de estos tiempos complejos. Es muy pronto para hacer balances definitivos. El invierno será un punto de inflexión.

Otro punto, directamente relacionado con el anterior, tiene que ver con la inserción internacional y la llegada de inversiones. Precisamente la actuación del país en la pandemia y el manejo adecuado de las finanzas públicas abre un escenario promisorio para el posicionamiento positivo del Uruguay en el exterior.

Sea la diplomacia presidencial o desde cancillería, no es sensato dejar pasar la oportunidad histórica que el país creó para salir astuta y agresivamente al mundo como ejemplo de certezas y estabilidad en un continente fangoso. El desempeño del canciller en este aspecto resulta más que fundamental. No asumirlo activamente es muy peligroso. Se aguardan señales en ese rumbo.

Así el gobierno vive el año del buey (2021) y empieza a dejar atrás el 2020 que -volviendo a los chinos- fue el año de la rata, animal cuya principal característica es la capacidad de supervivencia. 

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