El estilo de liderazgo cultivado por Lacalle Pou ha abierto el cuestionamiento sobre si efectivamente estamos ante un gobierno de coalición. La pregunta es directa: ¿en los hechos tenemos un gobierno de partido?
El estilo de liderazgo cultivado por Lacalle Pou ha abierto el cuestionamiento sobre si efectivamente estamos ante un gobierno de coalición. La pregunta es directa: ¿en los hechos tenemos un gobierno de partido?
El responsable soy yo”, “me hago cargo”, esos son algunos de los destellos autorreferenciales del Presidente. Y no solo eso. Se lo ve jugando en toda la cancha. Ello naturalmente exacerba los ribetes más presidenciales del gobierno. Vemos un presidente dinámico que se hace presente en la inauguración de un CTI en el interior, inaugurando un puente, una cosecha, optando por acudir en persona al Parlamento para presentar el informe de situación del país, o liderando las conferencias del Ejecutivo. A ello se suma la preferencia por las negociaciones bis a bis con los ministros en detrimento de los Consejos de Ministros.
En mi opinión, más allá de aspectos estratégicos y diferencias entre los socios, es claro que el actual gobierno se cimienta y sobrevive gracias a la alianza política entre blancos, colorados, cabildantes e independientes.
En los últimos 15 años nos acostumbramos a ver en funcionamiento un gobierno de partido, con una estructura compleja que integra varios partidos y sectores, pero con una estructura formal de partido político. Por otro lado, con menor o mayor magnitud, son varios los antecedentes de coaliciones. Se le llamó gobierno de “entonación nacional” (primera presidencia de Sanguinetti), “coincidencia nacional” (presidencia de Lacalle Herrera), “coalición de gobierno” (segunda presidencia de Sanguinetti”) y el gobierno de “unidad nacional” (presidencia de Jorge Batlle).
Otro aspecto atañe a la estrategia en la toma de decisiones. El estilo de negociación, como ya ha sido señalado por varios analistas, ha sido el de las negociaciones bilaterales con los ministros. No hay formalmente un ámbito de negociación. Esto lleva a que la incidencia de los socios pueda quedar limitada a los rubros donde tienen una cartera ministerial. Ciertamente eso da una ventaja al Partido Nacional que ostenta 8 de las 14 carteras ministeriales. Por ende, trabaja con mayor holgura en distintas áreas de política pública. Quizás la más evidente es el área económica donde el presidente marca la cancha.
Ahora bien, lo dicho no equivale a decir que no hay una coalición, o que, si la hay, es una coalición parlamentaria. Veamos.
Una coalición de gobierno se define como: i) un conjunto de partidos políticos que, ii) acuerdan perseguir metas comunes; iii) reúnen recursos para concretarlas y iv) distribuyen los beneficios del cumplimiento de esas metas. Así lo define el politólogo noruego Kaare Strom, referente en el estudio de las coaliciones. Con esa definición en mano es claro que la actual coalición cumple con dichos atributos. Los socios logran consensuar una agenda de gobierno, su vitalidad reposa en los pilares de una mayoría multipartidaria y para sostener esa estructura se ha hecho un cuidadoso trabajo en cuanto a la distribución de los cargos. Para ilustrar mejor el punto qué mejor que mirar, justamente, una monarquía parlamentaria, donde las coaliciones son moneda corriente. Miremos Dinamarca, aprovechando la popular serie Borgen que retrata la real politik del parlamento danés. Desde el 2019 los socialdemócratas mantienen un gobierno minoritario, porque son los únicos que integran el gobierno. Y reciben el apoyo de una coalición parlamentaria compuesta por el resto de partidos de izquierda y centro izquierda. Ahora bien, el anterior gobierno estaba encabezado por el partido liberal, que sí logró conformar una coalición de gobierno de tres partidos, es decir, que todos accedieron a cargos en el gabinete1 . Esa es un poco la lógica que tenemos como referencia a la hora de analizar las coaliciones.
Entonces, volviendo a Uruguay, bajo un régimen presidencial, lo que tenemos es un gobierno de coalición. Siguiendo el argumento teórico podemos analizarlo desde otros ángulos. El más claro de ellos son los cargos. Los socios del gobierno integran el Ejecutivo. Por ende, no se limitan solamente a dar apoyo parlamentario, sino que tienen responsabilidad de gobierno en varias áreas. Alcanza con señalar que la representatividad que guarda el gabinete respecto a la configuración de los apoyos parlamentarios que tiene el presidente es la más alta desde la reapertura democrática.2
Lo mismo sucede a nivel de los cargos de dirección en entes autónomos, servicios descentralizados, entre otros organismos. Este es un aspecto central que ya he analizado en anterior nota. Pero ahora podemos ver una actualización de datos en la medida que se ha ido completando nombramientos en los entes. En un relevamiento para 25 organismos y un total de 86 cargos de directorios, 66 se han repartido entre los socios de la coalición y 20 fueron para el Frente Amplio. En el anillo exterior del gráfico se muestra la distribución de los 66 cargos que se asignaron entre los socios. En tanto, en el anillo interior muestra la proporción del total de bancas en el Parlamento entre dichos socios. De esa forma se facilita la comparación entre la proporcionalidad de cargos y bancas. Es elocuente que han sido muy cuidadosos en respetar la representación política a la hora de distribuirse esos cargos.
En parte, este factor explica el desempeño que posteriormente se tuvo en otro plano: la actividad legislativa. El éxito de la coalición puede medirse en el éxito legislativo. En el primer año de la legislatura se aprobaron 75 leyes, de las cuales 62 fueron enviadas por el Ejecutivo de un total de 106 proyecto, lo cual da una tasa de éxito de casi 60% 3. Ello evidencia que la coalición también funciona en lo que es la actividad diaria del Parlamento, promoviendo la agenda del Ejecutivo.
Incluso yendo a aspectos de carácter cualitativos como el trámite de la LUC, evidenciaron una variedad de ajustes que se dieron al proyecto inicial mandado por el Ejecutivo, lo cual ciertamente acercó las preferencias del Presidente y los legisladores de la coalición. Incluso, los puntos más controvertidos no se resolvieron a favor del presidente. Se fue a un desglose de los artículos referidos a modificación de la ley de medios y cambios en el mercado de los combustibles.
Entonces, recapitulando, si bien vemos un presidente fuerte y proactivo, no puede escaparse que el gobierno reposa en una coalición. Es decir, un compromiso que no solo fue electoral, sino de gobierno. Donde hay una estructura aceitada en el Parlamento que permite el trámite de las leyes. Y donde también hay una estructura cuidadosamente armada en todos los niveles de gobierno.
1 La excepción fue el partido popular danés que dio su apoyo parlamentario, y por ende no ocupó cargos de gobierno.
2 La proporcionalidad al interior de la coalición es muy alta. Alcanzando un valor de 0,961 en un índice que varía entre 0 y 1 .
3 Se toma como referencia los datos del Programa de Estudios Parlamentarios de la Facultad del Instituto de Ciencia Política- FCS-UdelaR.