Pancho Perrier

El gris consuelo de mirar a Argentina

En esta aldea a veces se sobrevive mejor comparándose con vecinos en desgracia

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27 de junio de 2020 a las 05:00

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Para mejor solaz de un mundo deprimido, el debate político esta semana se centró en los enredos de la vicepresidenta de la República con un fantasmagórico organizador de eventos; y otro montón de zonceras de quien vuela a lo gallina, al decir de Yupanqui.

Esa barroca copa melba, con el gallardo doctor Salle sentado encima, es uno de los frutos de la ansiedad de políticos y militantes, de todos los sectores, por hallar cualquier piedra que arrojar a sus adversarios.

Un asunto serio fue el rebrote del coronavirus en Treinta y Tres, una ciudad de menos de 30 mil habitantes en el deprimido centro-este del país.

El brote allí, como antes el de Rivera, confirma que la frontera con Brasil es el talón de Aquiles; y recuerda que, pese a algunos grandes aciertos, Uruguay está abusando de su buena suerte. El coronavirus es un asunto pegajoso y casi interminable.

Santiago Soravilla
El presidente Luis Lacalle Pou viajó al Treinta y Tres este lunes por el brote de casos de coronavirus en la ciudad

“Sabemos que la pandemia es mucho más que una crisis sanitaria; es una crisis económica, social y, para muchos países, política”, dijo el lunes el director general de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus. “Sus efectos se sentirán durante décadas”.

El funcionario también llamó a los gobiernos a prepararse para futuras pandemias, que pueden ocurrir “en cualquier país, en cualquier momento, y matar a millones de personas, porque no estamos preparados (…). No sabemos dónde ni cuándo se producirá la próxima pandemia, pero sabemos que tendrá un impacto terrible sobre la vida y la economía mundiales”.

Un tipo de vida ha muerto; por ejemplo el mundo abierto, con hasta 1.500 millones de turistas desplazándose de un lugar a otro cada año. Los viajes volverán, pero llenos de prevenciones. “El turismo tal y como lo conocíamos se ha acabado”, sostuvo esta semana Brian Chesky, líder de Airbnb, la revolucionaria plataforma de alquiler de alojamientos particulares. “Pasamos 12 años construyendo Airbnb y lo hemos perdido todo en cosa de 4-6 semanas”, narró.

Un cálculo de muertes por coronavirus en proporción a los habitantes de cada país muestra a Bélgica y Reino Unido a la cabeza, seguidos por España, Italia, Suecia, Francia y Estados Unidos. En la región los peores casos son Perú (260 muertos por millón hasta el jueves), Brasil (254), Chile (248) y Ecuador (242). En el lado bueno, dentro de los países con estadísticas más o menos confiables, están Argentina (25 muertos por millón) y Uruguay (7,5).

La muerte por coronavirus es un riesgo menor en Uruguay. Más devastadores serán los efectos socioeconómicos. Caen la producción (-1,6% en el primer trimestre), la recaudación del Estado (-19,2% en mayo), las exportaciones (-18% en los primeros cinco meses del año) y las ventas minoristas. Se perdieron más de 100 mil puestos de trabajo (el desempleo podría superar el 16%) y quiebran empresas de toda clase.

Pero, pese a todo, ha sido el país menos dañado de la región.

Los “motores (de la economía) están con una velocidad muy baja pero siguen prendidos”, dijo el miércoles Azucena Arbeleche, ministra de Economía.

El gobierno anunció ese día nuevas emisiones de bonos de deuda pública, en pesos y en dólares. El Estado necesita este año más de US$ 4.500 millones para recomprar deuda que vence, pagar intereses y cubrir el déficit fiscal.

Emitir deuda a baja tasa (y que alguien compre) es un premio al comportamiento del Estado uruguayo, por lo menos desde las renegociaciones de 1991 y 2003, mérito de varios gobiernos sucesivos, y al relativo control actual de la pandemia. Pero, por otro lado, el constante aumento de la deuda, y de los intereses que se pagan por ella, muestra cómo se afecta a las futuras generaciones.

La situación de Argentina, un Estado en bancarrota, que no puede cumplir sus obligaciones, es un consuelo tonto para los uruguayos que se miran en ese espejo.

Ronaldo SCHEMIDT / AFP

Según el FMI, la economía argentina caerá por tercer año consecutivo, esta vez 9,9% debido al coronavirus, el doble que el promedio mundial (4,9%). Así, el producto bruto por cabeza retrocederá al nivel de 15 años atrás. Es la situación más grave del último siglo, incluso peor que la Gran Depresión de 1930, que la “década perdida” de 1980 y que la crisis 1998-2002.

Un índice de la economía del Mercosur, que tome el PBI del año 1999 como base 100, muestra que en 2019 la economía de Paraguay llegó hasta 195, la de Uruguay hasta 170, Brasil a 155 y Argentina a 130. Crecimiento no significa necesariamente desarrollo socioeconómico, pero es una base imprescindible.

El nuevo gobierno uruguayo hace lo posible por atraer argentinos con talento y capital. Ellos contribuyeron al auge inmobiliario y agrícola uruguayo a partir de 2003. Esa fiebre de los argentinos acabó en 2012, en vísperas del inicio del intercambio de información tributaria, y por la caída del precio de la soja. Pero el interés se renovó en 2019, con el fracaso de Macri y el regreso al gobierno del peronismo-K.

En Uruguay ahora parece haber cierto consenso social en torno a la forma de enfrentar la pandemia, lo que no ocurría, ni por asomo, en marzo. Pero las elecciones municipales, que se corrieron del 10 de mayo al 27 de setiembre, asoman ya en el horizonte, y estimulan una nueva polarización.

Ahora los candidatos y los militantes, que fingían dormir, se desperezan en público, y llevan una piedra en cada mano. 

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