ESTEBAN COLLAZO / ARGENTINIAN PRESIDENCY / EFE

Entre mentiras y medias verdades

Las expectativas de que el virus kirchnerista se iba a diluir con la candidatura de Alberto Fernández se van desvaneciendo a pasos agigantados

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30 de agosto de 2020 a las 05:00

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Cuando un gobernante está en problemas o quiere conseguir un objetivo difícil y arduo, suele recurrir a inexactitudes, falsedades, medias verdades, verdades a medias, mentiras o quizá fake news como hizo Nerón en el año 64 al culpar a los cristianos del Gran Incendio de Roma. En el mundo actual abundan los ejemplos y máxima con la potenciación de las redes sociales.

En Estados Unidos, por ejemplo, Donald Trump es un gran manipulador de Twitter y desde esa red pontifica, critica, da información falsa, ataca a adversarios, defiende a amigos y en fin, tiene en vela a los principales medios americanos para leer lo que el presidente publica en su cuenta personal a eso de la 4 a.m. y obviamente para seguirlo a lo largo del día.

Europa no está exenta de esos problemas y quizá solo el prudente y despegado gobierno de Angela Merkel no tenga que recurrir a estos trucos. Los demás países importantes de la región han perdido credibilidad por falsear la realidad o directamente mentir.

En América Latina no andamos mucho mejor. Dos países gigantes como México y Brasil están conducidos por gobiernos que niegan la realidad o deforman la verdad o mienten cuando les conviene. Mala cosa ese camino aunque dé réditos de corto plazo. Es pan para hoy y hambre para mañana. Y lo que es peor, abre camino al populismo y al realismo mágico, doctrinas que muestran que todo se puede lograr, que el estado tiene recursos infinitos, que la riqueza cae de los árboles. Eso causa mucho daño en el electorado que, al menos en un primer tiempo, que puede ser más o menos prolongado puede aceptar como buenas esas promesas mesiánicas. ¿Cuan prolongado? Difícil decirlo pero ya se ve lo que pasó con la Venezuela de Chávez y Maduro y con la Argentina de Perón, en todas sus diversas facetas, especialmente en esta versión dura del kirchnerismo que afecta al país desde 2003.

Las expectativas de que el virus kirchnerista se iba a diluir con la candidatura de Alberto Fernández se van desvaneciendo a pasos agigantados. Al principio se tuvo que comer muchos sapos y culebras de la agenda propia de la vicepresidenta pero al parecer ahora comienza a convivir con ellos, tanto en el fondo de las políticas como en la forma. Habitualmente de trato afable, y duro crítico de Cristina en su segundo mandato, ahora Alberto parece haber perdido los estribos, la calma y las formas. Cada vez se parece más a su jefa, aunque decía estar en las antípodas hace 3 o 4 años.

En ese sentido, la semana pasada dio un paso muy grave al declarar “público y esencial” los servicios de internet, telefonía y televisión por abonados. En buen romance, estas empresas ya no fijan precios sino tarifas que deben ser aprobadas por el gobierno. Si la medida era para fomentar la competencia y facilitar el acceso, fue un camino erróneo. Ya hay un porcentaje de esos precios que se destinan a un fondo para financiar el acceso a internet de quienes están más lejos o tienen menos recursos. Y además va a tener una consecuencia obvia que Fernández no tiene en cuenta o prefiere ignorar: la retracción de inversiones en tecnología. Podrá impedir que las empresas suban sus precios -de hecho con ese decreto los congeló hasta diciembre- pero no podrá obligarlas a invertir y en el campo de la tecnología el lema es “invierte o muere”. El gobierno, lo que no puede, es fijar al mismo tiempo precio o tarifa y calidad del servicio.

Quizá al darse cuenta de su error, Alberto Fernández apeló a un subterfugio, media verdad o media mentira para traer agua a su molino. Dijo que en Noruega y Finlandia, dos países muy serios, “estos son servicios públicos”. No pasaron 24 horas y la embajada de Finlandia en Argentina emitió un comunicado informando que “el mercado finlandés en general se basa en la competencia abierta entre sus actores, lo que propicia un clima de mayor elección y precios competitivos para los consumidores. El objetivo del Gobierno es crear un entorno de mercado que brinde nuevas oportunidades de negocios, promueva las exportaciones y aumente la línea de servicios”. O sea, todo lo contrario de lo que pretendía decir Alberto para justificar una decisión que será nefasta. Este tema de las rectificaciones internacionales al presidente por errores, medias verdades o falsedades no es nuevo. Se ha repetido a raíz de comparaciones presidenciales con lo bien que le iba a Argentina en la lucha con el coronavirus en relación con otros países, fue desmentido por las embajadas de Chile, Brasil, España y Suecia. Y en todos los casos para corregir datos erróneos de las alocuciones presidenciales.

Cuando a uno le pasa eso en apenas 5 meses, debe recapacitar rápidamente. Porque además del daño de engañar a su pueblo, comienza a deteriorar las relaciones internacionales de su país. Y no es cosa menor perder prestigio y credibilidad en el concierto de las naciones. 

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