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El piñazo de un DT a un padre en baby fútbol y las reglas de ONFI: la violencia ahora cuesta el doble

La Organización Nacional de Fútbol Infantil decidió duplicar las sanciones para adultos debido al aumento sostenido de las agresiones en los juegos de niños; también trabaja en un protocolo para dar seguimiento a técnicos con antecedentes de violencia
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29 de abril de 2023 a las 05:01

Las tres y diez de la tarde trajeron un gol, un grito y un piñazo. Fue el quiebre rápido y abrupto de un niño que quería jugar al fútbol y que se quedó sin club, sin técnico y con la angustia de no haber podido hacer nada, por algo en lo que no tuvo nada que ver.

En un partido de baby fútbol siempre hay alguien afuera de la cancha que, en algún momento, grita, arenga a sus jugadores, se queja del juez o da manija. Hay madres, padres, y técnicos que enardecen el clima desde la tribuna: qué cobrás, mirá lo que hizo, ah, eso fue foul.

Los niños, presionados: hay que ganar.

El juego entre Pinar 99 y Lomas 3 venía caldeado. Un rato antes de empezar, a Teo (11) los coordinadores del club le habían advertido: estaba bajando el rendimiento y, si no jugaba bien ahora, para la próxima no lo iban a poner.

Afuera, la euforia del técnico subía cada vez que una jugada ponía en riesgo a los suyos, los de la categoría 2011 de Lomas 3. Un gol de último minuto con medio equipo adentro del arco le dio la victoria a Pinar 99 y eso irritó todavía más al DT, que quería que el juez, que ya había pitado el final del juego, cobrara una supuesta falta.

—Ya está, dejá, ya perdimos —intentó calmarlo Juan, que hacía de delegado del equipo y además es el papá de Teo, uno de los jugadores que acababa de perder. 

—¡Parece que el papá de Teo juega para Pinar 99! —reaccionó el técnico, ante la mirada de niños y padres—. ¡Afuera quiero hablar con vos!

Juan se fue caminando de la mano de Teo hasta la camioneta. Atrás lo siguió el técnico, que le gritaba:

—¡Vos me tenés que apoyar a mí! Estás trabajando para el club, ¡me tenés que apoyar!

—Pará, circo, acá, no —atinó a responder Juan, que ya tenía el puño del técnico en el pómulo –y el origen de un hematoma que le duró varios días–, los lentes y el gorro en el suelo, y a Teo intentando levantarle las cosas.

Cuando se iba, el técnico paró su auto al lado y, mientras su pareja y el compañerito de Teo miraban desde sus asientos, lo amenazó:

—¡Agradecé que no te rompo la cabeza!

Juan y Teo llegaron a la casa, los dos, llorando.

—¿Qué pasó? —gritó la mamá del niño desde la cocina.

—Mario le pegó a papá.

—¡¿Qué Mario?!

Mario: el técnico que no había dejado de alentar a Teo por sus buenas condiciones para el fútbol, que le daba oportunidades, que lo elegía de titular. El que empapaba a los niños con adrenalina y amor por su club. El que invitó a todos los jugadores a la casa y se pasaron una tarde entera pintando una bandera que llevarían a los partidos. Ese que Teo quería mucho, que era el papá de su amigo, y que ahora le había pegado a su padre.

Nada más que un piñazo –o tanto como eso– alcanzó para que Teo no quisiera comer en toda la tarde, que sintiera que no sabía lo que iba a pasar después con su cuadro de fútbol, con su amigo, con los papás, con el campeonato.

Su psicóloga, días después, lo puso en palabras: Teo estaba triste, sentía culpa porque no pudo hacer nada por su padre, porque no lo ayudó lo suficiente. Porque no cumplía las expectativas de los demás.

La bandera que pintaron los niños en la casa del técnico.

Veinte minutos después del piñazo hubo llamadas perdidas y mensajes y más mensajes al celular de Juan: te pido disculpas, yo no dirijo más, no dejes de llevar a Teo, la puta madre, soy un tarado.

Fue el 16 de octubre de 2022. Quedaban pocos partidos para terminar el campeonato de la Liga Interbalnearia.

Los padres de Teo decidieron en ese momento no hacer la denuncia: Mario no tenía habilitación de ONFI y otros padres le advirtieron que, si lo denunciaba, el club también iba a ser sancionado. Los que perdían, al final, eran los niños.

Pidieron que dejara de dirigir la categoría de Teo. El resto de los partidos los dirigió uno de los coordinadores del club Lomas 3.

Esto dejó de ser noticia para los que siguen el fútbol infantil. Se convirtió tan cotidiano que alcanza con ir, cualquier fin de semana, a una cancha del baby: en el último fin de semana, en el Lomas 3 los padres empezaron a pelearse por un partido contra El Bosque que nunca se llegó a jugar.

Mientras los padres se insultaban y se amenazaban cara a cara en la cancha de Lomas 3, los delegados de más de cien clubes de fútbol infantil votaban en un congreso de Flores duplicar las sanciones para los adultos.

“Los mayores nos portamos cada vez peor en las canchas donde juegan nuestros hijos“, dijo a El Observador el presidente de la Organización Nacional de Fútbol Infantil (ONFI), Eduardo Mosegui, que describió cómo los adultos vuelcan sus emociones –rabietas y frustraciones– en el juego de los niños.

Diez días antes de que Mario le pegara una piña a Juan, apedrearon autos en la cancha de Alumni, en Malvin Norte. Al otro día hubo una pelea generalizada entre hinchas de los clubes Ciclón del Cerrito y Corralito, en la que tuvo que llegar la policía para frenarla. Al otro día padres y niños, todos a los golpes, en un partido de Yegros contra Los Magos. A uno de los adultos lo apuñalaron por la espalda. El 6 de octubre, la ONFI suspendió por más de un mes las competencias interligas de Montevideo. 

El nivel de violencia también se refleja en esto: cada cuatro o cinco casos que entran en el Tribunal de Penas de ONFI, solo en uno hay vinculados jugadores. En el resto, los protagonistas de los problemas son familiares de niños o integrantes del club en el que juegan.

Todos los fines de semana de campeonato se juegan entre 2.500 y 3.000 partidos de baby fútbol, que mueven, entre árbitros, directivos y entrenadores, a unas 20 mil personas. En porcentaje, los violentos son pocos, el daño que hacen es, siempre, mucho mayor, y por eso la ONFI quiere combatirlos. “Con ese pequeño grupo que hace las cosas mal hay que ser muy duro y sancionarlo. Y contarle que no tiene lugar en nuestra actividad”, dijo Mosegui a El Observador.

El problema es que, hasta ahora, algunos casos siguen teniendo lugar. El técnico de Teo, que le pegó un piñazo a su papá porque se enojó con el resultado del partido, volvió a dirigir en el club este campeonato, ahora a una categoría superior –la de 2010– y ahora con el curso de ONFI habilitante.

Gastón Añón, coordinador de Lomas 3, dijo a El Observador que el técnico “no es violento”, que fue “una situación aislada”, y que no conoce los motivos por los que pasó. Que, de hecho, fueron los padres de la categoría 2010 que pidieron que volviera a dirigir. “Yo me hice cargo enseguida cuando pasó y el técnico fue sacado de la categoría. Estaba arrepentido y se lo dijo a los niños y a los papás”, comentó Añón para justificar su retorno.

Las penas de ONFI ya eran, hasta ahora, más duras que la que recibió el técnico de Lomas 3.

Según el último código, de 2019, una incorrección verbal, un lenguaje ofensivo, grosero y obsceno se castigaba con entre 2 y 4 partidos de suspensión. Los golpes contra jugadores, orientadores técnicos, dirigentes o público implicaba la suspensión de un año.

Agredir a un árbitro o a un veedor –como el rol que cumplía Juan en Lomas 3– tenía una suspensión de vínculo de entre 2 a 4 años con el club, y hasta podía implicar la desafiliación total, en caso de contar con antecedentes de este tipo. Usar lenguaje que incite a la violencia tenía como castigo un año de suspensión. Las protestas por las decisiones de los árbitros implican de dos a cuatro partidos de suspensión.

A partir del Congreso realizado en Flores, estas sanciones pasarán a costar el doble. Los abogados Luis Bermúdez y Kerstin Jourdan analizarán lo aprobado en esa instancia para evitar que haya contravenciones con otras normas, y después sí ponerlo en práctica.

Se endurecen las sanciones pero, ¿se aplican?

Hasta ahora, las reglas eran floreros. Ningún club de baby fútbol estaba obligado a informar a la Liga o a la ONFI sobre un caso de violencia. Y así, cuando el técnico le pegó el piñazo a Juan, todo quedó en eso: el club resolvió lo que le pareció mejor, y el DT volvió a dirigir cinco meses después.

Otra de las resoluciones del Congreso de Flores fue que, a partir de ahora todos los clubes de baby fútbol estarán obligados a informar sobre estas situaciones, de modo que pueda crearse un banco de datos y así lograr la trazabilidad de la conducta de técnicos y dirigentes. 

Este nuevo protocolo de actuación –que se está elaborando– se funda en la alta rotatividad que tienen los técnicos y colaboradores de clubes de baby fútbol. Hoy se agarran a piñas acá, en unos meses se van a trabajar allá, y nadie tiene por qué enterarse del historial. Se supone que con el nuevo protocolo, la ONFI podrá hacer un chequeo para saber si esa persona carga con alguna sanción o si tiene algún antecedente por violencia.

Algunos clubes resolvieron sancionar también a los padres, que pueden recibir multas del entorno de 4.000 pesos por mal comportamiento en los partidos.

“Hay que estar generando insumos para que nuestras instituciones puedan trabajar tranquilas y para eso también precisamos un ida y vuelta. Cuando hay alguien que no se comporta bien, si podemos invitarlo a que salga del sistema lo tenemos que hacer”, dijo el presidente de ONFI.

¿Y los niños? Teo se quedó sin Lomas 3 y sin Deportivo Luis Suárez

Cuando los adultos se pelean, los niños quedan en un lugar complejo. En el caso de Teo, sus padres decidieron que terminara el campeonato de baby fútbol con el club Lomas 3, pero decidieron que no iba a ser fichado este año. Él es uno de los niños que va desde 2018 al Complejo Luis Suárez, y que su familia reclama que le permitan competir en la Liga Interbalnearia con la camiseta de ese club.

El Observador informó la semana pasada que había 16 niños que, al momento de anotarse a competir con el Deportivo Luis Suárez, supieron que no iban a poder participar porque en paralelo habían estado concurriendo a otros clubes de baby fútbol integrantes de la liga.

Cuando el Deportivo Luis Suárez pidió participar del campeonato, la Liga Interbalnearia le puso como condición que lo hiciera con jugadores “oriundos” que no estuviesen ya ingresados en otros clubes. Para estos casos, los niños deben esperar dos años antes de poder jugar con su equipo. Las familias reclaman para que se los considere oriundos del club de Luis Suárez, dado que, si bien es cierto que este es el primer año en el que la institución entrará en la competencia, funciona desde hace cuatro años y los niños empezaron allí incluso antes que en las escuelitas de baby en las que están anotados.

Sobre este tema, el presidente de la Liga Interbalnearia, César Acosta, dijo a El Observador que habían decidido no hablar con la prensa hasta la próxima asamblea, que será el lunes 8 de mayo.  

"En un hecho de violencia así, la Liga le va a tener que buscar la solución, ese chico tiene que pedir pase”, dijo el presidente de ONFI, aunque con el énfasis puesto en que puede elegir entre 26 clubes para ir a jugar, si la Liga le niega la posibilidad de jugar con el Deportivo Luis Suárez.

Hay otros tres casos en los que el club de origen advirtió que no contaría con los niños, debido a que tenían demasiados anotados, pero la Liga no les aceptó el pase para competir por el club de Suárez.

El secretario de Deportes, Sebastián Bauzá, dijo el lunes pasado en Desayunos Informales que estaba al tanto del tema y que habría reuniones para buscar una solución al problema que está dejando a varios niños sin campeonato.

Los nombres del técnico, del niño y de su padre son ficticios 

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