Opinión > ANÁLISIS

El vestido azul y negro, que no era blanco y dorado

El presidente de la República siente que va bien, lo que choca con una opinión pública que envía mensaje de disconformidad
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22 de diciembre de 2018 a las 05:00

El presidente siente que su gobierno va bien. La gente siente que va mal.

Ante una platea de muchos empresarios, jerarcas de gobierno y prensa, Tabaré Vázquez expuso con detalle el cumplimiento de compromisos asumidos en 2014, y concluyó que el gobierno ha sido efectivo, y que se destaca por encima de otros de la región.

El presidente siente que los uruguayos se deben sentir orgullosos de la marcha del país.

La opinión pública va por otro circuito: siente irritación.

El presidente entiende que se han sumado logros.

La gente percibe que se han acumulado problemas, y que las autoridades no tienen reacción para hallar soluciones.

El presidente se aferra a su idea de no innovar y mantener el equipo.

Los uruguayos perdieron confianza en figuras claves de la administración y reclaman cambios.

Las autoridades muestran con satisfacción cuadros comparativos de PIB entre Uruguay los países vecinos, destacan las tasas de crecimiento acumuladas durante más de una década y media.

Los trabajadores, los comerciantes, los productores, ven otra cosa, ni 2 de cada 10 uruguayos piensan que la economía va bien. 

Y pocos, muy pocos (18%), creen que va a mejorar en el año próximo.

El contraste se vio esta semana en toda su dimensión. El jefe de Estado hizo su balance anual y a la vez se conocían el último sondeo sobre evaluación popular de la gestión presidencial.

Se parece a aquel enigma de usuarios de internet, que discrepaban sobre el color de un vestido: todos miraban la misma prenda, pero unos lo veían “azul y negro”, y otros “blanco y dorado”.

Aquel episodio de 2015, conocido como #theDress fue explicado por un instituto oftalmológico de España que dijo que la diferencia estaba en cómo el “cerebro interpreta contextualmente la información”, porque “filtra intuitivamente el fondo y la luz para ver el verdadero color del vestido”, pero que la tonalidad azulina de la imagen y los colores que hay alrededor del vestido, llevan al cerebro a “una confusión”.

Y así, el mismo vestido era visto por unos y otros, de colores diferentes.

Pero el vestido era de una forma; alguien estaba confundido.

En ADM, Vázquez desplegó un trabajo preparado, pensado, con muchos datos y con información de contexto; se tomó tiempo para diseñar la presentación de cierre de año; no fue con un mensaje político de oratoria lavada para cumplir un protocolo. Bien trabajado.

Pero no convence. 

Porque hay un malestar instalado desde la primavera de 2015, que salvo alteraciones coyunturales, ha sido firme: preocupación alta por la delincuencia, inseguridad laboral y pesimismo económico, y ausencia de perspectivas esperanzadoras.

Aunque el check-list del presidente tenga marcado como “hecho” la mayoría de las metas, a la gente le pesa más lo otro, lo que falta, lo que se percibe como que anda mal.

Para saber qué piensa “la gente” están los estudios de opinión pública, que podrán ser relativos pero que reflejan un estado de ánimo que se corresponde con lo que en reserva comentan incluso legisladores frenteamplistas.

Muchos dirigentes del oficialismo reconocen en privado que no se han corregido problemas de gobierno, y alguno se anima a decirlo públicamente, sea a un medio de prensa o en un comité frenteamplista y luego recogido por medios.

“Falta de recambio generacional” en el gobierno, dijo esta semana el Prosecretario de la IMM, Christian Di Candia.

“A mí me gustaría tener un presidente que hablara con la gente, que se lo viera, que dirigiera el gobierno, que el gobierno fuera todo hacia el mismo lado”, había dicho uno de los principales jerarcas de la OPP, Fernando Isabella en octubre.

Unos porque lo quieren decir, otros porque se piensan que no hay micrófonos cerca, y otros por impulso del despecho, como Sendic, que luego de ser inhabilitado como candidato por sus camaradas, salió con críticas internas que sentía pero no expresaba.

Apenas ejemplos, pero que ilustran sobre lo que sienten muchos.

¿Y quién tiene razón? 

Porque de la misma forma que el vestido era de un color y no del otro, no son válidas las visiones tan contrapuestas; algunos están equivocados.

En economía, el PIB crece desde fines de 2003 pero el ritmo cambió en 2014, y el empleo ha venido en baja. En los últimos meses incluso, el ingreso familiar ha perdido poder de compra. 

No es que haya crisis, ni que se vaya a una crisis. Es que hay sectores que bajan su actividad, otros que pierden rentabilidad, y trabajadores que no encuentran empleo o si lo encuentran es de baja calidad.  

Las rapiñas, robos y asesinatos han ido en aumento, y es cierto que la aplicación del nuevo proceso penal tuvo su incidencia, pero eso alcanza para justificar el problema, no para negarlo.

Y el otro factor es “la falta de reacción”. No se trata de que el gobierno “no hace nada”; sí que hace. Pero al resistirse a cambios, al desechar la oportunidad de sacar un ministro y probar con otro, de mostrar que puede ajustar su plan a una realidad cambiante y anunciar medidas nuevas, al faltar eso, es comprensible que la gente lo decodifique como “inacción”.

Para el 2019 hay un shock de obra pública que deberá comenzar, y eso genera demanda de mano de obra directa y movimientos indirectos, comerciales y de servicios.

Aunque al anunciar obras o inaugurar otras, ya se ha visto dificultad de las autoridades en cómo se comunica eso.

Ahí tiene un problema adicional. La apelación a las “cadenas” de radio y TV son el mejor ejemplo de una estrategia de comunicación desactualizada, alejada del sentido común.

Vázquez sentirá que las críticas son injustas, que el saldo fuertemente negativo de evaluación popular es de ingratitud. Pero la gente tiene elementos para el descontento.

Aquel vestido del debate cibernético no era “blanco y dorado”; era “azul y negro”.

Las cosas son así, aunque se vean de otro color, son del que color que son. 

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