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El tango triste del gasto “rígido”

Ahora, una vez finalizado el boom de las materias primas, cuando Uruguay necesita un nuevo impulso económico sostenible en el tiempo, nos encontramos con otro tango triste que proviene del Ministerio del Economía
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12 de enero de 2020 a las 05:02

En la década de 1950, bajo la batuta del argentino Raúl Prebisch desde la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina y el Caribe (Cepal) de la que era secretario ejecutivo, se habló mucho de la teoría de la dependencia entre los países centrales y los de la periferia. Y se habló hasta el cansancio del deterioro secular de los “términos de intercambio” de modo tal que las materias primas cada vez valían menos y los productos industrializados más. Tanto se habló por parte de Prebisch y sus discípulos que parecía que entonaban de diversas formas y en diversos tonos lo que podría llamarse, y de hecho algunos economistas famosos como Ramón Díaz lo hicieron, el “tango triste de los términos de intercambio”.

Era una forma de deprimir a todo el mundo no desarrollado diciendo que por vía del comercio no se llegaría nunca al desarrollo y que la única forma de lograrlo era cerrándose al comercio exterior y sustituyendo importaciones. Según Prebisch, “los países del tercer mundo han caído en un estado de ‘dependencia’ del primer mundo, convirtiéndose en productores de materias primas en una relación de ‘centrodependencia’ con sus metrópolis”.

Y estas ideas de la “dependencia” se repetían una y otra vez con acento triste y nostálgico. Era poco lo que se podía hacer para romper ese círculo vicioso salvo lanzarse a un proteccionismo que terminó arraigando en muchos países de América Latina con resultados nefastos. Prebisch murió en 1984 y no vio casi nada del éxito de países emergentes del sudeste asiático, ni de China, ni del resurgir de las materias primas, ni de la apertura de Chile al mundo mediante TLC. Pero su “tango” era muy funcional a quienes promovían el cierre de la economía y el incremento de la presencia estatal en la economía. El Uruguay de los años de 1950 y de 1960 es un buen ejemplo de ello. Y el estancamiento que sufrimos entonces fue una consecuencia clarísima de esa intervención total en los precios, el tipo de cambio, la tasa de interés, las cuotas de importaciones, las barreras arancelarias, etcétera.

Ahora, una vez finalizado el boom de las materias primas, –que Prebisch jamás habría previsto con su teoría de la declinación secular–, cuando
Uruguay necesita un nuevo impulso económico sostenible en el tiempo, nos encontramos con otro tango triste que proviene del Ministerio del Economía. Un tango desolador. Un tango que nos dice que el gasto público es, en su gran mayoría, “rígido”, es decir, que no se puede bajar. Y que, por tanto, en un contexto de un déficit fiscal alto como el que va a dejar el actual gobierno –superior al 5% del PIB en oposición al 2,5% que había prometido al empezar su gestión en 2015– no se puede hacer nada. Tampoco se pueden aumentar los impuestos porque, en opinión de las autoridades principales del ministerio, la carga tributaria que soportan personas y empresas es muy alta y no admite mayores aumentos.

El gasto no se puede bajar, los impuestos no se deben subir. Tampoco, como decidió el gobierno en junio de 2019, hay que aumentar las tarifas públicas, instrumento al que recurrió con exceso el MEF para atender a Rentas Generales. Panorama desolador. Ni para cantar un triste tango da la cosa. Menos mal que viene otro gobierno y el tren se va a estrellar con otro conductor, al que se le echarán las culpas de la pérdida del grado inversor y del crecimiento de la deuda.

Pero afortunadamente la situación no es así. No estamos bailando el tango triste del gasto rígido sino que el actual gobierno ha optado por bailar el tango del no hacer nada, de dejar que el gasto crezca, que las Rendiciones de Cuentas se hagan con supuestos de crecimiento económicos irreales para contentar a su electorado.

Afortunadamente otra cosa es posible. Por de pronto, es posible cumplir aquella promesa que hizo el contador Danilo Astori en 2016 de rellenar solo dos de cada tres vacantes que se produzcan entre funcionarios públicos. E ir aun más lejos y rellenar solo una o menos que una. Es posible aplicar una política de austeridad en el manejo de los dineros públicos que transmita ejemplo de arriba hacia abajo. Es posible cambiar el sistema de seguridad social para corregir todos los errores de la reforma del año 2008 –que el propio ministro Astori reconoció en el reciente Foro de ACDE “fue a contrapelo de la transformación que a mi juicio necesita el sistema de seguridad social”–. O sea, no hay derecho al pesimismo que viene del actual gobierno ni a su triste tango sobre el rígido gasto público que hizo
crecer durante 15 en forma ininterrumpida, cuando muchas voces pedían una política contracíclica. Hay derecho al optimismo de una conducción económica austera, sensata y que apueste a reducir gastos excesivos y sobre todo a gastar mejor. Eso sí, la tarea es enorme, hay mucho por hacer y nada de tiempo que perder. 

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