¿Hay más películas filmadas en blanco y negro o todo sigue igual?

De la primera ya se habló bastante. Es la nueva película de Alfonso Cuarón, pinta un fresco sobre el México de los 70, homenajea a la figura de la nana mexicana y está nominada a 10 premios Oscar, entre ellos el de mejor película. Pero dentro de las nominaciones también está la de mejor fotografía, un aspecto que se ha destacado especialmente en la obra de este cineasta mexicano. En Roma, el blanco y negro que pinta la película solo puede definirse con una palabra: perfecto. Cada plano está construido para que la falta de color sea una ventaja estética, un elemento que realza la belleza ineludible del filme. Si Roma se destaca, es en gran parte por su paleta de grises impoluta, funcional para la estética detallista que propone la película. 

Según Cuarón, él ya tenía en mente rodar Roma en blanco y negro incluso antes de bajarla a tierra y ponerla por escrito. “No me interesaba un blanco y negro nostálgico ni referencial. Me interesaba una película contemporánea en blanco y negro, registrando escenas en los años 70”, le dijo a la CNN.

The Party, en cambio, pasó mucho más desapercibida. Dirigida por Sally Potter, esta película inglesa es una fiesta –guiño– de diálogos mordaces, situaciones absurdas pero creíbles y un humor negro y corrosivo que resulta encantador y altamente entretenido. Esta película –que tiene actuaciones increíbles de Patricia Clarkson, Cillian Murphy y Kristin Scott Thomas– es, a su vez, un cóctel de grises y negros que hacen juego con las personalidades supurantes de sus protagonistas. En este caso, el blanco y negro dialoga con las ácidas acciones de sus personajes.

La última es Cold War, que sigue en cartel. En ella, el director polaco Pawel Pawlikowski se sirve de la paleta de grises y del formato 4:3 para retratar un turbulento romance amparado en la Europa polarizada, que tiene a sus personajes cruzando fronteras de manera continua y tensando las cuerdas de su amor. “No quería recrear la sensación de estar viendo una película vieja, solo sentí que era lo mejor. ¿Cómo mostrás la Polonia de los 50? No había mucho color por ahí. Todo se sentía gris. ¿Qué paleta de colores tenía que usar? Yo quería contraste, y el blanco y negro se veía más marcado y dramático”, comentó Pawlikowski a Vulture.

¿Son estas tres películas una coincidencia o es que el cine se está volcando, de nuevo, a ese tipo de producciones estéticamente más tradicionales? La pregunta puede surgir en la cabeza de cualquiera que revise, por ejemplo, las nominaciones al Oscar –además de las 10 de Roma están las tres de Cold War–, pero la respuesta es más sencilla de lo que parece. El cine, en sus variadas manifestaciones, nunca abandonó por completo al blanco y negro, y un repaso rápido por la cartelera de los últimos años lo deja en evidencia. Esto es, además, una suerte, porque cuando se hace bien –como en estos tres casos– la belleza de los planos aumenta y no se puede dejar  de admirar cuánta vida y color hay allí, en esas tomas grises y aparentemente anodinas.

Más grises

Desde que los Lumière proyectaron las primeras imágenes en una pantalla grande el 28 de diciembre de 1895, el cine se aferró al blanco y negro aún a pesar de la llegada de los avances tecnológicos. Una clara muestra es que hasta 1966 hubo dos premios Oscar a mejor fotografía: uno para las producciones a color y otra para las que preferían la tecnología tradicional.

Siguiendo con los Oscar, no son pocas las películas en blanco y negro a las que les ha ido bien en estos premios. Coincidencia o no, sin contar a las actuales nominadas Roma y Cold War, mirando par atrás aparecen títulos como El Artista (ganó 5 premios, incluido el de mejor película), La lista de Schindler (mejor película y seis estatuillas más), La cinta blanca (nominada a mejor película extranjera y Palma de Oro en Cannes), Ida (también de Pawlikowski y ganadora del Oscar a mejor película extranjera), Nebraska (nominada a mejor película y a otros cinco premios más), El abrazo de la serpiente (nominada mejor película extranjera) o Buenas noches y buena suerte (nominada mejor película y a otros cinco más).

Pero más allá de estos premios–que como quedó especialmente demostrado este año, no son un termómetro muy adecuado de la “excelencia”–, también hay otras grandes películas recientes filmadas bajo varias capas de grises. Entre las más destacadas están Frances Ha de Noah Baumbach, The man who wasn’t there de los hermanos Coen, Frankenweenie de Tim Burton y Blue Jay, producida por los hermanos Duplass. 

Uruguay en blanco y negro

En el cine uruguayo moderno, ese que se inauguró en 2001 con 25 Watts, también tiene algunos casos similares de producciones que basaron su estética en los blancos, los negros y los grises. Fue justamente 25 Watts, la película de Pablo Stoll y Juan Pablo Rebella, la que dio el paso adelante y utilizó estos colores para filmar las aventuras del Leche, Javi y el Marmota de una forma más económica y viable en tiempos de presupuestos acotados.

“La película se filmó en 16mm, que implicaba una diferencia bastante grande de precios, entre el blanco y negro y el color, sobre todo la pos producción y el revelado. En ese momento en el cine se proyectaba en 35 mm”, comentó Stoll sobre la película, que además aseguró que todas las realizaciones que los inspiraron a filmarla tenían el mismo tratamiento.

“25 Watts es de los 2000 y hay que pensarla con la cabeza de los 90. Por un lado nos gustaba, por el otro era barato y nos ayudaba a la narrativa. Fue una decisión que nos tomó menos de dos minutos. Fue muy natural porque era a lo que podíamos acceder. Y también hay una larga historia de  operas primas en blanco y negro por eso mismo, por lo barato y lo maleable de las cámaras”, agregó.

Nueve años después, Federico Veiroj también tomaría los riesgos narrativos del blanco y negro para filmar La vida útil, algo que dio resultado ya que la realización cosechó varios premios en distintos festivales del mundo y siguió sumando prestigio a su nombre como cineasta fuera de fronteras. El último experimento uruguayo en blanco y negro fue Los modernos, una comedia que tenía algunos elementos en común con corrientes cinematográficas que, de vez en cuando, echan mano al blanco y negro.

Estos tres casos reafirman que incluso en una industria mínima y sacrificada como la uruguaya, el cine sigue aferrándose al poder de los tonos oscuros y tenues del blanco y negro como insumo y fin artístico. Muchas de esas veces, estos tonos apagados logran calar más hondo que los colores y apuntalan la belleza de una obra con más fuerza y  precisión. En Roma, cómo en Cold War o 25 Watts el blanco y negro no es un mero filtro: es un vehículo narrativo, un fin artístico y una de las razones por las que, una vez fuera del cine, seguimos acordándonos de sus imágenes.