El director musical José Carli durante una actuación

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El último músico artesanal

Carta del lector Daniel Pedercini sobre la muerte de José Carli
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22 de febrero de 2021 a las 05:00

Por Daniel Pedercini

El arreglo musical es la modificación que se efectúa a una obra original para embellecer su línea melódica.

En la historia musical argentina hubo y hay grandes arregladores. En el tango, por ejemplo, Argentino Galván, Martín Darré o Roberto Pansera que, a mí entender, supieron embellecer grandes composiciones, marcando un antes y un después dentro del género. En esta línea agregaría a un gran arreglador y director, como José Carli. Este gran músico, de una sencillez admirable pero con un extraordinario talento, nació en Trieste (Italia) el 3 de septiembre de 1929, y con cuatro meses de edad escapó del fascismo de Benito Mussolini y llegó a Argentina junto a su familia. “Yo me considero un porteño porque mi vida se desarrolló íntegramente en Buenos Aires”.

Los Carli se instalaron en el barrio Saavedra, uno muy distinto al actual. "Era puro descampado y mucho pajonal”, recordó José. “Empecé a los ocho años a tocar el violín porque me lo regaló mi mamá y en la escuela la maestra de música dijo: 'Este chico canta muy bien y tiene condiciones para la música'. 

A sus 15 años formó una pequeña orquesta de barrio actuando en los clubes de la zona: Villa Urquiza, Villa Pueyrredon y el propio Saavedra, donde vivió hasta 1953 cuando se mudó al centro de Buenos Aires.

Cierto día, a los 17 años, y con su radio encendida mientras hacía los deberes de música, escuchó una versión única del tango: Recuerdos de Bohemia, interpretada por Aníbal Troilo y la voz de Alberto Marino, cuya introducción musical es algo excepcional. Es el único disco de 78 revoluciones por minuto donde se grabó el mismo tema ocupando las dos caras.

En el lado a estaba esa introducción musical, y en la segunda cara se ensamblaba la letra. José Carli diría: “Ese arreglo musical me voló la cabeza". Había sido realizado por Argentino Galván y cuando se enteró agregó: "Yo quería saber qué tenía adentro eso. Cuando me di cuenta de todo dije: 'yo quiero ser arreglador'”.

A los pocos años, comenzó a estudiar armonía, contrapunto y orquestación. Tenía 23 años y ya vivía de la música trabajando en la orquesta de Osvaldo Donato y actuando en la confitería Nobel, donde en el piano aparecía un joven Osvaldo Tarantino.

Luego, le siguió su participación en la orquesta de Francisco Lomuto (1949), Mario Demarco (1951) y Fulvio Salamanca (1957). “La última orquesta de tango en la que estuve fue la de Héctor Varela”.

Con José Carli charlé toda una tarde, a fines de 2017, donde me contó su admiración por muchos de sus colegas violinistas: Hugo Baralis, Antonio Agri, Fernando Suárez Paz. Pero para él, el máximo fue Enrique Mario Francini, compañero en la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires en 1954.

En esos tiempos, José era muy reconocido dentro del ambiente musical por sus arreglos. “A fines de los años 50 comencé a trabajar como director musical en una compañía de grabación llamada Récords, donde Piazzolla grabó con el Octeto Buenos Aires. (...) Allí estuve dos años y produje un disco con Horacio Guaraní, un cantor que aparecía en el firmamento folklórico, y con orquesta".

Pasó, luego, al sello CBS Columbia, al ser llamado por el músico y director Waldo de los Ríos. “Fueron tiempos donde comenzó a grabar Sandro", recordó José y agregó: "Hizo el primer disco conmigo. Fue un éxito, pero yo sentía que no era el director para él y se lo dije. Allí apareció el productor Héctor Techeiro, quien lo inclinó hacia las baladas con el acompañamiento musical de Óscar Cardozo Ocampo y Jorge López Ruiz. Después todos sabemos lo que fue".

Pero los grandes momentos de José fueron cuando apareció un muchacho santiagueño llamado Leo Dan: "La irrupción de Leo fue tremenda a mediados de los 60”, dijo Carli. "Los discos se vendían como pan caliente y compuse la música de todas sus películas".

En el sello CBS estuvo desde 1959 hasta fines del 68. Ya en los 70 pasó a ser director musical del sello Microfon, acompañando a todos los cantantes y conjuntos de la época y grabando mucha música para películas.

Fue también director musical de Eladia Blázquez. “La gallega era muy trabajadora, muy talentosa, muy segura de sí misma; hacía todo bien” relató. "Nos conocimos en Récords, la primera compañía en la que trabajé, y luego grabamos en los 80 en la compañía EMI Odeón".

A partir de los 90, su trabajo fue incesante. En realidad, siempre lo fue, pero en ese entonces se dedicó a los arreglos para grandes orquesta sinfónicas como la de Berlín, Venezuela, Silicon Valley y Filarmónicas de Veneta en Treviso (Italia) o Buenos Aires. Sus arreglos de tango para orquestas sinfónicas son insuperables, aún más cuando fueron dirigidas por su gran amigo Daniel Baremboin.

En 1995 recibió el premio Konex como mejor arreglador y, por segunda vez, en 2005, como director y arreglador de música popular. Su reconocimiento es mundial: “Dentro de todos los estilos musicales me quedo con el tango”, confesó.

Sus últimos años los dedicó a la docencia en la Sociedad Argentina de Autores y Compositores (SADAIC), dando clases sobre la “introducción al contrapunto y la orquestación en la música popular”.

Reacio al grabador, me invitó a otro encuentro en su casa “pero sin ese aparatito” (por la grabadora), me dijo. Lamentablemente, no pudo ser: José Carli nos dejó un 5 de noviembre de 2020 a los 91 años.

En un momento le dije: “Bueno, maestro" a lo que respondió: "No me gusta que me digan maestro porque sé quiénes son los maestros. Con mis 89 años, aún me quedan cosas por aprender, por eso no me siento un maestro”.

Y mi pregunta final fue: "¿Volvería a hacer exactamente lo mismo?". En ese entonces contestó: "Me arrepiento de las cosas que hice mal, pero volvería a hacer lo mismo que hasta ahora".

Claro, directo, sencillo y sin pelos en la lengua, así era José Carli. Con él se va el último gran arreglador musical de raza artesanal de Argentina, dejando un campo orégano a las nuevas generaciones.

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