El debe de la historia de las artes visuales en Uruguay con las mujeres

Muchos conocen a Petrona Viera y a Maria Freire, varios más a Amalia Nieto y Lacy Duarte; pero la lista –inabarcable– se pierde en el olvido

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19 de octubre de 2019 a las 05:02

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¿Sabía usted que más de 20 años antes del célebre cuadro de los Treinta y Tres Orientales que pintó Juan Manuel Blanes, otra persona lo hizo? Probablemente no, y su autora fue una mujer. Si tuviera que enlistar a los primeros diez artistas visuales uruguayos que se le vienen a la mente, ¿cuántos de esos nombres son femeninos? Si estudia o estudió artes, ¿cuántos de los creadores locales del siglo XX cuya obra se enseña, no son hombres? Las respuestas a todas esas interrogantes, probablemente, terminen en un lugar común: el legado de las artistas uruguayas del siglo pasado brilla por su ausencia en el imaginario colectivo. 

Haga el ejercicio de googlear “artistas visuales uruguayas”. Sí, escriba la nacionalidad en femenino. De los primeros nueve recuadros que le figurarán, solo uno tiene a una mujer, que es Petrona Viera (1895-1960). Recién al buscar “artistas visuales mujeres uruguayas” la lista que se dispone es justa y aparecen nombres como María Freire (1917-2015), Amalia Nieto (1907-2003), Amalia Polleri (1909-1996), Leonilda González (1923- 2017) y Lacy Duarte (1937-2015). 

A principios de 2020 el Museo Nacional de Artes Visuales (MNAV) tendrá una gran muestra individual de Petrona Viera y esta será la apuesta más importante del año de esta institución. Y es que, pese a ser de las artistas locales más destacadas y recordadas y pese a que, el museo tiene 1001 obras de la artista en su acervo (de 6700 que tiene en total), hasta el momento –aunque se mostraron sus xilografías en 2018– jamás se le había realizado una antología.

MNAV
"Recreo"- Petrona Viera. Óleo sobre tela. Alto: 86 Ancho: 90 cm.

Aunque la hija de Feliciano Viera sea muy conocida en Uruguay –más allá del arte, era hija de un presidente, sordomuda y parte de una familia patricia– y su obra es celebrada en el mundo, no es de los primeros nombres que se vienen a la mente del común denominador de uruguayos cuando se piensa en los grandes maestros que dejaron huella. 

Porque sin ser un erudito o un experto conocedor de arte, son muchas las personas que pueden reconocer un Figari, un Blanes, un Torres o a Cúneo y sus lunas. Y la lista sigue. Por supuesto, otros tantos reconocen la obra de Viera o la de Freire. Pero, ¿quién reconoce realmente –y sin dudarlo– un cuadro de Nieto o Andrada? Probablemente, solo aquellos que estudiaron o quienes consumen arte asiduamente. 

MNAV
Composición 17 de julio de María Freire. Acrílico en tela. Alto: 180 Ancho: 136 cm

De las artistas que marcaron la escena de las artes visuales locales, poco se sabe. Principalmente, de aquellas cuyo proceso creativo se enmarcó en los siglos XIX y XX. “De las que llegamos a saber son muy pocas. Sabemos de las que obtuvieron cierto nivel de exposición, pero hay otra cantidad de mujeres cuyas obras se han tirado a la basura cuando murieron. Tenemos una gran tarea pendiente. Es necesaria una investigación a fondo”, expresó la artista visual, directora de arte en cine y docente uruguaya Inés Olmedo.

En ese sentido, Enrique Aguerre dijo que “hay muy poco material” y que de a poquito van investigando. El director del MNAV se frustra cuando piensa en todos los baches que quedan en la historia del arte en materia de género, pero se esperanza y motiva al hablar de todos los avances y todo lo que falta aún por trabajar. 

Resulta que, en la misma institución que dirige Aguerre, las cifras hablan por sí mismas. Desde la inauguración del museo en 1914 pasaron 71 años para que se realizara una exposición individual de una mujer y 10 años más, para que se exhibiera la obra de una uruguaya. Recién en noviembre de 1985 el MNAV tuvo en su grilla a la venezolana nacida en Alemania, Luisa Richter. Y, recién en 1995 se realizó la primera muestra de una mujer local, que fue Amalia Nieto. A la siguiente uruguaya le tocó en 2007.

Entre 1914 y 2019 se realizaron 41 exposiciones individuales de artistas mujeres y 193 de hombres. Desde 1914 hasta 2010 fueron 16 las muestras de mujeres en el MNAV. Desde mediados de 2010 hasta el momento, 25. En menos de 10 años casi que se duplicó la cifra que se había alcanzado entre los 96 años anteriores. Cada año la apuesta es mayor. El 2018 cerró con el mayor número de muestras individuales de artistas uruguayas de su historia. El año 2019 tuvo la particularidad de que llegaron Pablo Picasso, Pedro Figari y José Costigliolo y eso tomó varios meses, pero igualmente el museo tuvo una preciosa muestra de Pau Delgado Iglesias, por ejemplo.  El 2020 será en buena parte un año en clave femenina, porque durante el primer semestre captarán toda la atención Petrona, primero, y Amalia Nieto, después.

También las políticas culturales en materia de género se instalaron con fuerza en la última década y el acceso a becas y fondos se ha democratizado. Pero volviendo al principio de esta nota, los agujeros negros de todo este asunto de las mujeres en las artes visuales en Uruguay son más profundos y oscuros si uno se para en el siglo XX o XIX, que los que puedan existir en la actualidad.

Amalia Nieto- MNAV
"América insólita"- Amalia Nieto. Óleo sobre tela. Alto: 100. Ancho: 130 cm

El origen del origen

“Existe la falsa idea de que la mujer ingresó al mundo del arte después que el hombre”, señaló Aguerre y se remitió al escritor de la antigüedad Plinio el Viejo, que sentenció que la pintura fue una invención femenina. Según la tradición que recogió el naturista, la hija joven del alfarero Butades Sicyonius trazó sobre un muro el contorno de la sombra de la cara del hombre que amaba.

La inquietud y creatividad artística se despertó en las personas sin distinción de género desde tiempos inmemorables. Solo que el tiempo y las estructuras patriarcales que rodearon a hombres y mujeres definieron roles diferenciados con facilidades para unos y trabas para otros. 

“Hay que pensar en cuántas artistas mujeres había en las artes y qué calidad detectaban sus obras sobre finales del XIX y principios del XX en relación a cómo tenían acceso a la pintura”, indicó Aguerre y cuestionó: “¿Cómo se formaban?, ¿tenían realmente la posibilidad de estudiar?, ¿quiénes eran los maestros?, ¿había maestras en pintura y escultura? Después, ¿las galerías compraban obras de mujeres?, ¿tenían ingreso al mercado?”.

Por otro lado, ¿una mujer podía dedicarse de lleno al arte y vivir de eso sobre fines del siglo XIX o principios del XX? Probablemente en su enorme mayoría, no. Porque el cuidado de la familia y la crianza de los hijos no podían delegarse así como si nada. Tampoco estaba bien visto que una“señorita” o “señora” se metieran en menjunje de la vida bohemia. Petrona, explicó Aguerre, fue un caso particular porque era parte de una familia patricia y toleraban más que fuera artista por tener una discapacidad.

Gerardo Ruiz, docente y directivo del Círculo de Bellas Artes, contó que existen varios registros de mujeres del siglo pasado que estudiaron en la institución. Aunque muchas fueron dejando de realizar trabajos de repente. Quizá eso se pueda relacionar –y nunca se sabrá a ciencia exacta– con que algunas de ellas a determinada edad estaban predestinadas al cuidado de los hijos. Sobre este punto, Olmedo dijo que muchas “tuvieron dificultades en desarrollar una obra consistente y grande por motivos familiares, pese a tener la vocación”.

Archivo Círculo de Bellas Artes

De todas formas, la artista remarcó que la dificultad para las mujeres en desarrollar la vocación artística sigue vigente, porque en todo lo que refiere a la maternidad, existen muchas exigencias que hace 20 años no se manifestaban de igual forma. “Siempre es menos confiable una mujer a los ojos de lo comercial y de las apuestas que pueda hacer un museo, porque se considera que somos menos consecuentes con la producción artística y la productividad. Todo es parte de un círculo bastante perverso”, reflexionó. 

Tanto Olmedo –que es docente en la Universidad Católica y la Escuela Nacional de Bellas Artes–  como Ruiz coinciden en que actualmente el número de alumnas de arte supera al de alumnos. El año pasado la escuela tuvo el primer taller a cargo de una docente mujer (más allá de que docentes hay varias) y en el círculo, hoy, son más mujeres que hombres las que dan clases. Pero este mapa se trazó sobre las últimas décadas.

El Círculo se fundó en 1905 y las primeras fotos de alumnos de esta institución datan de 1907. En aquel entonces, la cantidad de alumnas, aunque era importante para la época, consistía en una minoría. A su vez, durante las primeras ocho décadas, los docentes fueron siempre hombres. Carlos María Herrera y Guillermo Laborde fueron los más importantes en la historia de la institución, según indicó Ruiz.

Archivo Círculo de Bellas Artes

Pero al escarbar en el historial de alumnos que estudiaron allí, la lista de mujeres salta  a la luz y varias de ellas sorprenden. La poeta Delmira Agustini fue alumna. “Vi dos cuadros originales y me da la impresión de que no trascendió porque pintando era realmente mala. Esa es una de las razones por las que no trascienden muchas mujeres y muchísimos hombres”, apreció Ruiz.

Entre otros nombres, llama la atención el de la política de izquierda Alba Roballo. Aunque sus creaciones no se conocieron. Pero la lista sigue. Otras mujeres que estudiaron en el círculo de Bellas Artes el silgo pasado fueron: Petrona Viera (pintura y grabado), Gladys Afamado (pintura y grabado), Alba Ardao (pintura),Clarina Vicens (pintura y escultura), Sata Traversa (pintura), Freire (pintura y escultura), María Luisa Gil Janeiro (pintura), Brenda Lissardy (pintura), Nieto (pintura), Polleri (escultura y pintura), Delia Demicheri (escultura), Angélica Togores (pintura y grabado), Aurora Togores (escultura), Angélica Tourreilles (pintura), María Rosa de Ferrari (pintura), Margarita Fabini (escultura) Lucía Frank (pintura) y María Esther Mendy (pintura).

Ruiz destacó a dos mujeres vivas que se formaron en el círculo y que, según dijo, “son extraordinarias artistas y están absolutamente silenciadas”. Edith Machado de Meharu y Ana Bruninghausen.

Machado de Meharu es, según el docente, una pintora de extraordinaria calidad y la única artista que a principios del siglo XX (entre hombres y mujeres) pudo darle una vuelta de tuerca al planismo, que tras la llegada de las corrientes cosmopolitas a la escena local había quedado enterrado. Esta artista logró despegarse con un trabajo “extraordinariamente personal que, además, tiene ese aroma a cosa uruguaya, que muy pocas expresiones plásticas lo tienen”, apreció Ruiz.

Edith Meharu- Archivo Círculo de Bellas Artes

Edith Meharu- Archivo Círculo de Bellas Artes

Por su parte, Bruninghausen, se podría ubicar –explicó Ruiz– en una línea parienta entre la pintura de Giorgio Morandi y la de Nicolas de Staël, también con una obra muy personal y más asimilable a lo que Pablo Thiago Rocca denominó Arte Otro.

Ana Bruninghausen- Archivo Círculo de Bellas Artes

Ana Bruninghausen- Archivo Círculo de Bellas Artes

Ana Bruninghausen- Archivo Círculo de Bellas Artes

Ana Bruninghausen- Archivo Círculo de Bellas Artes

El ojo moldeado

Otra de las cuestiones de fondo que aparecen en todo este dilema tiene que ver con la subjetividad del arte ¿Qué separa a una pintura excepcional de una mala? Si bien existen miles de juicios técnicos y estéticos de los cuales los expertos se pueden apropiar, muchas de esas valoraciones tienen que ver con esquemas aprendidos. Si los libros de arte abundan en nombres masculinos, los grandes maestros son varones y a quienes más se recuerda como cabecillas de los movimientos más importantes son también señores, ¿cómo es que se forma de verdad el gusto estético y artístico? ¿No cabría la posibilidad de cuestionar el canon?

“Hay un momento en el que te tenés que preguntar por qué el olvido y cuál es la bibliografía que hace que no se considere relevante una artista y su obra”, problematizó Olmedo.

MNAV
“Novias revolucionarias I”- Leonilda González (1923-2017).Xilografía. Alto: 56 Ancho: 62 cm

Por otro lado, las premiaciones más importantes pocas veces colocaron sobre el pedestal a las creadoras por sobre los creadores. Desde 1940 se celebra (con algunas interrupciones) el Premio Montevideo de Artes Visuales a raíz del cual las obras seleccionadas pasan a formar parte del acervo departamental que custodia el Museo Juan Manuel Blanes. Cristina Bausero, directora del museo, compartió cómo se distribuyeron los reconocimientos a lo largo de estos años. 

En 1940 de un total de 35 premios, 4 fueron para mujeres. En 1941 fue 1 de 35, en 1942 4 de 39 y los años que siguen son bastante similares. Recién en 1999 de un total de 10 premios, el 50% fue para mujeres. Equidad que se repite en 2004. Este año, de 36 premios, 16 tuvieron destinataria. Por supuesto que todo esto son números que dependen de muchísimos factores. Por ejemplo, de cuántas artistas se presentaron a priori sobre el total que luego fue evaluado. Pero son números que están a la vista y –¿por qué no?– se pueden poner sobre la mesa.

Los 33 de Josefa

En 1854 la pintora y miniaturista uruguaya Josefa Palacios retrató el Desembarco de los Treinta y Tres Orientales, una pintura al óleo sobre tela que perdió trascendencia al lado de la que 23 años más tarde haría su compatriota  Juan Manuel Blanes.

Museo Histórico Nacional
Desembarco de los Treinta y Tres Orientales de Josefa Palacios.

La pintura pertenece desde 1911 al acervo del Museo Histórico Nacional y su valor –invisible desde hace más de un centenario– fue visualizado por la docente e investigadora Sonia Bandrymer que también se adentró en la vida de Palacios, de la que poco se conoce.

Según la investigadora, la primera artista que pintó el desembarco de 1825 en la Playa de la Agraciada nació en Colonia del Sacramento, en la primera mitad del siglo XIX, dentro de una familia patricia. Falleció en 1881.

“Casi nadie conoce este trabajo y es fantástico”, apreció Aguerre y contó que es muy complejo poder identificar sus pinturas porque no se sabe si sobrevivieron. La única que se tiene es la del desembarco. “No voy a decir si es mejor o no que la de Blanes, pero tiene otra poética y una forma distinta de captar un hecho histórico por parte de una mujer que pintaba en la intimidad de su hogar”, concluyó el director del museo.

Ellas

Pese a no aparecer primeras en las filas o a permanecer en silencio por varios años, las mujeres que se lanzaron al fluir de sus procesos creativos desde los siglos XIX y XX y aportaron  inmensamente al escenario local son muchas. Maria Freire, fundamental para el arte concreto y geométrico; Leonilda Gozález con sus fantásticas Novias revolucionarias como toda una manifestación de arte feminista; Amalia Nieto; Águeda Dicancro, artista plástica dedicada a la escultura en vidrio que falleció en agosto de este año; Elsa Andrada, de la Escuela del Sur de Torres García; Cecilia Brugnini, una de las pioneras del arte textil en el Uruguay; María Rosa de Ferrari, Lacy Duarte, Pilar González (63); Linda Kohen (94) y Gladys Afamado (94). Algunas de ellas.

MNAV
“La Duda”- Lacy Duarte Cardozo (1937-2015) . Óleo sobre tela. Alto: 81 Ancho: 70 cm

El gran debe

Ante la falta de información bibliográfica, ante el desconocimiento, ante las interrogantes que superan a las respuestas: todo confluye en una misma premisa. Falta investigar cuáles fueron los lugares que ocuparon las mujeres en el arte del siglo pasado. Falta aproximarse a las obras excepcionales que se pudieron haber perdido en el camino. Falta pensar y resignificar cuáles son los preceptos que moldean nuestros cánones valorativos. Falta salir de la estructura establecida para volver a mirar con otros ojos a lo que otros taparon. El gran debe con todas esas artistas es buscarlas, encontrarlas y escribir las páginas que están en blanco.

Aguerre recordó algunas de las palabras que, acertadamente, escribió la historiadora y crítica de arte Alicia Haber para la curaduría de una exposición de Petrona que se hizo en 2006 en el museo Zorrilla. “Lo más significativo es desmantelar la disciplina, para examinar ideologías subyacentes y ver qué hay detrás de lo irrepresentable, lo no dicho, lo impensable y los estereotipos. Para ello, hay que cuestionar nociones adquiridas, buscar nuevos datos, bucear en las contradicciones y ambigüedades, revisar la arquitectura de las obras e investigar con más cuidado las bibliografías”.

 

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