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El debate en el estudio: las caras, las molestias y los festejos

Los dos equipos salieron satisfechos entre festejos y abrazos; en el estudio fue todo tensión
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01 de octubre de 2019 a las 23:30

"¡Silencioooo!". La voz sonó fuerte en el estudio. Se escucharon los primeros acordes de la música que indicaba que comenzaría el último bloque e inmediatamente los rictus de los dos candidatos se transformaron. Fue un segundo. Daniel Martínez dibujó una sonrisa y Lacalle Pou se acomodó el pelo con su clásico movimiento de cabeza. Apenas antes el asesor de Martínez, Claudio Invernizzi le había dado un último consejo al oído y el de Lacalle Pou, Nicolás Martínez, le había guiñado el ojo en señal de complicidad. 

Todos en sus puestos. Los dos grupos de asesores ubicados a los costados del estudio volvieron a enfocar sus miradas en sus teléfonos. Twitter, Whatsapp. ¿Qué estaba diciendo la gente? Cada uno centrado en su burbuja de seguidores. El clima que hasta minutos antes era tenso pero controlado se desacomodó en un instante. La cosa no venía sencilla. La organización del debate (¿debate?) había tenido trancazos por todos lados. Requerimientos, protestas, exigencias. Pero el ingreso de periodistas y fotógrafos a las gradas del estudio mayor -recién en el último bloque- incomodó a organizadores y asesores. Se miraban, miraban a las gradas, se volvían a mirar. Las caras suplicaban silencio. Los ruidos de las cámaras -sin flash, por orden estricta de la organización- se escuchaban por momentos más que las voces de los candidatos. 

Era el momento del golpe final. "La desesperación le ganó", dijo Martínez y una mueca de sonrisa se dibujó en la cara de Lacalle Pou, que se aprontó para contestar. "Hechos y no palabras", agregó el candidato frenteamplista y tuvo su rectruco. "Muchas palabras y pocos hechos", respondió el blanco, que en su minuto de oro cerró con un deseo que se transformó en un pedido al electorado. "Me quiero hacer cargo", dijo, y después del saludo final con los conductores terminó el sufrimiento. 

Daniel Martínez primereó en la intención y salió raudo hacia el atril de su contrincante para el saludo final. Una especie de abrazo breve, sin efusividad. Inmediatamente Martínez corrió hacia los suyos, que lo esperaban con abrazos, risas y golpes en la espalda. Un fuerte beso con su esposa, Laura Motta, cerró la ronda. Mientras, el nacionalista fue hacia los periodistas de los medios organizadores que estaban en el estudio y los saludó uno por uno. Alguien advirtió a Martínez que hiciera lo mismo y salió corriendo con los brazos en alto. 

"Chiquilines, gracias por todo. No me saquen fotos de arriba", dijo entre risas Lacalle a los fotógrafos que disparaban sus cámaras desde las gradas, mientras se tapaba la cabeza para evitar que se viera su incipiente calvicie. Los festejos entre los asesores blancos fueron más medidos pero las caras no ocultaban su satisfacción.

Lo habitual. Cada uno se quedó con sus fortalezas y decidió deliberadamente dejar atrás las patinadas. 

"¿Te gustó? ¿Estás en La Huella? Vamos para ahí" dijo a alguien al otro lado de su teléfono el asesor de Martínez y coordinador de campaña, Jorge "Chileno" Rodríguez, con una sonrisa que suele ser su marca registrada y que al final del debate mantenía firme. Y mientras los canales armaban sus salidas en vivo los asesores frentistas aprovecharon el momento para salir rapidamente, aunque no contaban con que un ómnibus de la juventud de la lista 71 de Lacalle Pou estaba ubicado en la puerta, con la música a todo volumen y decenas de banderas. Una vez atravesado el tumulto de jóvenes blancos los acompañantes de Martínez se fueron en sus autos, mientras el candidato salió por el estacionamiento del canal en una camioneta blanca junto a su esposa, saludando a través de las ventanillas cerradas.

La salida de Lacalle Pou estuvo más demorada pero cuando lo hizo los jóvenes que lo esperaban, y que minutos antes se habían sacado fotos y vitoreado a la candidata a la vicepresidencia, Beatriz Argimón, lo rodearon para abrazarlo y hacer decenas de selfies. "La rompiste", le dijo un militante entre los gritos del resto. Lacalle sonrió, le dio la mano a su esposa, entraron en la camioneta y se fueron, al igual que Martínez y Motta, saludando atrás de los vidrios. El debate (¿debate?) ya era historia. 

 

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