PRESIDENCIA ARGENTINA

El dólar se mueve y pone en riesgo la estrategia reeleccionista de Macri

Tras cinco meses de estabilidad, el billete inició un recorrido alcista, y el mercado quiere testear la capacidad del Banco Central para frenar una corrida. Las encuestas marcan un deterioro del presidente

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11 de marzo de 2019 a las 05:02

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Duró poco la paz para Mauricio Macri y su equipo económico. La reciente suba del dólar puso una nota de alarma que excede largamente lo financiero y que hasta llega a poner en duda las chances reeleccionistas del presidente de cara a los comicios de octubre.

Es que en Argentina, se sabe, el dólar es el termómetro del humor social. Y como indica el manual de las campañas electorales, no hay gobierno que logre el respaldo en las urnas si no genera un escenario de estabilidad cambiaria.

Por eso causó tanto revuelo que el dólar haya saltado desde el entorno de los 40 pesos argentinos hasta subir por encima de los 43 el jueves. El viernes retrocedió algo y terminó sobre los 42.

Si el análisis fuera estrictamente financiero, esto no debería sorprender: a fin de cuentas, el tipo de cambio estaba congelado desde hacía cinco meses mientras los precios acumularon en ese período un alza de 17%.

Además, el alza del dólar ocurrió en un contexto en que todas las monedas de la región se depreciaron –a diferencia de lo ocurrido el año pasado, cuando hubo momentos en que Argentina era la única que devaluaba–, de manera que se podría argumentar que hubo más motivos externos que domésticos para este salto del billete verde.

Pero todas explicaciones racionales pueden resultar demasiado sutiles para un país hipersensible. En el contexto actual, los argentinos pueden tolerar la inflación, la recesión, la falta de crédito y el malhumor por los tarifazos. Pero el dólar tenía que estar quieto.

Los propios funcionarios de Macri se habían juramentado a fines del año pasado, tras el segundo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, que la angustia por la devaluación desbocada no podía repetirse.

Y, contra todo pronóstico, lo que no podía ocurrir, ocurrió.

Los tiempos se adelantan

Claro que el Banco Central, que viene aplicando con relativo éxito una banda de flotación móvil –de cierta similitud con la que se aplicó en Uruguay en los años ‘90– sabía que, tarde o temprano, los argentinos iban a volver a dolarizarse.

En parte, porque es un año electoral, y la historia marca que los ahorristas se pasan a dólares como refugio, hasta que quede claro el panorama político. Cuanto mayor es la incertidumbre sobre lo que pueda ocurrir con la economía del nuevo gobierno, mayor será la dolarización. No por casualidad, el récord de compra de divisas ocurrió en los meses previos a la reelección de Cristina Kirchner, en 2011, cuando se compraba un promedio de más de 3.000 millones por mes. Y que derivó en el recordado “cepo” cambiario.

Pero, además, el presidente del Central, Guido Sandleris, sabía que el mercado iba a querer jugarle una pulseada para ver qué tan firme estaba. Y que, además, podía ocurrir una situación de inestabilidad externa.

Argentina es lo que en la jerga de los mercados se llama “high beta”, que implica que amplifica los movimientos del resto: cuando hay una devaluación en la región, aquí ocurre con más fuerza. Sin ir más lejos, la jornada del jueves pasado mientras Brasil devaluó 1,5%, Argentina lo hizo a más de 4%. Esto ocurre por la mayor dependencia local de la financiación externa, por el mayor nivel de riesgo país y por la tendencia local a la dolarización.

Pero todo indica que hubo algunos errores de cálculo. El primero tiene que ver con el “timing”: en los planes del gobierno, iba a haber calma cambiaria por lo menos hasta abril, y recién para mediados de año, cuando la campaña electoral ingresara en su fase más caliente, preveían que volviera la presión a la suba del dólar.

Muchos economistas advertían que el esquema de banda cambiaria tenía un riesgo. El Central, por presión del FMI, se había comprometido a no intervenir directamente –es decir, no vender dólares de los que había recibido por el acuerdo stand by– mientras la cotización se ubicara debajo del “techo” de la banda.

En consecuencia, decían los críticos, eso dejaba expuesto al Central a quedarse sin herramientas para frenar una corrida si el dólar iniciara una suba desde el piso hasta el techo de la banda, una distancia de 30%.

Pero los funcionarios del Central afirmaban que eso no ocurriría porque tenían otras herramientas para disciplinar al mercado sin necesidad de vender directamente. La primera, ya demostrada, es la tasa de interés. Pero también se guardaban en la manga la intervención en los mercados de futuros y la eventual venta de dólares en poder del ministerio de Hacienda, unos US$ 10.000 millones que el FMI autorizó para cubrir las necesidades fiscales.

Y, además de todo eso, hay fe en el aporte que haga el sector agroexportador, ya que se espera que el campo tenga una muy buena campaña gracias a las favorables condiciones climáticas.

Pero hoy todo eso está en duda. Bajó la tasa de interés, que había llegado a un nivel de 73%, a un ritmo que los críticos afirman fue demasiado rápido, hasta un nivel de 43%. Y ahora inició una remontada alcista que no da la impresión de ser suficiente como para frenar al dólar.

Tampoco las intervenciones en el mercado de futuros han sido eficaces. Y los dólares de Hacienda todavía no se pudieron usar, porque se requiere una luz verde del FMI. De todas formas, hay quienes creen que su venta al mercado podría ser contraproducente por enviar una señal equivocada.

En definitiva, el mayor temor del mercado es que el Central esté mucho más frágil de lo que se suponía en caso de que el mercado fuera ganado por la desconfianza y se produjera una dolarización masiva.

Hay, por otra parte, algunas señales de alarma por parte de los pequeños ahorristas. Luego de meses de euforia por las colocaciones en pesos, en febrero ya se notaron los primeros movimientos hacia un desarme de los plazos fijos y una dolarización de los portafolios.

Los montos todavía son pequeños, pero hay un potencial de dolarización de US$ 9.000 millones que hoy están en los bancos.

Inversores nerviosos por las encuestas

Mientras el dólar vuelve a la primera plana de los diarios y a ocupar el centro de los debates en las redes sociales, en los comités de estrategia de campaña se recalculan los planes.

Para la oposición, un dólar que se mueve es un escenario ideal. La población, ganada por la incertidumbre, se inclina más por alguien que le ofrezca un recobrado escenario de estabilidad.

Para la coalición gobernante, en cambio, es una pesadilla. Porque un dólar sin control parece contradecir todas las promesas de Macri en el sentido de que la tormenta había sido superada y que el país se encontraba otra vez en la senda de un crecimiento sobre bases sólidas.

Para peor, el dólar estable era la última ancla que le quedaba al plan económico, en un contexto en el que los demás precios van en alza, contagiados por la suba de tarifas en los servicios públicos.

Los inversores, tanto locales como en Wall Street, manejan encuestas que los ponen nerviosos. Ven cómo el rechazo a la gestión de Macri va en aumento y cómo situaciones que hasta hace pocas semanas parecían impensadas, ingresan en el terreno de lo factible. Incluyendo una eventual victoria de Cristina Kirchner o de algún peronista moderado, como Roberto Lavagna.

La posibilidad de un regreso al populismo y las políticas intervencionistas –lo cual pone, además, una nota de duda sobre el pago de la deuda externa– influyeron para que el riesgo país volviera a los niveles de 800 puntos.

Par evitar que el nerviosismo siguiera en alza, el FMI se vio obligado a aclarar que su compromiso para ayudar a Argentina no depende de que Mauricio Macri continúe en el poder el año próximo.

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