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El rey de la moda ha muerto, viva el rey

Karl Lagerfeld murió el martes en París. Tenía 85 años, era el último bastión de una generación de diseñadores que marcó el rumbo de la industria durante décadas

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20 de febrero de 2019 a las 05:03

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Primero, el sello, la estampa, el estilo inmortal, eso que muchos buscan con empeñado esfuerzo y otros mantienen –paradójicamente– sin que importen las modas tan rápidas, tan furiosas. Karl Lagerfeld es una imagen (puntillosamente construida) que se puede resumir, palabras más, palabras menos, así: el pelo blanco, vaporoso, rigurosamente atado y peinado hacia atrás; la camisa todavía más blanca, inmaculada; el traje negro, sobrio y sofisticado; los ojos ocultos y misterioso detrás de un par de lentes oscuros.

Después, el legado, la historia, de lo que el universo de la moda y el lujo no ha parado de hablar en las últimas horas. Lagerfeld –85 años, alemán adoptado francés, uno de los diseñadores más influyentes y relevantes del siglo XX y de lo que va del XXI, director creativo histórico de la casa Chanel, de Fendi y de su firma homónima– murió en París el martes 19 de febrero.

Estaba internado en el hospital desde la noche anterior. Hace unas semanas, sobre fines de enero, el día en que Chanel presentó una nueva colección de alta costura, Lagerfeld no salió a saludar después del desfile. En su lugar se escuchó una voz en off que dijo lo siguiente: "El señor Lagerfeld se sentía cansado esta mañana. Le deseamos una pronta recuperación". Fue la primera vez en 35 años al frente de la casa francesa que el diseñador se ausentó. Algo no estaba bien.

Los rumores corrieron tan rápido como el polvo un día de vendaval. Y los responsables de la multimillonaria industria (según El País de Madrid, Chanel anunció en 2018 un volumen de negocio de 8.300 millones de euros) se empezaron a preguntar con seriedad qué podía pasar si el rey decidía abdicar.  

Pero Lagerfeld terco, desafiante e incansable se veía inmortal. En una entrevista con la publicación francesa Paris Match de julio de 2018 dijo: "Hago 12 colecciones al año y no veo muy bien quién podría hacerlo en mi lugar, aunque a muchos les gustaría". Tiempo después la revista Número le preguntó por su estado de salud. El diseñador respondió así: "Me han hecho todos los exámenes médicos posibles y no pueden encontrar nada que esté mal. Vuélvame a llamar en diez años y lo volvemos a hablar". 

Por lo bajo se decía que estaba cansado. En el día de su muerte, la dirección de Chanel comunicó que la encargada de tomar su puesto, al menos por ahora, será Virginie Viard, su mano derecha durante las últimas tres décadas. Es un lugar común, pero no por ello deja de ser cierto: la muerte de Karl Lagerfeld marca el fin de una era.

Con su desaparición física el mundo de la moda pierde a su último gran hombre en ejercicio. Murieron Yves Saint Laurent, Azzadine Alaïa, Hubert de Givenchy,  Solo queda Valentino, fuera de actividad hace años. La periodista de El País de Madrid Carmen Mañana lo resume en una sola oración: "Sucederle se antoja así una misión titánica". 

Para los que no entienden de moda, se ríen de las frivolidades y caprichos de sus víctimas, se puede decir que Lagerfeld era un creador. Además de diseñar, era fotógrafo, realizador audiovisual y autor de varios libros, entre ellos The Karl Lagerfeld Diet donde cuenta cómo hizo para bajar una decena de kilos.

Hijo de una mujer que vendió lencería entre las guerras en Berlín, siempre fue un excéntrico y a los 19 decidió emigrar de Alemania rumbo a París, la capital por siempre de la moda. Su primer gran mojón fue cuando ganó el premio en la categoría de abrigos de la marca de lana Woolmark; Saint Laurent se llevó el galardón en los vestidos de noche. Su eterna rivalidad con su colega francés empezó allí y se mantuvo después cuando ambos se enamoraron del mismo hombre; Jacques de Bascher fue el compañero histórico de Lagerfeld hasta la década de los 80 cuando murió de sida. 

En 2015 cuando la directora de la edición norteamericana de Vogue, Anna Wintour, le dio el premio al logro más destacado de los British Fashion Awards lo presentó así: "Más que nadie que yo conozca, él representa el alma de la moda. Inquieto, vanguardista y con una voraz atención al mundo que se viene".

AFP

El CEO de Chanel, Alain Wertheimer, lo despidió con las siguientes líneas: "Gracias a su espíritu creativo, generosidad y excepcional intuición, Karl Lagerfeld siempre se anticipó a su tiempo". La casa Chanel le debe mucho al diseñador alemán. En la década de los 80 Lagerfeld logró recuperar la esencia de la talentosa Gabrielle "Coco" Chanel y convirtió a la mítica casa francesa en una marca global y siempre actual que podía verse bien en mujeres tan poco similares como Rihanna, Carolina de Mónaco o Lily Rose, la hija adolescente de Johnny Depp y Vanessa Paradis.

En un perfil que la revista The New Yorker le hizo en 2007 dijo: "La moda es sobre el hoy. Podés tomar una idea del pasado, pero si la reproducís de la misma manera que era antes nadie la va a querer". Así fue que mezcló lo chico con lo sexy, la nostalgia con la vanguardia. En el camino logró muchas controversias, no era un tipo fácil. Detestaba la gordura, no le temblaba la voz al criticar el estilo de Angela Merkel y era un cultor de lo políticamente incorrecto, la discusión sobre las pieles en la industria de la moda, por ejemplo, le parecía una pavada.

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Un mural obra del artista Bradley Theodore en el que se retrata a la editora en jefe de la revista Vogue Anna Wintour y al diseñador alemán en Grand Street en el barrio del Soho en Nueva York

Entre sus grandes frases memorables está la siguiente: “La vida no es un concurso de belleza, algunas (personas feas) son geniales. Lo que odio es la gente desagradable y fea. Lo peor son los hombres bajitos. Las mujeres pueden, pero en los hombres es imposible. Nunca se lo perdonarán en la vida. Serán malvados y querrán matarte” o "Las madres gordas que se sientan frente al televisor con sus bolsas de patatas fritas son las que dicen que las modelos delgadas son feas… pero nadie quiere ver mujeres gordas".

Evidentemente entre sus grandes méritos, como el de toda persona talentosa y egocéntrica, estaba el rimbombante encanto de la provocación. La moda se queda, una vez más, sin su último gran rey. Larga vida.

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