Por Martín Viggiano (@martinviggiano)
La temperatura de servicio del vino es fundamental. Nada tiene que ver la bebida cuando está caliente o muy fría. Su expresión es distinta y las percepciones también. Podría decir que el frío cierra al vino y el calor lo abre. Cuando está caliente se torna volátil e insoportable, y cuando está a muy baja temperatura se esconde y se torna imperceptible. Por eso uno de los primeros consejos es consumir vino a temperatura adecuada, según cual sea la variedad.
En Sacacorchos hemos repasado que los tintos es aconsejable tomarlos a 16° o 18°, mientras que blancos o rosados deben llegar a un nivel más bajo de temperatura, por debajo de los 10°. Los espumantes incluso menos. Ese punto de partida sirve para luego lograr una degustación armónica.
Pero en verano la cosa se complica. Para empezar hasta los más acérrimos defensores del vino nos pasamos a alguna otra bebida, o dejamos de lado los tintos para darle duro a blancos o espumantes. Lo cierto es que no se tiene siempre en cuenta la importancia de la temperatura, y por ello se cae de forma recurrente en el desprecio de los tintos en verano.
En el invierno es fácil. Uno deja la botella arriba de la mesada o en cualquier otro lugar dentro de un ambiente sin calefacción, y la temperatura ambiente hace el trabajo de dejarlo casi al punto justo de consumo. Pero en verano hay que atender ese tema.
No es delito. Repito: no es delito poner la botella de vino en la heladera o enfriarlo antes de consumir. Lo digo porque me pasa seguido recibir comentarios o gestos ordinarios cuando lo hago. Parece que fuera un pecado enfriar un tinto. Pero no.
Sí es imperdonable, por lo menos a mi juicio, caer en la tentación del hielo. El vino se altera. Así de sencillo.
En el post que escribió el sommelier Daniel Arraspide invitado especialmente por Sacacorchos, se plantearon consejos para el consumo de vino al aire libre. Allí el profesional deslizó que para él no era pecado agregar un cubito de hielo si el caso lo ameritaba. Es una opinión.
Para esquivarle al cubito de hielo adentro de la copa, hay varias soluciones. La tradicional es llenar un recipiente tipo balde (champagnera), colocar hielo y completar con agua, para sumergir por lo menos tres cuartas partes de la botella. Existen también elementos más sofisticados como cubos de hielo recubiertos, para colocar en la copa y que no derrita agua en el vino. También artefactos portátiles que enfrían la botella.
En definitiva, la cuestión es adaptarse en las diferentes estaciones del año para no privarse de tomar vino. Los que lo hacen, no saben lo que se pierden.
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