Agro > GUASQUERÍA

El oficio que nació con la llegada de las vacas a la Banda Oriental

José Acuña arrancó hace medio siglo en el galpón de su abuelo en Tacuarembó y hoy le pone la máxima pasión a cada pieza y a enseñar su arte, para que no se extinga
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20 de octubre de 2019 a las 18:55

Los guasqueros que emprenden ese oficio de punta a punta, es decir desde la compra del cuero hasta la venta de los productos, son muy poquitos en Uruguay. Apenas hay un par de docenas de esos artesanos tradicionales y para evitar que este arte se extinga, José Acuña le pone el máximo cariño tanto a crear cada pieza como a transmitir a otros el saber de su oficio.

Nació en Tacuarembó hace 55 años y recuerda que a los cinco le apasionaba estar en el taller de su abuelo, su maestro. “Como quien dice, nací en un galpón de guasquería. Y mi abuelo, Pío Beder Acuña, aprendió este oficio de su tío”, dijo.

Así se fueron formando los guasqueros, de generación en generación, enriqueciendo con el paso del tiempo una destreza que nació hace siglos, con la introducción de la ganadería a la Banda Oriental, cuando los gauchos debieron aprender a fabricar las prendas para domar y manejar al caballo.

“Esto es mucho más que un modo de vivir, tiene un enorme valor afectivo y no quiero que se pierda el legado que mis antepasados me trasladaron y eso lo defiendo en cada pieza que hago y enseñando”, enfatizó en su taller, donde recibió a El Observador.

Mientras lonjeaba un cuero de vacuno, Acuña contó que acompañó y ayudó a su abuelo hasta los 18 años, cuando se trasladó a Montevideo y trabajó en una curtiembre, hasta que en 1997 esa actividad se complicó y regresó al oficio de guasquero en el galpón de su abuelo. Desde entonces, nunca más abandonó la actividad. En el año 2000 regresó a la capital, pero para instalar su taller, junto a su casa, donde hoy vive con su señora Mirna y uno de sus hijos, el varón, que estudia derecho y ya aprendió el oficio. Acuña tiene además dos hijas que estudian en la UTU. Ellas también, cuando se precisa, le dan una mano.

 

 

El consejo de un político

Por consejo de un amigo político, cuyo nombre mantuvo en reserva, en 2006 decidió compartir sus conocimientos con un doble objetivo: generar un ingreso extra y contribuir a evitar que el oficio se pierda.

El primer curso lo brindó en Montevideo, en el colegio San Francisco, en Belvedere. Luego los impartió en su taller. Y en el interior el primero lo dictó en la Sociedad Criolla Amistad y Tradición, en Colonia Valdense.

Este año tiene 35 alumnos en Montevideo, Durazno, Cardona y San José. Los cursos arrancan siempre luego de Semana Santa y concluyen a fines de octubre. El costo oscila de $ 14 mil a $ 16 mil.

 

 

“Doy una clase de tres horas a la semana, por lo tanto es vital que los alumnos practiquen durante el resto de la semana. Los que le ponen ganas, en pocos meses aprenden un oficio noble, que se disfruta y da un buen ingreso”, comentó. Pero, aclaró, “esto no es para todos”. Por eso es trascendente previo a anotarse en uno de los cursos un intercambio por correo con el docente ([email protected]).

Acuña no lleva la cuenta de la cantidad de personas a las que capacitó. Sí sabe que la mayoría son jóvenes, que siempre hay mujeres y que la motivación mayoritaria en los que quieren aprender es poder generarse sus propias piezas, dado que suelen ser personas vinculadas a actividades con caballos. Muy pocos han emprendido “el negocio propio”. Es más, van casi 15 años dando clases y estima que son no más de 10. Los cursos son un emprendimiento manejado solo por él, aunque hay un par de casos en los que, de diverso modo, se involucraron las intendencias de Flores y San José  que, mediante algunos aportes, abarataron lo que los alumnos debían abonar.

Este año está previsto un acto de clausura, el domingo 3 de noviembre en el Parque de la Hispanidad, en Durazno, con exhibición de las piezas que los alumnos crearon durante las clases y quien lo desee podrá comercializarlas.

Acuña explicó que viaja para dar las clases de lunes a miércoles y que de jueves a domingo se pone al día con sus trabajos en su taller en Nuevo París, la Guasquería Acuña.

 

 

“Guasquero-guasquero”

Con orgullo, Acuña destaca: “Soy guasquero-guasquero, hago todo el proceso”. Arranca con una recorrida de hasta 150 kilómetros en moto en el día para comprar cueros de vacunos en mataderos, la materia prima clave. Antes lo hacía en el frigorífico Carrasco, “donde llegué a pagar US$ 2 por kilo de cuero”, pero hace cinco años dejaron de venderle.

El guasquero es de los pocos artesanos que prepara su materia prima, a diferencia por ejemplo del talabartero, que compra la suela hecha. Y “el verdadero guasquero trabaja con el cuero al natural, crudo, nunca le echa productos químicos”, remarcó.

Ya en el taller, cada cuero que llega fresco y sucio es hidrolavado. Luego se hace el lonjeado (para sacarle el pelo) y el descarne (para quitarle restos de carne y grasa). Se vuelve a lavar y se lo estaquea al sol. En verano queda seco en dos días y en invierno eso puede tardar una semana o más.

Al cuero ya seco se lo trabaja dentro del taller y recién ahí se determina qué pieza se hará, en función de su tamaño y espesor. “Si se decide por ejemplo hacer un bozal trenzado, se cortan las tiras, se amordazan, se cortan los tientos, se desviran, se humedece con jabón en barra y se empieza a trenzar. Y si se hace algo chato, como una encimera, el cuero debe ser sobado y si bien tengo una sobadora, solo lo ablanda, así que hay que darle mucha maceta”, explicó.

Un detalle no menor es el valor de las herramientas. Algunas las compra, otras la fabrica. “Es indispensable tener cuchillos bien afilados… por más experiencia que haya sin una herramienta apropiada y preparada no hago nada”, confesó.

 

 

 

Sobre los productos que hace, hay piezas para utilizar en el caballo, sea para desfile, deporte o trabajo. Si es para desfilar, “se hacen trabajos finos, muy prolijos, con buenas terminaciones”. Si es para trabajo o para competir, “no se hace así no más, pero sí se hace de un modo más rústico, porque la idea es que se use todos los días con mucha exigencia y debe ser fuerte y durar”, comentó. Un ejemplo de eso, mencionó, son los bozales para las tropillas.

Después están las piezas para las personas, como cintos, materas y posamates, llaveros y cuentaganados. Últimamente notó que “si bien compra la gente de campo que sabe de esto, también compra la de la ciudad que aprendió que son cosas nobles, duraderas y hasta elegantes”.

A cada pieza le toma cariño. Por crearla desde la nada y tenerla tanto tiempo entre sus manos. Pero, admitió, “no queda otra que vender; atrás está la familia”.

Reconoció que a algunas de sus creaciones las quiere mucho, esas que puestas en el stand llaman la atención. Pero no se van así nomás, porque les pone un precio elevado: “Si la vendo, bárbaro, y si no, no lo lamento mucho porque la sigo teniendo”. Igual, reconoció, que le “da orgullo ver una pieza lucirse en el caballo”.

La que más trabajo le llevó fue un preparo completo (cabezada, rienda, pretal y bozal) en trenza patria, un trenzado muy apreciado por su fortaleza y calidad, que se hace con 13 tientos.  

La valoró en US$ 1.000 y le llevó cuatro semanas. En el otro extremo, un llavero queda listo en tres horas y vale $ 350. “Cada pieza, más o menos compleja, se hace a mano, una por una, nunca hay dos iguales”, aseguró. 

También recuerda otro preparo que le hizo a un amigo de Tacuarembó: “Lo hice completo, con pasadores de alpaca y bronce y quedó tan contento que me dedicó una canción, la compuso y la canta él, un gran orgullo”.

Acuña ha ganado premios, pero no le gusta concursar y eso tiene un porqué: él debe trabajar a diario para vender piezas porque de eso depende la economía de su hogar, por lo tanto no le parece justo medirse con colegas que hacen guasquería por hobby, que no viven de eso y tienen todo el tiempo del mundo para preparar una pieza para concursar.

 

 

Por qué no usa lonja de caballo

En el final de la charla, Acuña contó una anécdota. Usa cuero vacuno, de novillo pampa mayormente, porque es el que más resultado da. Y para las costuras y terminaciones usa tiento de lonja de cuero de ternero, chivo o ciervo. 

No usa de caballo, pese a que es lo mejor por fortaleza y extensión: “Mi trabajo es para el jinete y el caballo, entonces mi familia vive por el caballo, por eso lo respeto y nunca uso lonja de caballo”, enfatizó.

 

 

 

Rebenque para un famoso y ropa para estríperes

Durante años, en el marco de acuerdos primero con radio Rural y luego con la Federación Uruguaya de Destreza Criolla, piezas de José Acuña fueron entregadas como premios u obsequios a jinetes destacados.

Por ejemplo, una vez un rebenque tejido en tiento fino con cabo de plata empavonado fue obsequiado a Jorge Raúl Aristegui, un famoso jinete argentino, tras una gestión del tradicionalista Félix “Pato” Mendiondo. El obsequio lo hizo la sociedad criolla La Lata Vieja, de Cardona, organizadora de las jineteadas denominadas La revancha del Prado. En la sotera del rebenque, utilizando tiento fino, el artesano escribió “La Lata Vieja”. José contactó a Aristegui por Facebook y el jinete le comentó que esa pieza estaba en su vitrina de trofeos.

También destacó que muchas de sus creaciones están en el exterior. Por ejemplo, recientemente en Salto un uruguayo le compró una fusta trenzada con mango de plata y oro para obsequiarle a un amigo en Bélgica.

Otra anécdota sucedió cuando en una exposición le preguntaron si fabricaría prendas de cuero para estríperes de un club nocturno: “Les expliqué que el cuero que uso no sirve para eso, es muy grueso, no era lo mío y los derivé a un amigo marroquinero”, recordó sonriendo.

 

 

Con la celeste en Estados Unidos
El guasquero existe desde mucho antes que la independencia de Uruguay. En un país ganadero, “que se hizo de a caballo”, es de los oficios más tradicionales. José Acuña, con orgullo, recuerda que en 2015 tuvo la oportunidad de exhibir su talento en Estados Unidos, en una feria en Santa Fe, Nuevo México, donde lo distintivo era que solo podían participar expositores de oficios nativos de cada país. Acuña también expuso en Cuenca, Ecuador, y en Benito Juárez, Argentina. Ahora tiene como objetivo hacerlo en México, en la feria “Las manos del mundo”.

 

 

Reacciones del público por precios

Acuña comentó que mucha gente, cuando ve sus cosas por ejemplo en la Expo Prado, en la Semana Criolla o en la feria Ideas+ que se hace en el Parque Rodó previo a Navidad, pregunta un precio y dice: “‘¡pah, qué caro!’”. Eso le duele, porque entiende que “no valoran todo lo que hay atrás”, que arranca yendo a buscar el cuero bajo un sol terrible o en medio de una tormenta espantosa. “Si lo valoraran dirían que es barato”, dijo.

 

 

 

 

 

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