The Sótano > THE SÓTANO / EDUARDO ESPINA

Esteban Peicovich (1929-2018)

La despedida de un poeta de alma limpia y noble
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03 de julio de 2018 a las 05:00
Esteban, no podés venir a morirte ahora, justo cuando lo mejor del Mundial, con la ilusión celeste volando a la altura de la imaginación está recién comenzando, por más que tu selección haya quedado por el camino, algo que vos, con tu lucidez capaz de trabajar en diferentes niveles habías advertido con meridana claridad –me lo dijiste el año pasado comiendo un bife de chorizo en la parrillada cercana a tu casa del centro de Buenos Aires–, que Messi no venía preparado de fábrica como para cargar el sueño desmesurado de millones de argentinos, que la responsabilidad le pesaba pues Messi no había pasado por el barrio, que había crecido como príncipe protegido en Cataluña, donde el fútbol carece de ese qué sé yo, que es la prueba de fuego de los futbolistas rioplatenses. Tarde o temprano, la falta de fogueo en las calles del barrio le pasa factura a un jugador que no pasó las de Caín para subir a la cima. Al tema le dedicamos una conversación completa, días después de que habías cumplido 85 años.

Hace ocho, exactamente, vimos en la pantalla gigante instalada en la Plaza San Martín, el partido entre Uruguay y Corea del Sur. Se me vino el ánimo al piso cuando empataron los coreanos, pero vos dijiste, con certeza de augur, "ahora uno de los poetas de la magia que tienen ustedes dentro del área va a cambiar el resultado en el momento menos pensado". Y el momento vino, ¿te acordás del abrazo con grito de gol que nos dimos luego de que el zapatazo de Suárez perforara el ángulo? Hoy lo recuerdo, y se me eriza la piel. El sábado vi el partido contra tu detestado Ronaldo –"detesto la arrogancia, pero ninguna tan mala como la de los políticos y los futbolistas", habías dicho– y luego de concluido sentí una enorme nostalgia en medio de la alegría, la cual, sumada a la tristeza infinita de tu muerte, me hizo vivir uno de los días más profundamente raros de mi vida, como si hubiera jornadas en que el cielo y el infierno comparten las mismas horas.

Las veces que hablamos de Dios y religión te dije, a vos, entre agnóstico y esperanzado, que no te preocuparas, que vos ibas a ir directo al cielo, que tipos nobles y de alma limpia, como los de tu estirpe, entran sin visa a la casa del Señor. Ya vas en viaje.

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