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03 de abril de 2020 a las 21:45

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El gobierno lleva adelante una batalla ejemplar contra la peor epidemia de su historia. La comunicación de presidencia es transparente y honesta. El presidente Lacalle Pou y su mano derecha, Alvaro Delgado vienen informando paso a paso las decisiones que toman junto con sus ministros. Las puertas de la Torre Ejecutiva han estado abiertas para recibir sugerencias, donaciones y críticas.

El presidente ha elegido el camino de la libertad individual con su contracara de la responsabilidad para evitar entrar en una cuarentena obligatoria que sería muy difícil de cumplir sin convertir al país en un Estado policíaco con militares patrullando y deteniendo gente en las calles.

El tsunami de la pandemia arrasa con todo, sin detenerse en la riqueza o en la pobreza de los países. Italia, España y Estados Unidos atraviesan la peor catástrofe sanitaria de su historia y cuentan los muertos por miles. Uruguay sin embargo ha actuado con celeridad, anticipándose incluso a las restricciones sugeridas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) contra el virus.

Leonardo Carreño

Las fronteras fueron cerradas, los uruguayos repatriados están en cuarentena obligatoria. Se acondicionó el Hospital Español para recibir a los infectados por el covid-19, se suspendieron las clases por tiempo indefinido para evitar conglomeraciones de gente. A su vez demostrando la importancia de las consecuencias en lo social de la pandemia, se fortalecieron las partidas y la asistencia para los más vulnerables de la sociedad a través de un trabajo sin precedentes del Ministerio de Desarrollo Social (MIDES).

La ministra de Economía, Azucena Arbeleche, ha sido sensible a la emergencia sanitaria y sin ceder un centímetro en sus convicciones de que “los motores de la economía no pueden detenerse” dio muestras de estar a la altura de las circunstancias. Dejó de lado las prioridades que le quitaban el sueño el 1 de marzo y garantizó que el Fondo Coronavirus tenga los recursos necesarios para que los uruguayos que quedan sin trabajo, aquellos que vivían con los jornales diarios o los que directamente no tienen ingresos, no tengan que pasar más penurias de las que ya pasan.

La llegada del coronavirus muestra mayoritariamente a un Uruguay solidario con el prójimo y sensible a la situación. Las ollas populares y las recaudaciones de donaciones crecieron como hongos las últimas semanas. Además, la mayoría de los uruguayos entendieron y acataron la exhortación del presidente de quedarse en sus casas. Modificaron los hábitos y cambiaron sus conductas.

Camilo dos Santos

Pero los mundos perfectos no existen. No somos Suecia ni República Checa ni nos comportamos como suecos y checos. Hay uruguayos que no entienden que la responsabilidad individual es el mejor antídoto contra la pandemia. Si los individuos circulan lo mínimo y no se juntan, el virus simplemente muere por no encontrar vectores donde anidar y multiplicarse.

Es lamentable y vergonzoso que haya gente que, en esta Semana Santa, haya hecho oídos sordos a las recomendaciones del presidente de quedarse en sus casas y no hacer turismo, reduciendo al mínimo la circulación.

El presidente sabe que el precio de la libertad es alto y tiene su riesgo. También sabe que él sólo no puede ganar la batalla, pero que si los uruguayos hacen lo que tienen que hacer el coronavirus una anécdota pronto será.

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