Es probable que te hayas enterado de que en El Observador nos mudamos. Es algo que ha surgido en alguna que otra de las newsletter que quizás te lleguen —la diaria de Caro Delisa, o la última edición de Doble programa, de Nico Tabárez y Carla Colman— y tiene sentido que así haya sido, porque en algún punto nos cambió el aire, el ánimo y también la vista, claro: ahora vemos una inmensa porción de la Rambla mientras tecleamos. Un poco nos distraemos, pero ya nos vamos a acostumbrar. Y no sabés lo que es hoy, viernes, con la tormenta que se nos vino encima.
Otra cosa que cambió fue la distribución de los lugares donde usualmente nos sentamos. Ahora Tendencias, la sección a la que pertenezco, está en línea , pero a mi derecha tengo una vecina nueva: la ya mencionada editora member Carolina Delisa. Y si la menciono es porque, en estos poquísimos días de primera convivencia, ya evidencié que este rincón de la redacción se convertirá, si ya no lo es, en un polo de discusiones. Ayer, de pique, tiramos tres preguntas al azar, dos de ellas vinculadas a la lectura:
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