Teatro Bartolomé Macció (San José)
Teatro 25 de Mayo (Rocha)
Teatro Florencio Sánchez (Paysandú)

Seisgrados > REPORTAJE

Guardianes de las artes

Tres teatros, tres ciudades capitales, tres testigos orgullosos. Creados hace más de un siglo, estos centros consagrados al arte siguen generando su propia historia, que muchas veces es desconocida y olvidada por la mirada montevideana
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05 de septiembre de 2015 a las 05:00

Doce son los teatros catalogados como Monumento Histórico Nacional por la Comisión de Patrimonio. De esos 12, solo cuatro están en Montevideo y el resto en el interior del país. Todos tuvieron momentos de esplendor y todos períodos oscuros durante los que fueron abandonados y deteriorados.

Por Andrea Sallé Onetto

El teatro Macció de San José, el Florencio Sánchez de Paysandú y el 25 de Mayo de Rocha son tres ejemplos de esto. Los tres comparten la pasión por la danza, el teatro y la música; los tres fueron testigos de eventos importantes y de la vida cotidiana de su ciudad; de los grandes talentos y de los que recién comienzan. Los tres fueron remodelados en el período de la dictadura, olvidados en la década de los noventa y recuperados después del año 2005. Los tres han recibido y siguen recibiendo con orgullo a las grandes orquestas, a los espectáculos del Sodre y a la Comedia Nacional. Los invito a ir de viaje por el interior del país para conocer un poco más la vida de estos emblemas nacionales.

La reliquia: teatro Florencio Sánchez

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Este teatro lleva en sus espaldas el peso de ser uno de los primeros grandes teatros del interior del país. Inaugurado el 6 de octubre de 1876 por privados, bajo el nombre teatro Progreso, pasó a manos municipales recién en 1980, cuando el arquitecto Walter María Belvisi era Intendente de Paysandú y para quien el Florencio "es la mejor sala después del Solís".

Una visita exprés me llevó al centro de Paysandú a conocer la historia y los proyectos que esconde este teatro. En plena transición de autoridades departamentales, la única certeza que tiene el nuevo gobierno es su mantenimiento y la apertura a la comunidad. En abril de 2014, el Florencio volvió a abrir sus puertas luego de cuatro años de encierro y devolvió a Paysandú su centro cultural. Rosina Giamberini, una de las coordinadoras del Departamento de Cultura, señaló que cerrar un teatro implica paralizar a toda la comunidad que gira en torno a él y cortar procesos, lo que pudo observarse en el ambiente teatral sanducero.

En 2011, la fundación Amigos del Teatro Florencio Sánchez y la Intendencia de Paysandú se pusieron a trabajar en conjunto para emprender la reforma, que implicó hacer obras estructurales, recuperar la fachada, la yesería, la cubierta y el techo exterior y pintar y restaurar las ornamentaciones. El dinero provino de fondos de la Intendencia, del MEC, de ANCAP y de lo recaudado por la fundación.

Liliana Rodríguez es empleada municipal, participó del proceso de recuperación y actualmente es la encargada de mantener en buen estado las instalaciones, junto a una cuadrilla compuesta por un pintor, un carpintero y dos limpiadoras. El trabajo del equipo es conservar el teatro y dejarlo pronto para ser utilizado, por lo que están constantemente realizando tareas de refacción, limpieza y restauración.

El edificio, además de contar con la sala principal, posee un foyer —que luce dos espejos originales empotrados— y una cafetería anexa, que ahora está en manos de privados, pero que supo ser administrada por el teatro.

Para todos

El Florencio ha recibido espectáculos nacionales e internacionales de todo tipo a lo largo de sus casi 140 años: desde teatro, ballet y ópera hasta circo. Carlos Gardel, Rubén Darío, Tita Merello y Amelia Bence son solo algunos de los artistas más conocidos que plasmaron su arte en sus tablas.

La perspectiva del Departamento de Cultura es la de poder tener el teatro abierto todos los días con actividades, pero con cautela, ya que la frágil estructura del edificio no permite cierto tipo de espectáculos como, por ejemplo, una batucada o un concierto de rock, debido a las vibraciones que pueden perjudicar el estado del aún inacabado cielorraso. A pesar de las reparaciones sigue habiendo desprendimientos, por lo que se colocó una red de contención para seguridad de los espectadores. "La idea es, manteniendo todos los cuidados necesarios, tener un teatro abierto a los institutos de danza, a las escuelas y a los colegios, para que realicen sus muestras de fin de curso", señala Rosina Giamberini y agrega que si bien podría utilizarse solo para eventos importantes, "en Paysandú se le da un uso popular".

La programación la definen los coordinadores del Departamento de Cultura (Giamberini y Horacio Merlo), junto a la directora Liliam Silvera, basados en las propuestas recibidas, tanto del público general como de las productoras que ofrecen espectáculos. Pero también en la grilla se da un lugar al capital cultural que genera la propia Intendencia, como el coro y la banda municipal, los talleres de teatro y de danza folclórica y contemporánea, cuyos espectáculos son con entrada gratuita.

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Pensar en grande

El Florencio disimula por fuera la grandeza de su interior, pero las enormes letras a la entrada con su nombre no permiten que pase inadvertido en la cuadra de 19 de Abril entre 18 de Julio y Leandro Gómez, cuadra que se planea sea destinada a un paseo peatonal y cultural en el proyecto que lleva adelante la fundación Amigos del Teatro Florencio Sánchez, que lo quiere posicionar como un referente de la región litoral uruguayo-argentina.

El exintendente Belvisi es quien preside junto al profesor José Rivero Porta la fundación, que actualmente está trabajando y buscando fondos para impulsar este proyecto, que pretende generar un centro cultural con el Florencio Sánchez como eje principal y "una peatonal con carácter e identidad propia vinculada con las actividades culturales. Un espacio para desarrollar eventos artísticos". La fundación ya estuvo reunida con la Oficina de Planeamiento y Presupuesto para conseguir los recursos y planea juntarse con otras autoridades para que se incluya en el próximo presupuesto. Propone la adquisición de edificaciones cercanas al teatro para que funcionen como salas anexas y auditorio musical. La obra se piensa a mediano plazo y se calcula una inversión de entre 8 y 9 millones de dólares. "Tiene que haber una política cultural de inversiones en el departamento que pueda traspasar los períodos de gobierno. De hecho, la fundación nada tiene que ver con la parte política; nosotros actuamos independientemente", señala Belvisi, y agrega que todos los miembros de la fundación "trabajan de forma desinteresada, con muchas ganas y mucho entusiasmo; haciendo todas las articulaciones necesarias entre el poder central, el departamental y la comunidad".

Teatro Florencio Sánchez (Paysandú)
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Humberto

Darío Gómez es tramoyista del teatro, es decir, que se encarga del manejo de la parte técnica del escenario. Desde hace años camina a varios metros de altura sin protección sobre una parrilla que permanece igual desde que el Florencio se llamaba Progreso y realiza sus tareas de forma manual. Cuenta que los ganchos que tiene el escenario arriba se usaban para los espectáculos de circo y que al costado del telón hay una trampa de chapa gruesa que se bajaba para poder acceder a los animales que se metían debajo del escenario (lugar que ahora se destina a la utilería).

Y cuenta algo más... que en el Florencio hay un fantasma. "En este caso es verdad. Se escuchan ruidos, que te silban, la puerta del baño de los camerinos se cierra sola. A mí me ha pasado de entrar solo al teatro y sentir que me llamaba un compañero por mi nombre, pero yo sabía que estaba solo. Cosas así". Pianos y sillas que se corren, murmullos y golpes son adjudicados a un fantasma bautizado como Humberto. ¿Hay alguna historia de que haya pasado algo en el teatro? "Por lo que me dijeron por abajo del teatro corre una zanja, en la que, supuestamente, en la defensa de Paysandú quedó mucha gente muerta". Cuando Darío llegó por primera vez al teatro, Humberto ya había sido bautizado. No sabe por qué le pusieron ese nombre ni si las historias son ciertas, pero sí supo acostumbrarse a convivir con él como si fuera un compañero más de trabajo.

Un faro cultural: teatro 25 de Mayo

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La ciudad de Rocha no llega a los 30 mil habitantes, pero los vestigios de antiguos teatros y salas de cine denotan una sociedad interesada y preocupada por las artes desde sus inicios. El teatro 25 de Mayo se levanta tímido pero contundente junto a la plaza del centro de la ciudad. Es el teatro más grande del departamento y uno de los más antiguos del país. Fundado en 1910 por la Sociedad Porvenir, por su escenario pasaron compañías de ópera, zarzuela, teatro, ballet y grandes figuras, como Los Zucará, Nancy de Vita, Enrique Dumas y Ariel Ramírez. En épocas no tan brillantes, supo ser cine y pista de baile, hasta que en 2002 cerró debido a su deterioro. Recién en 2005 el nuevo gobierno municipal decidió reactivar el teatro, para lo cual convocó a una comisión de vecinos e instituciones y generó una movida para recaudar fondos. Con ese dinero, sumado a la mano de obra municipal, la donación de materiales del teatro Solís (puertas, arañas, artefactos, mármol y barandas) y la colaboración de fondos obtenidos por cooperación internacional de Santa Cruz de Tenerife (España), fue que se pudo reformar y habilitar el 25 de Mayo. Según la página de Presidencia, los costos totales de la restauración fueron de 100 mil dólares, aunque parte de los fondos extranjeros también fueron destinados a otras obras, como la creación de un paseo semipeatonal y la remodelación del centro cultural María Élida Marquizo. "El teatro ha sido siempre un emblema de la cultura rochense, su reapertura fue una movilización muy grande para la sociedad de Rocha y a partir de ahí se fue generando agenda, dotando al teatro de contenido", señala la actual directora del Departamento de Cultura, Flora Veró. La reforma culminó en 2007 e incluyó la modificación original de algunas partes del teatro, como la ampliación del hall y la renovación del equipamiento de audio y sonido. Pese a la modernización, conserva el telón de boca colocado en 1978 y toda la maquinaria funciona manualmente; la estructura de la parrilla es la original, al igual que el piso de la platea, la bóveda y las barras de acero que conforman la estructura de los palcos.

Con una capacidad actual para 400 personas y un paraíso que espera ser arreglado para sumar otras 100 localidades, los antiguos tiempos de gloria quedaron plasmados en la prensa. Según cuenta el iluminador José Pereyra, en una gacetilla que comentaba una función, el cronista puntualizaba dolorido que era una vergüenza que solo hubieran acudido 300 personas. "Nosotros ahora con 300 personas en cualquier espectáculo tiramos cuetes. Eso te da la pauta de que el teatro se llenaba", concluyó.

Teatro 25 de Mayo
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Hoy


La grilla de espectáculos y actividades que se desarrollan en la sala es muy variada y es planificada por el Departamento de Cultura. Este año ya han pasado la Orquesta Sinfónica, Alejandro Balbis y Fernando de Moraes, las obras Marx in Soho y Las de Barranco, y el 18° Festival Internacional de Cine, entre otros.

El teatro, además, es la sede de las muestras de todas las escuelas artísticas que dependen de la Intendencia, como el conservatorio de música, la escuela de arte dramático y la escuela de ballet. Su infraestructura le permite oficiar de cine —si alguien aporta el proyector— y es un escenario óptimo para recibir orquestas y grupos musicales.

En temporada, en espectáculos importantes, reciben oleadas de turistas de la región y extranjeros, pero no es habitual el desarrollo de programación en esas fechas debido a que "mucho queda relegado a la costa". Pero el teatro no solo se utiliza para actividades artísticas, sino que también cumple un rol social. Fuera de la sala, pero dentro de sus instalaciones se está desarrollando la propuesta educativa ProCES, el Programa de Culminación de Enseñanza Secundaria, en el que más de 80 funcionarios municipales concurren a clases para culminar sus estudios.

Salvado

El 25 de Mayo tuvo que esperar 60 años y sufrir un remate y dos compraventas antes de llegar a manos del Estado. En 1963 comenzó el trámite de expropiación a pedido de los vecinos, porque debido a su deterioro y a la falta de interés de sus dueños, se proyectaba hacer una cancha de básquetbol en su lugar. En 1970, el MEC logró hacerse del inmueble y lo cedió a la Intendencia para que se hiciera cargo de él, quien a su vez lo derivó al Departamento de Cultura. Pero la reforma llegó recién en 1978. Durante esos años el teatro dejó de funcionar como tal para transformarse en cine y luego en local de baile. Y no de esos bailes glamorosos como los que organizaba el Solís, sino en bailes "de mala muerte", con la pista en la platea, mesas en los palcos y un bar en el escenario.

Esplendor de otros tiempos: teatro Bartolomé Macció

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El sol cubría con su manto las cabezas peladas de los árboles de la plaza de los Treinta y Tres Orientales cuando llegué a San José de Mayo. En una esquina, solemne y majestuoso, esperaba con las puertas abiertas el teatro Bartolomé Macció o simplemente "el Macció". El día de su inauguración el clima era completamente el opuesto, pero la tormenta no impidió que el 5 de junio de 1912 el teatro recibiera a la alta sociedad maragata y montevideana, a políticos, diplomáticos y artistas —entre ellos el poeta de la patria— para dar comienzo a las actividades del teatro que sería un emblema de la cultura nacional.

Como se estilaba en la época entre las familias pudientes, al fallecer Bartolomé Macció en 1900, su familia decidió homenajearlo; y se cuenta que su yerno Rafael Sienra sugirió que se le hiciera un homenaje entre los vivos y no entre los muertos, cosa que se podría materializar en la construcción de un teatro.

En 1909 mediante concurso, quedó seleccionado el proyecto del arquitecto Tosi y se comenzó su construcción. Luego de tres años de trabajo, una inversión de 75.800 pesos oro —una fortuna en aquel entonces— y una hipoteca de la sala, el teatro quedó pronto para lucir su arquitectura ecléctica y convertirse en el centro cultural de la ciudad.

En 1959, el banco San José decidió comprarle el teatro a la familia Macció para donárselo a la Intendencia Municipal, ya que "como la gente de San José había hecho grande el banco, querían regalarle algo a la ciudad", cuenta Rita Scholderle, gerenta del teatro desde hace 20 años. "En el teatro no solo pasa la vida cultural de San José, acá pasa la vida social. Hay conferencias, espectáculos, las quinceañeras y los que se van a casar vienen a sacarse fotos. La vida de San José desde hace 103 años ha pasado por acá", relata Rita y se me eriza la piel. Orgulloso símbolo de su ciudad, el teatro pasó por dos grandes etapas de arreglos y remodelaciones necesarios debido al deterioro propio del paso del tiempo. La primera fue en la década de 1970 y la segunda recién en 2009, en la que se cambiaron las aberturas de madera por unas de aluminio, se colocaron vidrios dobles para mejorar la aislación, se sustituyó la calefacción por aire acondicionado y se modernizó la parte técnica de audio y luces. La puesta a punto del teatro le costó a la Intendencia 3 millones de dólares y no recibió ningún apoyo externo. Actualmente, si bien el mantenimiento edilicio está a cargo de esta, el Macció no dispone de un presupuesto fijo para planificar sus actividades, por lo que usualmente cobra un caché y se queda con un porcentaje de las entradas vendidas, como hacen la mayoría de los teatros.

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Sin aliento

Ni bien uno entra a la sala, el enrome telón rojo hace volar la imaginación y nos lleva a una película de época. Porque el telón de felpa italiana, escogido personalmente por Rafael Sienra, se lleva todas las miradas y la admiración. La araña de cristal, las butacas, las sillas de los palcos y todo el alhajamiento son originales de 1912 y fueron traídos por Sienra desde Europa.

El Macció es el único teatro grande de San José y fue declarado como Monumento Histórico Nacional en 1984. Tiene capacidad para unas 650 personas y además de la sala principal cuenta con dos salas alternativas que se utilizan para ensayos, conferencias y exposiciones; estas son la sala Rafael Sienra y la Eduardo Carbajal.

La gestión es llevada adelante por el propio teatro en conjunto con la Dirección de Cultura de la Intendencia, y la programación se arma entre los espectáculos de las escuelas de formación artística y aquellos que llevan productoras privadas. "Es un teatro que tiene mucho movimiento. En noviembre, por ejemplo, todas las escuelas y los cuerpos estables de la Intendencia hacen sus presentaciones en lo que llamamos el Festival de la Cultura. Después tenemos en octubre la Feria del Libro y en diciembre la Semana del Tango. Estas actividades se realizan todos los años", cuenta Rita.

Un clásico del Macció, que también se repite año tras año en agosto, es el festival San José de Mayo, Capital de la Payada, que ya va por su décima octava edición y que reúne a payadores uruguayos y de la región. Otro de los clásicos es el teatro para niños, que durante las vacaciones de julio propone dos grandes espectáculos con danza y música, realizados por elencos locales. Pero todavía tienen algunas cuentas pendientes: "Hace tiempo que estamos por traer ópera. Siempre vienen cantantes pero acompañando una orquesta o con algún grupo de cámara. Es muy caro hacer una ópera, pero yo todos los años sueño con que vamos a poder hacerla con gente de San José", dice Rita con tono esperanzado.

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El último canto

Quizá mucha gente no sepa que entre los personajes famosos e ilustres que pisaron el teatro está Carlos Gardel. Su actuación de 1933 es más que significativa, y no solo porque en el Macció daba cierre a su gira por el litoral, sino porque fue su última actuación en un escenario rioplatense antes de morir en el accidente de 1935. A la entrada del teatro se encuentra una foto del Zorzal Criollo y una placa recordatoria que supo estar colgada en el camarín que utilizó en aquella ocasión. En 2009, con la refacción, dicho camarín debió quitarse para extender el escenario, pero su recuerdo sigue latente en el aire.

Otros personajes de renombre se pasearon tras bambalinas y sobre el escenario, sobre todo artistas de la vecina orilla tales como Atahualpa Yupanqui, Luis Sandrini, Malvina Pastorino, Tita Merello, Graciela Borges, Rodolfo Bebán, Norma Aleandro, Antonio Gasalla y Luis Brandoni.

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