Ricardo Arjona en el Estadio Centenario

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Una noche con Ricardo Arjona en el Centenario: el regreso a Montevideo, los éxitos de todas las épocas y la “crítica masculina”

El músico guatemalteco regresó a Montevideo después de seis años en el marco de la gira de presentación de sus últimos trabajos de estudio, Blanco y Negro
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04 de marzo de 2023 a las 15:46

La tinta escurre con dificultad sobre la superficie del billete gastado dejando un rastro rojo y dispar que queda sobre el papel moneda. Ahí, entre el rostro verdoso de Juan Zorrila de San Martín y el escudo nacional hay ahora una esquela declaratoria: un número de teléfono que junto al poeta de la patria buscará su camino hacia el escenario donde Ricardo Arjona se ofrece a su público.

El cantautor se presentó este viernes en el Estadio Centenario en el marco del Blanco y Negro Tour, con el que ha recorrido Europa y Latinoamérica. El espectáculo marcó su regreso a Uruguay, seis años después de Circo Soledad, con dos discos que nacieron de una pelea de bar y fueron grabados en los míticos estudios de Abbey Road.

Esa influencia británica impregnó la escenografía, con cabinas de teléfono rojas por todas partes y unas visuales que mostraban la vida dentro del “Condominio Blanco y Negro” en una calle de una ciudad en decadencia. La expectativa del público era tan palpable como el calor que pesaba sobre Montevideo cuando comenzó el concierto. Lo primero que entró fue la banda que se presentó con una fuerza avasallante marcando el despilfarro de talento que demostrarían más adelante. Sólo después apareció él tocando la guitarra sobre el piano para dar comienzo a lo que sería una concatenación de lágrimas, aplausos y gritos de parte del público uruguayo.

Animal nocturno, Morir por vivir y Ella fue la tríada que dio comienzo al show, que estuvo cargado de sus clásicos éxitos románticos, antes de dirigirse a las 20 mil personas que cantaban sus canciones en la tribuna Olímpica del Estadio Centenario. “¿Hace cuánto que no nos vemos?”, le preguntó a las primeras filas. “Demasiado”, respondió un grupo de mujeres que llevaban su rostro en el pecho.

“Pasaron muchas cosas desde que no nos vemos, en los últimos dos años más todavía. Muchas de ellas un poquito tristes. Pasaron cosas raras: nos encerraron en cuatro paredes, nos pusieron mascarilla, nos dejaron con celular en mano, redes sociales, nos pusimos creativos y se empezó a jorobar de a poco la cosa. Hoy estamos pagando los platos rotos”, comenzó Arjona en el que sería el primero de tres monólogos en los que establecería su declaración de principios durante la noche. 

“Inventamos 32 géneros, como si lo importante fuera seguir inventando géneros y no aceptar a la gente por lo que quiera hacer con su cuerpo y con su vida. Nos dio por inventar cambiarle las vocales a las palabras, hoy tendría que saludar ‘buenas noches a todes’, por ejemplo. Decían que las mujeres tienen que ganar igual que nosotros y yo digo por qué no pueden ganar más. Después apareció un montón de gente que fracasó con su trabajo, con sus amigos, con su casa, con su país, con el universo, fracasaron con todo lo que intentaron pero hoy son coach y hoy le enseñan a la gente cómo vivir”, continuó para darle paso a Hongos, la canción que inició el proyecto discográfico que vino a presentar aunque fueron solo algunas pocas de los 29 temas que componen los dos discos las que figuraron en el set list. “¿Quien le dio los hongos al Dios que nos hizo?”, cantó Arjona, esa frase que se le ocurrió mientras se resguardaba bajo una mesa de una pelea de bar en Londres y fue el puntapié de un álbum doble en el que decidió hacer y escribir lo que le diera ganas, según dijo en una entrevista con Clarín.

Ricardo Arjona conoce perfectamente a su público y tiene el oficio del escenario de memoria después de más de cuarenta años de carrera durante los que fue acompañado también por los uruguayos, como Doris de 68 años que lo conoció en 2007 cuando fue a cenar al restaurante en el que trabajaba en Punta del Este después de uno de sus shows. Esta noche trajo una fotografía en la que se los ve juntos, con 16 años menos, con la ilusión de recrearla en el Centenario.

“Si me desmayo no me saquen”. “Eres la prueba viviente junto con el vino de que el tiempo no es enemigo sino artesano”. “Cumplí 40 y no viniste a cantarme al oído”. Los mensajes aparecen entre la gente en carteles, remeras y pancartas. Él se acerca y aprieta levemente los ojos para leerlos y mira a sus fanáticos, los saluda y los señala, se acerca a ellos sin tocarlos. Apnea, Cavernícolas, Se nos muere el amor, Acompañame a estar solo y parece que las tribunas del estadio corearan un gol. Hasta el último anillo de la Olímpica se mueve con un bamboleo que lleva las manos en alto. 

Ricardo Arjona en el Estadio Centenario

En el segundo stand up de la noche Arjona se embarca en una férrea defensa de la mentira masculina como base de lo que llama la “paz familiar”. Lo pinta así: si te llama tu pareja y estás en un bar en otra ciudad, más vale ir a un callejón silencioso y hacerse el dormido. Ese, para Ricardo, es el chiste. Y a la mentira la sigue El amor

El espectáculo fue tomando vuelo desde El problema, El flechazo y la secuela -parte de su ultimo lanzamiento dentro del álbum Negro en 2021- y Tarde, hasta cantar delante del rostro de Kim Kardashian y Donald Trump en Si el norte fuera el sur. Así preparó uno de los momentos más esperados para su público. “Para todas las señoras de cuatro décadas que andan por aquí”, introduce con dedicatoria el músico la canción más anticipada. Sabe que ese es su momento de mayor seducción con el público, conecta con ellas, las mira, mueve sus dedos en un saludo lejano, les sonríe con cercanía.

Tanto mujeres como hombre lo graban y lo cantan. Todos quieren algo de Arjona: una foto, un autógrafo, un beso, una mirada. Y lo sabe. ¿Cuántas formas existen de hacer volar un beso a distancia? El músico parece conocerlas todas y se dedica a mandarles besos voladores a su público cada vez que puede mientras atrapa mates y bombillas de regreso. 

La euforia se calma con Lo poco que tengo, para volver a arremeter en un grito con Dime que no y Cuándo antes de llegar al segundo mojón de la noche: Historia de un taxi. “Vamos a ponerle caribe. Hay mucho caribe acá arriba y veo que allí abajo también”, dice Arjona en una versión en salsa de su clásico de 1994 mientras en el público agitan banderas de Cuba, República Dominicana y Venezuela junto a las uruguayas. 

Arjona sabe lo que quiere su público y se lo da sin demoras, recorriendo los grandes éxitos de su repertorio. Pero en los momentos en los que la banda juega sola destaca la calidad musical y el desarrollo escénico de los instrumentistas y coristas que llegaron a Uruguay desde Cuba, Puerto Rico, México, Estados Unidos, Colombia y Venezuela. Una formación ideal para acompañar al músico guatemalteco, que por momentos acapara el protagonismo pero se van dejando ganas de más.

“Hablen ahora o callen para siempre, si hay alguna canción que no hicimos este es el momento”, dice Arjona sentado en un banco de plaza instalado delante de una cabina de teléfono. A pedido del público interpreta solo con su guitarra Ella y él, el tema del álbum Si el norte fuera el sur de 1996 y señalando un cartel en las primeras filas que dice “Arjona quiero ser tu Marta” decide dedicarle es canción que, según dijo, es “la canción más del sur” que escribió en su vida mientras ella salta y le tira un beso. La sección de pedidos del público cierra con Mi novia se me está poniendo vieja: “Juré no volver a hacerla pero la hago por tí”, le dijo a una mujer en los primeros asientos.

La tercera parte del monólogo de Arjona vuelve a la construcción de la masculinidad contemporánea. “¿Me permiten otra crítica masculina?”, le pregunta al público local antes de comenzar con la última parte de su declaración de principios de hombre. “Resulta que a mediados de los 90, tengámoslo claro, los hombres gozábamos aún de ese poder inmenso que teníamos. Mediados de los 90 para adelante empezamos a perder poder y empezamos a venir para abajo hasta llegar al lugar donde estamos hoy, en uno de los últimos escalones sociales”, empezó a decir divirtiéndose en una hipérbole que los posiciona por debajo de las mascotas. Como si fuera cierto, o al menos gracioso.

“¿Saben donde estamos viviendo hoy? Usted está en un boliche sentadita en una silla, en el universo de las damas habitan dos clases de hombres: los que les gustan y los que no les gustan”, dice Arjona y comienza a retratar una escena en la que dos hombres se acercan a una mujer en un bar con una frase muy digna del cantautor como “llevo tres noches sin dormir pensando en las 25 maneras que podría inventar par quitarte ese vestido”, pero según el cantante la historia sería diferente de acuerdo a si el hombre le gusta o no a la mujer: el hombre que le gusta es un seductor pero el que no terminará “acusado de acoso dos días después”. “Ahí estamos viviendo hoy y no se me hace justo”, asegura el cantante y aquello de "dime que no y lánzame un sí camuflajeado" viene a la memoria.

Ricardo Arjona en el Estadio Centenario

La banda vuelve a tocar y Arjona canta Desnuda, mientras las pantallas al costado del escenario muestran a una mujer con el pelo teñido de fucsia que revolea un corpiño blanco sobre su cabeza mientras usa el brazo izquierdo para taparse los pezones. Arjona se ríe y se agarra la cabeza mientras sigue cantando y pasa a Te quiero, Te conozco y Minutos como una tríada ganadora. El público canta y corea cada verso como desde la memoria emotiva. Mira a la gente y la gente lo mira con la cabeza hacia arriba y los brazos rendidos hacia los costados, como si lo único que importara en ese momento fueran las letras del cantautor que los invita a cantar en conjunto Fuiste Tú.

Arjona sale del escenario y las luces del estadio se prenden. Las luces de cada celular funcionan como un llamado al artista que vuelve para regalarles una última canción: Mujeres, la canción de 1993 en la que las describe como un favor de Dios, es el tema que eligió para sellar su paso por Montevideo, cantando sobre una pantalla que muestra los rostros de varias de sus fanáticas mientras esperaban horas antes por el comienzo del show desde las butacas del Monumento Histórico del Fútbol Mundial.

Arjona se va, la banda se despide por lo alto y en el suelo del escenario queda el billete arrugado de veinte pesos, la cara del poeta de la patria y el verso más corto de la noche.

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