El pacto entre Batlle y Talvi y la vuelta de la competencia interna al Partido Colorado

Jorge Batlle y Ernesto Talvi acordaron la independencia de una nueva agrupación colorada, que el expresidente salió a proclamar hasta su última noche

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29 de diciembre de 2018 a las 05:03

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"Quiero que sepa que durante sus últimas horas de lucidez, Batlle habló media noche sobre usted”, le dijo Walter “Mojarra” Rodríguez a Ernesto Talvi luego de presentarse y aún sin saber si podía tutearlo.

Era noviembre de 2016 y sin alivio de luto, Talvi recorría el país con sus Encuentros Ciudadanos bajo el paraguas de Ceres. Un mes después de la muerte del expresidente, el ahora precandidato había llegado a Tacuarembó.

Talvi agradeció las palabras y le pidió a su interlocutor que lo llevara al lugar en el que su padre de la política había pasado las últimas horas del 13 de octubre. 

Ese día en lo del Mojarra había un cordero y chorizos caseros que Martín, uno de sus tres hijos, braseó con experticia. También había una botella de whisky y una cerveza que no llegó a enfriar lo suficiente. “Mojarra, la cerveza se toma fría y en vaso frío”, lo aleccionó Batlle que por eso prefirió un refresco.

Además de Rodríguez y su hijo había siete personas más, algunos de los cuales ni siquiera eran colorados o “jorgistas”, pero que habían llegado esa noche especialmente para escuchar al expresidente. Con el fuego a sus espaldas y los ruidos de la noche, Batlle le dijo a Rodríguez que venía a presentarle un nombre.

Rodríguez se sorprendió porque en sus años de amistad nunca había aparecido el componente político entre ellos. Batlle frecuentaba la casa de su padre, Máximo Rodríguez, en Tambores, porque era la persona que le hacía un tipo de frenos -el Marroco– para sus caballos de carrera. Desde los siete u ocho años, Mojarra tenía el recuerdo de ese hombre espigado y verborrágico. Pero Rodríguez nunca había puesto un pie en la política y por más que Batlle sabía para dónde iba su voto, la amistad estaba liberada de cualquier otro interés.

“Ernesto Talvi”, dijo Batlle y le pidió a Rodríguez que trabajara por su candidatura. “No lo conozco”, fue la respuesta automática del dueño de casa. Entonces Batlle puso toda su calidad argumentativa al servicio de su nueva cruzada. De toda esa maraña de datos biográficos, rasgos identitarios y ponderaciones de atributos personales, Rodríguez se quedó con una frase: “es quien va a sacar el país adelante”. Y tras el alegato volvió por su misión: “¿Entonces va a trabajar por Talvi?” y antes que Mojarra abriera la boca, Batlle replicó: “¿Me da su palabra?”

La insistencia estaba en el ADN de Batlle. Tanto machacó con la idea de llegar a la presidencia que el electorado le hizo el honor luego de cinco campañas. Por eso cuando cruzó la puerta de Ceres por primera vez para venderle su idea a Talvi sabía que no sería una guerra de una sola batalla. Pero el tiempo era su aliado: en noviembre de 2015 todavía nadie hablaba de candidaturas.

Batlle se bajó de su coche japonés destartalado con una campera roja. Sentado en la mesa de reunión de Ceres fue directo al punto: “Mire Ernesto, usted tiene un sueño, un proyecto de país. Usted tiene un equipo formidable de gente joven formada en las mejores universidades y los que se le van a sumar para armar un buen equipo de gobierno”, comenzó Batlle, mostrando hacia donde iba.

“A usted el Uruguay le duele y eso se nota. La gente lo va a notar enseguida. Usted tiene una comunicación con el ciudadano común que es mejor aún que con las elites. Le puede ir muy bien en política y yo le vengo a plantear que asuma esta responsabilidad, lo precisa el Partido Colorado y lo precisa el país”. 

Pero le advirtió: “Tiene que tener ganas, si no tiene ganas me levanto y me voy. Pero si tiene ganas yo le enseño el oficio porque esto no es física cuántica, se aprende”, terminó. 

El cuarto presidente Batlle de la historia del Uruguay le prometía enseñarle lo que él sabía sobre política a un hijo de un inmigrante, cuyo padre ingresó al país por la generosidad del gobierno de Luis Batlle Berres. Mercedes Menafra, la viuda del expresidente, no se sorprendió por la acción de su marido.

“Jorge admiraba a Ernesto desde Ceres e insistió que tomara la responsabilidad del legado del batllismo”, dijo a El Observador.

En sus conversaciones, Batlle le decía a su esposa que Talvi tenía “todas la condiciones” para ejercer una magistratura. Lo único que le faltaba era aprender sobre política. Por eso cuando el expresidente tuvo el sí del economista lo primero que hizo fue convertirse en su mentor.

Esos encuentros sobreviven en tres cuadernos de notas que Talvi atesora y en el que están subrayadas algunas de las frases que el precandidato le repite a los suyos, contaron sus allegados. 

“Ernesto usted le habla a los ciudadanos. Eso es lo único que importa: los ciudadanos. Todo lo demás es ruido de un pequeño entorno. No distraiga la atención”, era una de las frases.

Además de las recomendaciones para comer la mejor milanesa en Rocha o con quien entrevistarse en Florida (Ruben Mario) o Melo (Serrano Abella), Batlle le mandaba “espías” –tres o cuatro amigos– a los Encuentros Ciudadanos para que le contaran qué había dicho Talvi. Horas después llegaba el llamado del expresidente –“yo le voy a explicar”– y sus valoraciones sobre la realidad política local de los departamentos que visitaba.

Más que eso, Batlle sabía el punto que debía atacar. 

“Mire Ernesto, yo le voy a decir algo: le van a decir que usted no es político y que no entiende de este negocio. Y yo lo que le digo es que lo que usted no entiende es cómo se hace política (hoy), lo que usted todavía no sabe es que usted entiende cómo se va a hacer política”. 

Y para mostrarle su apoyo comenzó a recorrer el país.

Menafra –quien recientemente asistió a actos de Talvi– se alegró que a los 89, Batlle saliera a “proclamar” a su candidato. “Ese era Jorge. No entendía otra forma de hacer política que estar en la cancha”.

Pacto

Los cuentos siguieron en lo de Mojarra hasta la 1 de la mañana. Batlle compartió sus pesares: los relatos conocidos y desconocidos de la crisis, la amargura del exilio en Brasil y la decepción del día de 1988 que Julio María Sanguinetti le “arrancó el brazo” y eligió a Enrique Tarigo como su candidato a sucederlo.

Por eso cuando Rodríguez ve la renovada competencia electoral en la interna colorada se anima a lanzar una hipótesis incomprobable pero de guión: “Además de trabajar por el partido, Sanguinetti parecería que sigue en una competencia con el espectro de Jorge”.  

Esa rivalidad que se acentuó en los noventa, cuando el Foro Batllista y la 15 competían en la arena política con visiones disímiles, cambió de forma dramática en el epílogo de la relación. En los últimos años, los dos líderes históricos ya no se veían como oponentes, sino como compañeros de ruta. 

Después de quince años, la colectividad de Rivera volverá a tener una interna llamativa que a fuerza de apariciones y reapariciones hizo crecer la intención de voto. Pero eso ha ocurrido con una cuota de tensión. 

El punto de conflicto tiene un inicio conocido: el rechazo del nuevo precandidato colorado a valerse del apoyo y aparato político del dos veces presidente. “Talvi hizo lo correcto. Es el pacto que tenía con Jorge y lo está honrando”, recuerda Menafra. Rodríguez y otros referentes de su sector creen que el precandidato conservará las botas puestas hasta el final pase lo que pase. 

Batlle concebía el surgimiento de un nuevo espacio político sin condicionamiento ni ataduras. De hecho, más allá de hacer política hasta el último día, él mismo le había dicho a Talvi que debía fundar un reino sin herencias y eso también implicaba liberarse de su mentor y su emblemática lista.

“Usted no tiene que ser mi heredero. Usted tiene un sueño propio. Cuéntele a los ciudadanos su sueño. Este país precisa soñar, lo van acompañar”, le repitió. 

Así se construyó Ciudadanos. Como una organización política que deliberadamente buscaba evitar la tradicional cadena de favores de la política y su emprendimiento de micro créditos que se van cancelando desde el ejercicio del poder. “La política es para servir y no para servirse”, repite el precandidato cada día desde que asumió el desafío. Por eso Talvi renunció a las ofertas que le prometían estructura y fue en busca de su propia red. “No quería ser un general sin ejército”, resumió uno de sus principales dirigentes.

Para esa tarea su comando de campaña –un grupo de profesionales que mayoritariamente lo acompañaba en Ceres– se inspiró en la experiencia Barack Obama.  La pregunta de investigación era simple: ¿cómo un joven negro y desconocido irrumpió en el Partido Demócrata y venció al más aceitado aparato político –el de los Clinton– que esa organización jamás hubiera tenido?

Y la respuesta la fueron a buscar a Washington con aquellos que habían estado íntimamente involucrados con la campaña de Obama. Los contactos de Talvi y de algunos de sus colaboradores formados en Estados Unidos les permitió llegar a tres voces distintas para entender cómo Obama había creado una organización con una nueva y fresca cultura política que se basaba en tres pilares: un mensaje de esperanza, un equipo con talento y un entramado de voluntarios que se movilizó por el compromiso al proyecto.

El objetivo siguiente era adaptar ese ejemplo a la realidad uruguaya.

A diferencia del tradicional acople dirigencial, Ciudadanos elige a sus dirigentes -que en la agrupación llaman “referentes”-. El día cero, Talvi se juntó con sus políticos de más confianza y les pidió nombres. En una dinámica grupal de contrapunto la lista inicial de 73 pasó a 42. En la purga habían quedado quienes tenían compromisos con otras agrupaciones políticas o aquellos que, según entendían los decisores, no iban en consonancia con la cultura del nuevo proyecto político.

Entre los referentes que sí quedaron en la lista estaba Walter “Mojarra” Rodíguez quien mantuvo su palabra con Batlle y es uno de los puntales de Talvi en Tacuarembó con el grupo “Ciudadanos de Jorge”.

Como al resto de los componentes de la integración, Talvi le pidió a Rodríguez honrar la actividad que hacen: “política con mayúscula”, dice el novel dirigente del interior. En efecto, en la corta vida de Ciudadanos ya hubo cuatro expulsiones por inconductas vinculadas a la vida de la organización o al tipo de comportamiento que se espera de un dirigente político.

La luna

Talvi volvió a Tacuarembó en agosto de 2018 ya como precandidato y su referente lo estaba esperando con un acto en el que habían 700 personas. En los encuentros de Ciudadanos no hay chorizos ni tortafritas ni bandas ni animadores. Lo que sí hay es un espacio de diálogo en el que la gente puede preguntarle lo que quiera al precandidato.

Tampoco suele haber banderas del Partido Colorado puestas por la organización. La estética es homogénea y responde a los lineamientos que delimita el comando de campaña. Pero esa búsqueda de una identidad única a veces puede sufrir disrupciones. En un encuentro de referentes en Trinidad apareció una bandera colorada entre la gente que le acercaron a Talvi. Él la agarró y la besó y gritó: “Por Jorge, por Jorge, por Jorge”.

Esas dos palabras son las que usa Mojarra cuando explica por qué hace política. Y es la misma razón por la que cuando Talvi volvió a Tacuarembó, Rodríguez recreó el encuentro de aquel 13 de octubre de 2016: los mismos comensales y los cuentos de aquella noche. “Fue un acto de amor”, resumió Rodríguez. Entre anécdotas y recuerdos se quedaron hasta las 2 de la mañana, mucho más de lo que el precandidato pensaba que podía aguantar en tiempo de agenda electoral. 

Solo faltaba aquella luna.

“Mirá Mojarra, mirá la luna”, dijo Batlle cuando se incorporó de la silla que había ocupado. Rodríguez levantó la cabeza y ambos se quedaron mirando, al decir de Borges, el antiguo llanto de largos siglos de vigilia humana. “Qué luna”, insistió Batlle –para que nadie jamás olvide su tozudez innata– en un instante de contemplación que duró toda la vida. 

 

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