Solo uno de cada cinco jóvenes pobres acaba el bachillerato

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Fin de flexibilización de pasaje de grado afectó más a los estudiantes pobres

Los estudiantes con menos ingresos fueron los que más sintieron el fin de la flexibilización del pasaje de grado que supuso la pandemia: en 2021 terminaba el bachillerato el 35% y ahora solo el 19%
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04 de octubre de 2023 a las 05:00

La pandemia del coronavirus fue, como toda crisis, una oportunidad. Esta frase bien puede haberse escrito en un libro de autoayuda, haberse extraído de la disertación de un “todólogo” en una charla TED, o habérsele atribuido a Albert Einstein como cada enunciado que hable de una crisis. Pero lo cierto es que más que una frase hecha, para la finalización de la enseñanza obligatoria en Uruguay, la emergencia sanitaria fue una oportunidad: mejoró “significativamente” el egreso, en especial entre los más pobres.

Antes de la existencia de covid-19, solo uno de cada siete jóvenes pobres de entre 18 a 25 años había finalizado el bachillerato. Con la flexibilización que supuso la pandemia —léase la quita de calificaciones por un tiempo, la limitación de la repetición, las chances de pasar de grado con más asignaturas bajas, los acompañamientos y la ausencia de conteo de las faltas—, esa finalización trepó a uno de cada tres. Fue, como dice el sociólogo Pablo Menese, una oportunidad que benefició a todos los estudiantes, en especial a aquellos de los quintiles de ingresos más desfavorecidos.

Pero los datos de la Encuesta Continua de Hogares liberados este lunes, con el resumen de las entrevistas realizadas durante todo el primer semestre del año en curso, evidencian que aquella oportunidad de egreso fue una especie de “parche transitorio”: porque de uno de cada tres pobres que acababa el bachillerato en 2021, ahora cayó a uno de cada cinco.

“¿Quién se benefició de la flexibilización que supuso la pandemia? Todos los sectores, pero los estudiantes de contexto más pobres fueron los más favorecidos. Pero cuando esa flexibilización termina, algunos sectores, los más pudientes, mantuvieron casi el mismo nivel de egreso, mientras que los de quintiles 1 y 2 tuvieron una pendiente de descenso mucho mayor… a la vuelta de la pandemia la oportunidad no perduró”, explicó el sociólogo Menese, especializado en equidad educativa y quien analizó los datos más actuales de la Encuesta Continua de Hogares.

El motivo de esta “falsa mejora” no está del todo claro. La demógrafa Tania Biramontes, quien en su tesis de maestría había demostrado cómo la culminación del bachillerato en Uruguay venía planchada durante casi 30 años, apenas arriesga algunas hipótesis. “Durante las crisis de empleo, suele mejorar la asistencia a clase porque, a determinada edad, el mercado laboral compite con el liceo o la UTU. Puede que haya estudiantes que ante la imposibilidad de salir a trabajar en medio de la emergencia sanitaria, aprovecharon a avanzar en los estudios”.

La otra hipótesis que sostiene la experta es que “la flexibilización, las chances de cursar a distancia, el tiempo dedicado al estudio pudo haber ayudado a que se pusieran al día con el estudio algunas personas que venían más atrasadas… eso pasó en la universidad y pudo haber tenido un efecto en el bachillerato”.

En este sentido, el sociólogo Menese reflexiona que “con leves cambios y flexibilizaciones” los centros educativos pueden mantener a los estudiantes vinculados con el sistema y, a la vez, buscar que avancen en los estudios. Porque ya lo estableció la ley de Educación vigente: la enseñanza en Uruguay es obligatoria hasta el término del bachillerato.

¿Significa emparejar para abajo o que pasen todos? La directora de Políticas Educativas de la ANEP, Adriana Aristimuño, había sido categórica: “En Uruguay hay mucha gente que es funcional a un sistema selectivo, gente que piensa que decirle a un estudiante que pase de año y a cambio darle acompañamiento lo interpreta como emparejar para abajo. Es lo contrario: es estimularlo a que se quede y aborde su problema. No es cuestión de que cierren o no los números, sino de poner al estudiante en el centro, de cuidarlo y ayudarlo en su derecho a estudiar”.

Al respecto, Biramontes reconoce que “desde fin de la administración pasada y con continuidad en la actual administración hay políticas que están favoreciendo que la enseñanza media básica empiece a universalizarse, y al haber más gente en el sistema habrá más con chances de terminar la enseñanza obligatoria”.

Esa tendencia al alza, sin embargo, sigue dejando a Uruguay lejos del promedio de egreso de América Latina. De hecho, los datos del primer semestre de 2023 muestran que la ANEP está lejos de alcanzar las metas que se trazó para el fin de este año. Porque la Administración se había propuesto llegar a que el 60% de los jóvenes de 21 a 23 años acaben el bachillerato, cuando la cifra está en 49%. Y se había fijado llegar a que el 47% de los mayores de 19 años tengan la enseñanza obligatoria acabada, cuando el guarismo está en 45%.

No solo eso: detrás de la cifra macro, persiste la inequidad: el contexto del que viene el estudiante casi define sus chances de graduarse.

"La alegría no va por barrios"

Las tres máximas de José Pedro Varela —la escuela laica, gratuita y obligatoria— bien podrían problematizarse. La evidencia muestra que en Uruguay el avance en el sistema educativo está condicionado por el bolsillo y que el lugar en que se nace, que se crece y que se estudia define las posibilidades. Tanto es así que el Ineed advirtió porque la segregación está incidiendo en los resultados educativos: escuelas de ricos por un lado, escuelas de pobres por otro.

Como una muestra más del mismo problema, el siguiente mapa de Montevideo elaborado por El Observador y Pablo Menese muestra cómo la capital de Uruguay da cuenta de esta segregación: en los barrios con menos necesidades básicas insatisfechas (los de la costa sur-este) el porcentaje de población adulta con el bachillerato completo se parece a algunos países desarrollados. En cambio, en el resto, tiene la semejanza a la peor América Latina.

Por eso, bromea Menese, "no es verdad que la alegría vaya por barrios como dice el dicho popular, al contrario, la alegría no va por barrios"... mucho menos por bolsillos.

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