A Saavedra le preocupa la falta de movilidad social en la región.

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Experto en educación del Banco Mundial: “Es extraña la poca cantidad de escuelas de tiempo completo que tiene Uruguay”

Jaime Saavedra, el nuevo director de Desarrollo Humano del Banco Mundial para América Latina, advierte que la reforma educativa uruguaya llega tarde para muchos jóvenes que perdieron sus años de escolarización
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28 de julio de 2023 a las 05:02

Unos días después de que los resultados de las pruebas PISA revelaran que Perú era el país que más había avanzado en los aprendizajes, en diciembre de 2016, una columna del prestigioso The New York Times rezaba: “el fujimorismo decidió cortarle la cabeza a Jaime Saavedra, el mejor ministro de educación que ha tenido el país en décadas”. Una semana más tarde el periódico británico The Economist tituló: "Un pequeño acto de suicidio en Perú". El congreso cesaba al artífice de la reforma educativa más popular en América Latina en lo que va del milenio.

Casi siete años después, y siendo ahora el director de Desarrollo Humano del Banco Mundial para toda la región, Jaime Saavedra (59) reconoce que las reformas educativas llegan tarde.

¿Uruguay llega demasiado tarde a la transformación curricular? 
Hay que empezar cuanto antes. Pero sobre todo se llega tarde para muchos niños y jóvenes.

¿En qué sentido?
En Uruguay, como pasa en Perú, hay pocas escuelas de tiempo completo. Se avanzó, pero lento. Una vez pregunté en una clase en Piura, la quinta ciudad más poblada de Perú, si los estudiantes estaban contentos con la extensión de la jornada escolar. Porque no son solo más horas de clase: son docentes para diferentes actividades, son talleres, apoyo de distintos profesores. La mayoría estaba feliz. Pero un estudiante levantó la mano y me dijo: “Está muy bien para los alumnos que están empezando la secundaria, pero para mí que me estoy yendo se llega demasiado tarde”. Sus casi 12 años de escolarización obligatoria ya estaban jugados.

¿En qué se va a notar esa “generación perdida”?
Tiene un impacto en las posibilidades futuras de esos chicos, en la movilidad social, en el crecimiento y desarrollo del país. Decir que llegamos tarde significa tener un sentido de urgencia. Uruguay está avanzando, pero hay que pensar más rápido. Desde hace 30 años que el Banco Mundial viene apoyando las escuelas de tiempo completo en el país. Y está muy bien esto de los centros María Espínola. Pero se necesita avanzar mucho más y más rápido.

¿La “excusa” para no avanzar es la (falta de) plata?
Siempre se necesita más dinero. Uruguay en ese sentido invierte entre US$ 3.500 a US$ 4.000 por alumno. Es más que muchos países de la región, es tres veces lo que gasta Perú, pero menos de la mitad de lo que invierte un país desarrollado. Uruguay gasta más que el promedio latinoamericano. Es decir: vas a necesitar más dinero, pero puedes hacer otras muchas cosas sin un dinero extra. Hay que invertir en formación de los docentes, darles herramientas para que mejoren su trabajo, pero a la vez cambiar la lógica de funcionamiento de la escuela y que el maestro entienda su responsabilidad en el aula para que sus alumnos aprendan y disfruten.

Uruguay, sin dar más dinero a la educación, estará invirtiendo más por alumno por la sencilla razón de que cada vez hay menos niños. ¿Cómo tiene que gestionar el país esa oportunidad?
No pasa tanto por reducir la cantidad de alumnos por grupo, en eso Uruguay tiene una cifra más que razonable. Una cosa es una clase de África con más de 100 alumnos, y otra diferente es Uruguay con poca más de 20. Sí se debe buscar que los chicos tengan una experiencia más rica en el aula y es implica tener más escuelas de tiempo completo. Más horas. Más tiempo con docentes mejor formados, que ganen mejor e interioricen su rol. Es extraña la poca cantidad de escuelas de tiempo completo que tiene Uruguay para el tamaño de su población y el nivel de ingresos del país.

Si usted fuera la máxima autoridad de la educación uruguaya, ¿qué indicador miraría con prioridad para evaluar la marcha de la transformación curricular que acaba de iniciar en el país?
Uruguay tiene que empezar a medir desde ya, por tanto se necesita un indicador que exista y no aquel que podrá inventarse en un futuro. Entonces, con lo disponible, usaría cuál es el nivel de aprendizaje en lectura y escritura de los niños que acaban la educación primaria. El 100% de los escolares, antes de que acabe la escuela, debería saber leer y escribir bien. Claro que importan las diez competencias del nuevo currículo, pero no todo lo puedo medir ahora. Es probable que en esa escuela en que el niño aprende bien a leer y escribir, haya un buen ambiente escolar, buenos docentes, buen funcionamiento. Y el otro indicador que es clave en Uruguay es el egreso del bachillerato. Es verdad que estoy siendo modesto con la medición de los aprendizajes también en el liceo, pero ahorita lamentablemente en Uruguay se está tan atrasado en la culminación de la secundaria que me tengo que preocupar porque acaben.

Esta semana Unesco presentó en Uruguay un informe con una postura lapidaria sobre el uso de celulares en clase, ¿por qué llega esta crítica en 2023? 
Desde el Banco Mundial hicimos, con menos bombos y platillos, una advertencia similar a la de Unesco: en la educación lo más importante es el elemento humano. El informe de ahora viene a reconocer que la tecnología como tal no es buena o mala para la enseñanza, sino que depende de cómo la aplique el humano.

¿Eso significa que, al menos en educación, la presencialidad carece de sustituto?
La pandemia del covid-19 ha hecho evidente que lo presencial es crítico. La educación es interacción: trabajo entre el docente y el alumno, y los estudiantes con sus pares. En el mundo quedó demostrado —quizás en Uruguay se vio menos porque tuvo un buen manejo de la crisis con cierres escolares que fueron más cortos que en otros países— que la buena educación es intensa en interacción humana. En Singapur, en Estonia y Finlandia, por mencionar países que suelen estar en lo más alto de los rankings educativos, no existe una obsesión por la introducción de tecnología digital. Por supuesto la usan. Por supuesto sus alumnos entienden las competencias y están disponibles en las aulas. Pero lo más importante es el factor humano. La tecnología no sustituye al maestro, solo es un kit de herramientas al alcance.

Esos rankings que posicionan a Singapur en el podio son los mismos que lo llevaron a la fama a usted, cuando era ministro de Educación de Perú, al conseguir el mayor crecimiento en los desempeños de PISA. ¿Siguen teniendo sentido esos indicadores cuando se pretende que la enseñanza sea más humana y con “competencias del siglo XXI”?
Todavía le doy mucho peso a aquello que podemos medir, porque nos permite saber cuál es el estado de la situación de un sistema. La educación no es solo comprensión lectora, ciencias y matemáticas. Pero todavía no sabemos cómo medir bien esas otras cosas que son importantes en la enseñanza. Si el chico tiene una buena o mala experiencia lo sabe el docente y la familia. Pero para definir la política educativa necesitamos de indicadores que nos permitan posicionar a la escuela. Además suele haber una correlación entre las escuelas en que los niños consiguen buenos resultados en las asignaturas elementales y donde los chicos viven buenas experiencias.

La semana pasada la encuesta Latinobarómetro reveló que la satisfacción con la democracia sigue a la baja en la región, en Uruguay también. ¿Esta insatisfacción puede vincularse a que la democracia no cumple con los deseos de desarrollo humano?América Latina no avanzó a la velocidad y calidad de los servicios que desea su gente. Pero sobre todo la movilidad social está estancada. Sigue tan baja como antes. Dependiendo en qué parte de la escala de ingresos naciste, ahí te quedaste. Es frustrante. No tenemos aún contratos sociales que aseguren que toda la gente tenga las mismas oportunidades para ser libres, para decidir sobre su futuro. Si no tienen la misma educación ni la misma salud, no tienes la misma libertad.

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