Gentileza de Ticky Yoga

Emprendedor en yoga: una búsqueda de equilibrio entre la espiritualidad y el mundo empresarial

La cuarentena pareció generar el escenario propicio para iniciarse en el mundo del yoga. Detrás están los emprendedores uruguayos que se las tuvieron que ingeniar para reconvertirse

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24 de junio de 2020 a las 16:51

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28 de febrero de 2020. Mariana Vega sintió que el estudio de yoga que había abierto tres años atrás estaba quedando chico y ese día, oficialmente, fue por más: firmó el contrato para mudarse a un espacio en Carrasco que permitiría multiplicar por varias veces la cantidad de alumnas por clase.  

Apenas 15 días más tarde, llegó la pandemia a Uruguay y analizó dar marcha atrás. "Había emprendido un viaje de contrato y gastos fijos más altos mes a mes. No supe qué iba a pasar y pensé cancelarlo", dijo. La apuesta significaba haber colocado todos los ahorros generados en tres años de trabajo, sin saber si contaría con un ingreso mensual, ni por cuánto tiempo. "Era una apuesta enorme. Pensé que necesitaba sobrevivir", recordó. 

El 1° de junio, casi tres meses después y tras un camino de reconversión al mundo online, el nuevo espacio de Ticky Yoga -apodo con el que se conoce a la emprendedora- reabrió sus puertas. "Fue cerrar los ojos y confiar. Por ahora estoy contenta de haber tomado esa decisión", contó, aunque los resultados imaginados al plantear la mudanza quedaron truncos por un tiempo. "Nos sigue afectando. Buscaba capacidad para 25 personas por clase y ahora no puedo tener más de 12 o 13. Tuve que agregar más grupos, horarios y trabajo. Es parte de este momento para todos", comentó. 

Gentileza de Ticky Yoga

La cuarentena pareció generar el escenario propicio para iniciarse en el mundo del yoga. Las imágenes de matas -colchonetas de yoga- de repente proliferaron en las redes sociales, al mismo tiempo que se generó una avalancha de propuestas que invitaban a adentrarse en la práctica de forma gratuita, también por Youtube.

Detrás de escena, sin embargo, emprendedores uruguayos del yoga se las tuvieron que ingeniar para reconvertir su negocio y mantener la fidelidad de su clientela en un contexto de dificultades económicas y necesidades potenciadas de continuar con la práctica. 

Foco en clientes

Desde el lunes 16 de marzo, Sofía Loskin se reconvirtió para transmitir sus clases vía Zoom y ofrecer otro tipo de formato a través de un canal de Youtube. Contó que no tuvo la intención de captar más público, sino brindar un servicio más personalizado, desde la cuota hasta el armado de las propuestas.

"Echaron gente de sus trabajos o los enviaron a seguro de paro. Lo que me pareció más honesto fue dejar la cuota abierta a un intercambio. No es un gimnasio y hubo un intercambio casi persona a persona para poder lograr algo común donde todos pudieran sentirse contenidos", contó. De esta forma, hubo quienes continuaron pagando la cuota normal "con la convicción de poder y querer hacer eso", mientras que en situaciones especiales se estableció una "cuota de mantenimiento" para acceder a las clases. "Con otros tuve excepciones donde no pagaron, y su realidad justificaba que se mantuviera ese vínculo", indicó. 

Para Loskin, que abrió un estudio donde enseña yoga, pilates y flexibilidad hace cinco años, el apoyo durante el tiempo de aislamiento fue mutuo. "Yo también sentí el apoyo por parte de ellos, porque mantener un negocio sin abrirlo no existe, y sin embargo lo logré. Para mi fue un éxito de parte del apoyo", relató. Loskin no notó una "predilección especial" por el yoga en tiempos de cuarentena. 

El dueño de Ananda - Casa de Yoga y Meditación, Martin González, mencionó que se focalizó en los clientes y en que continuaran la práctica, por lo que no puede medir si la demanda aumentó más allá de su empresa. De todas formas, expresó que en los primeros 15 días se hizo una "apuesta intensa", ya que los clientes necesitaban mantener la rutina y los horarios en sus casas.

Gentileza de Ananda - Centro de Yoga y Meditación

"Muchos iban a estar en seguro de paro, con mucha angustia y lo principal iba a ser generar actividad que pudieran sostener desde su casa", dijo. En ese sentido, aumentó la meditación y el "uno a uno" con los clientes, así como las actividades de fin de semana online para conversar de temas personales, más allá de la coyuntura. 

"Hice hincapié en fortalecer la red que ya teníamos para que la gente con angustia o ansiedad le surgiera lo mejor y no lo peor", contó. Destacó que todos continuaron pagando la misma cuota, y que incluso se sumaron colaboraciones de instructores del interior, lo que llevó a aumentar los ingresos en abril y junio: 

"Fue colaboración, porque ellos no pueden venir a Montevideo y cuando se enteraron que íbamos a cerrar y convertirnos a online, se integraron para ayudar a que el lugar siguiera funcionando y hacer girar el dinero", señaló.

Luego empezaron a colarse las dificultades en la dinámica familiar durante el encierro y la vuelta al trabajo, que repercutió en una baja del trabajo. 

Durante estos meses, la casa de yoga brindó clases a través de audios enviados a los clientes por listas de difusión de Whatsapp. González cree que la etapa actual, con el estudio abierto pero menos alumnos por clase, es la más difícil. "Estamos en etapa presencial y online, con cupos limitados para entrar. Es la etapa más difícil porque la gente no tiene claro qué se puede hacer y qué no. Está el que no viene por miedo, y el que viene y sin cuidarse", apuntó. 

Mantener y expandir

Los primeros días de Ticky Yoga en cuarentena fueron particulares. El estudio está ubicado en Carrasco, zona donde se generó el primer brote de coronavirus en Uruguay. Por otra parte, Vega contó que el 15 de marzo "nadie conocía Zoom", por lo que el paso a las clases virtuales requirió también de enseñar a manejar esta herramienta. "Hubo resistencia al principio pero fue la minoría y está bien, porque lo presencial es invaluable", comentó.

Al principio, Vega también se centró en "mantener y cuidar" a sus alumnas. "Al principio nos conectábamos a las 19 y éramos 50 en vivo, juntos practicando y meditando, era el momento del día para la gente", indicó. Ajustó la cuota y distribuyó becas para quienes no podían pagar las clases. "Nunca le dije que no a nadie", añadió. 

Cuando notó que la pandemia se extendería más que esos primeros 15 días, comenzó a abrir la comunicación más allá de sus alumnas, y la demanda "creció un montón". No obstante, Vega recalcó que las clases de yoga online se convierten en un desafío. "En mis clases cuido mucho todos los detalles: la iluminación, el ambiente, olores, lo visual. Para mi no es lo mismo ofrecerlas en el estudio que en Zoom. Además ajusto posturas, cosas que no podía hacer desde mi casa", sostuvo. 

El equilibrio necesario

Vega estudio licenciatura en Comunicación, carrera que abandonó antes de terminar la tesis. Se desempeñó durante diez años en áreas comerciales del mundo corporativo. En su último trabajo, conscientes de su afición por el yoga, a Vega le ofrecieron un viaje a India a cambio de cumplir con una meta laboral. Un mes y medio después estaba en India y el viaje marcó un antes y un después.

"Quedé super agradecida con ese trabajo, pero me di cuenta que quería dedicarme al yoga", recordó. Tras acordar con una agencia de viajes la posibilidad de realizar un viaje temático por India, la emprendedora logró financiarse el profesorado en ese país. Cuando volvió, abrió su anterior estudio, con capacidad para seis personas por clase. 

Hoy, compara ambos caminos -corporativo y emprendedor- y aseguró que el actual requiere "mucho más trabajo". "Dedico más tiempo y todo tu amor está puesto ahí, por lo que es difícil frenar. Sabés que eso depende de vos y sos la única responsable de que funcione", expresó. 

Emprender en el mundo del yoga tiene el "plus" de "confiar en uno mismo", dijo Vega. "Yo vengo de un palo más comercial, hice una carrera y es una base que me ayudó mucho a desarrollar mi negocio", indicó la fundadora de Ticky Yoga. "Siempre digo que soy yogui, pero también emprendedora y empresaria. Las dos cosas son importantes y necesitan sostenerse", contó. Emprender en este ámbito tiene otro desafío: mantener el equilibrio entre "el ser espiritual y el empresarial". "Es un tire y empuje permanente, una disputa interna que tenemos todos los que nos dedicamos a lo espiritual, porque vivimos en un mundo material. Es un lindo desafío", agregó. 

Montar un negocio asociado a la espiritualidad no está exento de prejuicios, según Vega. "Muchos años atrás se decía que los psicólogos no tenían que cobrar. Con lo espiritual hay un poco de esto, pero por suerte cada vez menos. La gente entiende que hay un trabajo. Yo me formé muchísimo y es un consejo para profesores de yoga", relató. 

 

 

 

 

 

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