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27 de enero 2022 - 13:19hs

El tercer año de Epígrafe empezó. El arranque del 2022 me encontró con días libres en una semana de calor intenso, a metros de la arena, con una pila de libros suculenta, sin saber absolutamente nada de lo que estaba pasando en el mundo e infinito tiempo libre. Las vacaciones, aunque rendidoras, fueron cortas y acá estoy de vuelta, al servicio de esta newsletter que cumple con esta entrega su edición número 23 (!!!). Ojalá hayas tenido un comienzo de año similar o, al menos, que haya estado acompañado de buenas lecturas o lo que sea que te haga feliz. 

Lo dicho: el año, de mi parte, arrancó con libros y buenas elecciones. Me metí por primera vez en autores que me generaron ratos excepcionales –de los que ya mencionaré más–, y me reconcilié con otros que, en mi primer aterrizaje, no me habían terminado de convencer. Esta edición de Epígrafe será, en ese sentido, una especie de coda del verano, y espero que algunas de las lecturas que acá aparecen sean lo suficientemente seductoras como para que les eches un vistazo. 

Por otro lado, hay varios libros que se publican este año que me tienen entusiasmado, y más abajo pongo una lista de cinco que espero con particular interés. 

De las profundidades de Gales

La manera en la que llegamos a los libros nunca es la misma. Tampoco el grado de interés con el que nos zambullimos en su lectura. Antes del 2022 no sabía absolutamente nada del autor galés Cynan Jones, y eso que uno de sus libros estaba en una de las bibliotecas de mi casa, y muy a la vista. Lo había comprado mi pareja algunos meses atrás, se titulaba La tejonera, y todavía ninguno de los dos le había dado la oportunidad que se merecía. Durante los primeros días del año, revolviendo entre los pendientes, me llamó la atención su portada. Lo publicó Chai, una pequeña editorial argentina cordobesa de la que nos estamos volviendo fanáticos, y lo abrí para ojear la primera página.

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Cynan Jones

Jones es un escritor económico: sus libros son breves, escuetos, no hay grandes despliegues narrativos y está en las antípodas de lo barroco, pero con estrategias bien ejecutadas se las arregla para contar historias de un caudal emocional gigantesco que calan hondo y se quedan hasta mucho después de la lectura. Entre esquilas, corderos, granjas ubicadas en las laderas de los valles galeses, vacas que se pierden, cazadores de tejones y más, Jones retrata personajes que lidian con los elementos, traumas del pasado y vidas que nada tienen de sencillas. En su escritura hay descripciones precisas sobre el entorno y quizás no tanto sobre las personas, en un intento cabal de moldear a sus personajes a partir de los espacios que habitan. No hay nada romántico en la exposición que hace de la naturaleza: el campo aparece como un recinto brutal, salvaje y con una lógica devastadora que hace sufrir a los personajes, pero que también les regala instantes de una belleza sobrecogedora. Lo que Jones escribe parece llano, fácil, pero debajo de esa superficie hay profundidad y un manejo absoluto de los recursos.

La tejonera es su último libro traducido por Chai (el original es de 2014), pero anteriormente ya habían publicado Tiempo sin lluvia (de 2006), considerado como una de las mejores novelas que salieron en 2020 en Argentina.  En 2022, Chai publicará un tercer libro de Jones, que espero con muchas ganas.



Su traducción al español hizo que la figura del autor en el mapa de la región se agrandara, y eso trajo el interés de la prensa por su nombre y su voz. Son varias las entrevistas en las que Jones cuenta que al principio estaba obsesionado por escribir novelas grandilocuentes y que tenían lugar en distintas partes del mundo, hasta que se dio cuenta de que tenía que acotar la mirada, mirar a su alrededor y empezar a relatar las historias que veía desde la ventana de su granja. Desde allí escribe, sus novelas son la manera en la que él entiende su mundo particular y por eso mismo funcionan tan bien. 

Acá te dejo dos entrevistas para conocerlo mejor: una de Infobae, sobre Tiempo sin lluvia, y otra de El Diario.Ar por La tejonera


Jones tiene 46 años, ha sido destacado por Granta, The New York Times, es guionista de televisión y, de ahora en más, se ganó un lector fiel.

«Cuando muerde la raíz amarga se acuerda de los sabores de la infancia, de las raciones, de cuando jugaba con sus hermanos ahí mismo, en los canales que bordean el pantano. Pasó por los canales hace un rato: están secos, vacíos y ajados como la parte de adentro de un zapato. El sabor es tan fuerte como el recuerdo que se impone y brota claramente desde adentro. Es como si lo sintiera. Los recuerdos y lo que realmente sentimos descansan bajo la superficie como depósitos de agua, a la espera de que nos sirvamos»
 
Tiempo sin lluvia, Cynan Jones

Un cronista del Medio Oeste

Thomas Pynchon. Patricia Highsmith. Philip Roth. Don DeLillo. Un largo etcétera. Tengo una lista enorme de autores pesados, relativamente contemporáneos,  a los que todavía no les he leído una sola página. Están ahí, a la espera de que me imbuya de su literatura, y no tengo apuro: llegarán. Tarde o temprano, caeré en ellos. 

Pero este enero saldé una deuda: la que tenía con el señor Jonathan Franzen. 

Franzen es uno de los autores estadounidenses más relevantes de los últimos tiempos. Tiene una curiosa historia, que incluye una promesa a sus padres de que se convertiría en escritor célebre antes de los 25 (lo logró después), algunas polémicas que le granjearon el mote de “complicado”, varias excentricidades y una aparente misión: sacarle la ficha a la sociedad estadounidense del siglo xx y exponer sus miserias y crisis morales más profundas. Franzen suele hundir sus manos de escritor en las historias de una familia en particular, y eso hizo en Las correcciones (2001), su estallido literario y el libro que lo llevó a lo más alto, y en LibertadPureza y otros títulos más recientes.

Ganador del National Book Award, finalista del Pulitzer y gran amigo de David Foster Wallace —el relato de cómo esparció sus cenizas en el archipiélago de Juan Fernández, en Chile, está en su libro de no ficción Más afuera—, Franzen es un tipo que se toma mucho tiempo para escribir, que se aísla en un lugar remoto para hacerlo y que entrega libracos de más de 700 páginas. Su última publicación es Encrucijadas. Ese fue mi primer encuentro con él.

David Foster Wallace y Jonathan Franzen

Encrucijadas  presenta a los Hildebrandt, una familia de un pueblo del estado de Illinois que en 1971 enfrenta varias crisis espirituales. Cada uno de los miembros del clan se encuentra en el precipicio moral, o mejor dicho, en un cruce de caminos que definirá buena parte de su existencia y condicionará su espíritu y su relacionamiento con los demás. Russ, el padre, un pastor de la congregación con un pasado de abnegación suprema y entregado de lleno al trabajo social, empieza a sentir cierta atracción por una de sus feligresas. Marion, su mujer, enfrenta fantasmas de su pasado que la desestabilizan mental y emocionalmente. Clem, el hijo mayor, tiene a la guerra de Vietnam encima. Becky, la quinceañera, se debate entre la popularidad liceal y su devoción por la fe. Perry es un adolescente superdotado adicto a las drogas, pero que quiere ser mejor persona. Y Jay, el hijo más pequeño, flota entre la ambivalencia de su progenie. 

Pocas veces en los últimos años logré un estado de entrega total como la que esta novela me demandó. Durante poco más de una semana, viví y sentí cómo los Hildebrandt se hacían pedazos entre ellos, y cómo Franzen llevaba un registro a priori sin demasiadas estridencias a un clímax inolvidable. La construcción de los personajes es formidable —en especial Marion y Perry, y por consiguiente su extraño vínculo— y las páginas se suceden a un ritmo furibundo. La desgracia contenida sobrevuela toda la novela, pero el humor a veces cáustico se cuela y enaltece el resultado final. Esta es una historia de matices, de ruinas, de vínculos difíciles y secretos velados. Es la historia de una familia, y es una historia en la que Franzen avanza varios pasos en su carrera por encontrar, así como lo intentan otros autores, esa Gran Novela Americana.


Ahora necesito un descanso. Después de esta lectura, es necesario. Pero cuando hayan desfilado otros autores, otros registros e intensidades, pasaré por Libertad. O por Las correcciones. Volveré con Franzen. Llegué en el momento justo.

Destellos veraniegos

Mi verano literario también incluyó tres títulos que me gustaría consignar por acá. Creo que valen mucho la pena y fueron un gran complemento para los libros que mencioné antes. 



La luz negra, de María Gainza. Había leído El nervio óptico, un libro que sé que mucha gente disfrutó, pero lo cierto es que me había aburrido bastante. Al margen de las evidentes capacidades literarias de Gainza y del original vínculo con el arte que plantea, no terminé de conectar. Pero sí lo hice con esta novela, que la argentina publicó en 2019. Hace poco se la recomendé a alguien con el siguiente mensaje: “Trama de falsificadores de arte, bohemia bonaerense de segunda mitad de siglo XX, personajes estrafalarios e historias entrecruzadas en distintos continentes”.

Quedate conmigo, de Inés Acevedo. Un libro muy raro, una especie de actualización rioplatense de algún retrato de la infancia como los que a Stephen King le salen tan bien. Un meteorito cae en el campo argentino, un grupo de preadolescentes lo encuentra, hay una trama de perros androides, hay reuniones clandestinas, hay algunos momentos tiernos, está la amenaza velada, inminente, de la adultez. Un libro que habla de ese último verano en el que fuimos niños.

Agujas doradas, de Michael McDowell. La editorial argentina La Bestia Equilátera jugó a lo seguro: después del tremendo éxito de la (tremenda) novela Los elementales, editó esta historia que, si bien mantiene ciertas señas particulares del autor –las tramas familiares, la ironía en medio de la miseria–, se hunde más en el thriller. Agujas doradas es una historia de venganza entre dos familias en la Nueva York del siglo XVIII. Fumadores de opio, mafias, delitos, una ciudad corrupta y una novela que no llega al nivel de Los elementales, pero se disfruta hasta el fin.

Cinco títulos para sentarse a esperar

Van 27 días del 2022 y ya sabemos que va a ser un año cargado de grandes títulos. Regresos, cambios de registro, premios; acá hay seis libros que se van a publicar en el correr del año y que espero con expectativas.
  • El tercer paraíso de Cristian Alarcón. El periodista chileno se ganó el último premio Alfaguara con este título. El comienzo lo pueden leer acá. Llega en marzo y ya me froto las manos.
  • Susan Sontag. Obra imprescindible. El hijo de Sontag recopiló los mejores escritos de la estadounidense y Alfaguara los publica en un solo tomo. 
  • El crepúsculo del mundo de Werner Herzog. El cineasta alemán debuta en la novela con una historia de aventuras. Va por Blackie Books.
  • Soy una tonta por quererte, de Camila Sosa Villada. La argentina, ganadora del premio Sor Juana Inés de la Cruz por Las malas, vuelve a la publicación en Tusquets con nueve relatos.
  • Un futuro anterior, de Mauro Libertella. El argentino es muy bueno, Mi libro enterrado me pareció genial, y espero esta nueva novela, editada por Sexto Piso. 
  • Ni Dios sabía, de Virginia Mórtola. La uruguaya pasa de la literatura infantil a los libros para adultos sin escalas. El cambio de registro es brutal: pude leer el primer cuento y doy fe. Me dejó sumamente intrigado por los demás relatos del libro. Edita Fin de Siglo.

Qué leen los que leen: Gonzalo Palermo

Las ediciones de Epígrafe pasan y algunas cosas van cambiando, pero el Qué leen los que leen siempre está ahí.

El primer invitado del año en la sección es el periodista y escritor Gonzalo Palermo, que ganó el premio Onetti por Después de la guerra contra los conejos, libro que en 2021 recibió además una mención en los Premios de las Letras. Gonzalo, que supo trabajar como periodista en El País y El Espectador, y que también pasó por las páginas de  El Observador y Brecha, contestó las preguntas sobre sus lecturas y estos son los títulos que eligió.

¿Cuál fue el último libro que te dejó una huella?
Canale Mussolini, de Antonio Pennacchi
, editado en español por Editorial Salamandra bajo el título Tierra de nadie. Es una atrapante saga familiar notablemente entrelazada con ciertos hechos históricos que aborda el fascismo sin el maniqueísmo habitual que suele pulular por ahí. Es una historia honesta y atrapante, técnicamente virtuosa y además enciclopédica. 
 
¿Qué estás leyendo ahora?
Imantada
, el último libro de  Aldo Mazzucchelli, una lúcida colección de ensayos a mi modo de ver imprescindibles para intentar entender los tiempos que corren.
 
¿Qué libros esperan en tu mesa de luz?
Mi mesa de luz es una gran sala de espera. Hoy están por ahí, esperando a ser leídos, Los tipos duros no bailan  de Norman MailerLa tierra purpúrea  de Guillermo Hudson y una edición en inglés de El pájaro que da cuerda al mundo  de Haruki Murakami, además de un polvoriento Kaputt  de Curzio Malaparte, entre otros. Y también está John Fante, siempre está Fante, a quien releo a razón de tres veces al año. 


Este viernes voy a entrevistar al escritor guatemalteco Eduardo Halfon, del que ya he hablado bastante en este espacio. La entrevista saldrá en el suplemento Luces del primer fin de semana de febrero, pero te dejo el epígrafe de su libro Biblioteca Bizarra  como preámbulo:

«A la historia no puede cortársele la lengua.»
Tilda Swinton, citando a John Berger

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