Diego Battiste

El “super bowl” entre “la multicolor” y la izquierda

La final del año está lejos, pero cada “confederación” ya está a prueba: unos para aprobar la ley de urgencia y otros para intentar derribarla en un referéndum

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25 de abril de 2020 a las 05:00

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Falta mucho para ver quién gana el “Súper Bowl” de la política uruguaya de 2020, pero antes que eso, el interés se concentra en “las dos confederaciones”. No se trata de las dos ligas de fútbol americano que clasifican a cada finalista del gran tazón, sino de la interna de las dos coaliciones o bloques políticos del actual sistema partidario.

El principal desafío para la “coalición multicolor” se verá en la aprobación del paquete de reformas de la ley de urgencia, y en el proceso de debate y acuerdos internos durante la contra reloj que arrancó el jueves. 

No menor es el desafío del “bloque político y social de los cambios”, un conglomerado de izquierda que comprende al Frente Amplio, los sindicatos y otros gremios o “colectivos”. El desafío está en la necesidad de recuperar iniciativa política.

No es fácil para el gobierno de Lacalle Pou alcanzar el óptimo en las reformas, ni tampoco una articulación prolija de los socios de la coalición oficialista.

No es fácil para la izquierda acostumbrarse al nuevo rol de oposición, el que supo ejercer con gran eficacia en el pasado, pero nunca luego de haber estado en el gobierno. 

Dos posturas cohabitan en el Frente Amplio:

(i) unos consideran que Lacalle Pou viene con viento en la camiseta, se quiere llevar todo por delante (las “conquistas sociales” de los 15 años de “progresismo”) y hay que enfrentarlo y pararlo ya, porque si se le da cancha libre y tiempo, luego será tarde.

 (ii) otros entienden que “pegar” ahora contra el gobierno, tiene un efecto “boomerang” ante una sociedad preocupada por el coronavirus, que espera unidad política para superar la crisis. Opina que “no hay que apurarse” y que es mejor esperar el lógico desgaste que tendrá el gobierno por insatisfacción de demandas y los cruces internos entre socios.

No es fácil conciliar esas posturas y la mayoría quiere “ir a los bifes”.

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¿Qué pasa en la “confederación” multicolor? El presidente optó por enviar un proyecto de ley de reformas sin el OK de socios a todo el contenido, sino un mix entre lo que sí tiene consenso y lo que él siente como compromiso con su electorado, y eso conlleva riesgos.

Pero en el Palacio, las primeras acciones mostraron una coalición que quiere trabajar bien, lo que se traduce en un grupo representativo de los cinco lemas (PN, PC, CA, PI y PG) con senadores y diputados, para recibir a partir del lunes a los representantes de Presidencia y ministros para abordar cada capítulo. En ese intercambio se identificará lo que tiene apoyo de todos, para que al plenario del Senado no se llegue con un texto con discrepancias.

Inés Guimaraens

Eso determina dos caminos paralelos: uno, del tratamiento legislativo formal en la comisión senaturial (oficialismo y oposición), y otro, para aprobar lo que será el texto definitivo. Además, con el acuerdo de que lo que salga del Senado, se votará tal cual en Diputados.

Es probable que ese acuerdo de la “coalición multicolor” irrite al FA por sentir que “está pintado” en el debate, que el verdadero está en una sala en la que no accede, y que entra a un escenario que es una escenografía sin contenido.

Es un cambio de roles respecto a los 15 años anteriores, cuando toda la atención estuvo en la interna del FA, donde cohabitaban posturas encontradas que terminaban acercándose en un proceso de discusión, negociación y acuerdo. Ahora, la atención estará focalizada en los 75 días siguientes (45 de Senado y 30 de Representantes) con la chance de ir a 90 días, por 15 adicionales para la Cámara Alta si hubiera algún cambio o ajuste en Diputados. Toda la atención en la interna del oficialismo.

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¿Y qué pasa en la “confederación” de izquierda? La “izquierda” en sentido amplio es más que el Frente y eso lo complica, porque la central sindical viene cometiendo errores importantes (el caceroleo) o tontos (la pintada “de pesado” del muro que tenía arte callejero). Eso no lo controla el FA, pero se lo endilgan igual.

No es fácil para esta “coalición” lograr protagonismo de buena imagen en medio de la pandemia y cuando en el Parlamento se opondrá a un plan de reformas que logró apoyo popular en las elecciones. El riesgo mayor está en cómo administrar una derrota parlamentaria.

Camilo dos Santos

Ya se habla de un intento de consulta popular, lo que no se resuelve en el FA, sino en un ámbito poco controlable como “la intersocial”, sin estructura definida ni reglamento de actuación.

Fue reactivada en verano justamente para hacer “la resistencia” a la ley de urgencia y ahí van delegados del PIT-CNT, FEUU (estudiantes), Onajpu (jubilados), Fucvam (cooperativas de viviendas), Colectivo Ovejas Negras, Intersocial Feminista, entre otros.

La tentación a embarcarse en proyectos de riesgo político es alta para un espacio como el de la “intersocial”, donde la valoración de “costos” queda a un lado.

En el Frente operará un análisis de costo-beneficio y de oportunidades-riesgos para considerar si vale la pena ir a un referéndum, pero en la “intersocial” es otra cosa. Ahí se razona de otra forma: “Vamos, compañeros, hay que hacerlo como ya lo hicimos, y lo peor que nos puede pasar es que no lleguemos, pero... ¿no vale el intento? ¿Vamos a resignarnos?”.

Para el Frente Amplio, “no llegar” a las firmas o perder un referéndum de ese tipo implica un costo político duro porque es asumir que la gente no estuvo de acuerdo con su ofensiva contra el paquete de “reformas de la derecha”.

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Para activar el mecanismo precisarán 54.000 firmas por vía indirecta, o 675.000 uruguayos para el camino directo. En el primer caso, igualmente luego precisarán que 675 mil ciudadanos vayan en persona un mismo día a interponer un recurso mediante sufragio. Y luego ir a las urnas con voto obligatorio.

¿Cuál sería la consigna para conseguir esas adhesiones? ¿Contra toda la ley (que viene con respaldo popular) o contra algunos artículos? 

Podrían tener éxito, pero no parece fácil a priori generar un clima de alarma popular para adherir a ese instrumento.

El último antecedente de victoria de referéndum contra una ley fue en 2003 contra la reforma de Ancap, una ley aprobada en enero de 2002, el año de la crisis. La gente firmaba contra la ley o contra el gobierno, en el peor momento de Jorge Batlle.

Tras un intento frustrado contra normas sobre AFE (la Corte no lo avaló por ser Rendición de Cuentas), con la izquierda en el gobierno hubo solo dos intentos y fracasaron: contra la ley de aborto (8,9% de adhesiones en junio 2013) y contra la ley trans (9,9% en agosto de 2019).

Para la izquierda en ascenso, los referendos y plebiscitos sumaban fuerza, era gimnasia militante y llevaba el empuje para llegar al gobierno. Ahora, una iniciativa así implica riesgos. Si la “confederación multicolor” tiene éxito en aprobar la ley, habrá que ver entonces si la “confederación” política y social “por los cambios” canta el “vale cuatro” y se arriesga a ir a las urnas. 

Este 2020 habrá otros tres “partidos”, con Rendición de Cuentas, ley de medios y Presupuesto. El “super tazón” no se gana solo con fuerza física sino también con mucho de estrategia; falta mucho para la final del año, y desde este lunes comenzará a verse cómo se mueve cada bloque.

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