Diego Battiste

Internas: ¿cuánto puede cambiar en menos de un mes?

Una mirada hacia la situación político-electoral hace un año y el análisis del estado de situación y las tendencias hacia junio y octubre

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02 de junio de 2019 a las 05:00

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Ahora es todo contra reloj. Ya cerró la inscripción de listas, ya se abrió la temporada de jingles electorales, ya la radio y televisión se inundan de propaganda política, ya en las calles comenzó el reparto de hojas de votación. Falta menos de un mes para conocer los candidatos presidenciales elegidos. Ya está. 

Solo hechos fuertes, inesperados, imprevistos y sorpresivos, pueden cambiar la inclinación de las tendencias.

¿Cómo era el panorama político partidario hace un año y cómo ha cambiado? ¿Y cómo estamos hoy en el mismo mes de las votaciones?
Vayamos al repaso, partido por partido.

Hace un año, el Partido Colorado no tenía un candidato claro y contundente de relevo a Bordaberry, pero  estaban las herencias de las corrientes quincistas, con Amorin Batlle; y sanguinettistas, con Tabaré Viera-Ope Pasquet, mientras se mantenía la expectativa de que una figura nueva asumiera el desafío. Ese era Ernesto Talvi, conocido como economista vinculado al partido pero sin experiencia partidaria. No lo decía públicamente, porque estaba atado a compromisos profesionales y porque su estrategia indicaba que eso era lo adecuado.

Un año atrás había cierto consenso entre analistas que la candidatura colorada era para Talvi, pero el economista tenía un plan propio que no contemplaba abrigar agrupaciones existentes ni potenciar la marca del partido: consistía en crear algo nuevo, “Ciudadanos”, en afirmar un sello distinto al del partido de Rivera y Batlle y Ordoñez, en dejar de usar la expresión “dirigentes” y presentarlos como “referentes”, estrategia que le generaría un choque de frente con una parte del partido, y fundamentalmente con Sanguinetti.

Talvi era la novedad de la campaña, entre los colorados, pero su rechazo a un líder histórico lo sacó del confort de su escritorio biblioteca y lo puso en la arena política, en la cancha de la acción directa. Y ahí cambió todo.

El Partido Nacional tenía las dos corrientes internas históricas: una de herencia herrerista mutada en “Todos” y liderada por Lacalle Pou, y una wilsonista liderada por Larrañaga pero que sufría el alejamiento de intendentes electos por “Alianza Nacional”.

La senadora Verónica Alonso lanzaba su proyecto, pero nadie creía que iba por el primer premio, y los intendentes liderados por Antía y Botana empujaban su carro, pero generaban dudas hasta donde llegarían. 

O sea que un año atrás, el favorito era Lacalle Pou y las dudas estaban en qué harían Alonso y Botana-Antía. De Alonso se esperaba una negociación a tiempo; de los intendentes se esperaba ver si optaban por lo racional o por lo emocional.

Pero nadie esperaba que llegara del exterior un empresario uruguayo que nunca votó en el Uruguay, dispuesto a poner mucho dinero y sin escrúpulos para usar la mentira y el juego sucio en una campaña. Y cambió el tablero de los blancos: desconcentró a los líderes instalados y generó dudas de hasta dónde podría llegar.

Finalmente Alonso bajó su candidatura y apoyó a Sartori, mientras Antía y Botana perdieron apoyos pero persistieron en su plan y quedaron como el grupo minoritario de los blancos.

El Frente Amplio tenía un candidato potencial con el intendente Martínez, pero estaba la duda sobre qué harían los dos líderes veteranos: Mujica y Astori. Y se veía a Carolina Cosse esperando su momento para dar la estocada. Martínez decía que no estaba decidido, pero era su carta fuerte. El paso del tiempo fue confirmando lo que era más previsible: Astori no tendría apoyo para postularse, Mujica no se presentaría, Martínez sí lo haría, y en ese esquema se largarían a la cancha otras figuras apuntando a ocupar puestos en una posible renovación de liderazgos.

El Partido Independiente mantenía esperanza de construir un espacio socialdemócrata pero sintiendo que eso no era posible como creía al inicio del período, pero estaba fortalecido y preparándose para una nueva etapa de su proceso: entrar a un gobierno de coalición.

Lo que pasó después fue desafortunado para el PI, porque el intento de crear un abanico más amplio con “la alternativa”, terminó mal como era previsible: no es posible congeniar estrategias y objetivos diferentes de los socios.

El Partido de la Gente venía con ímpetu, por asomar con la novedad de la elección, pero luego le caerían todas malas: un senador que debieron expulsar, un diputado y un exfiscal que se fueron, pérdida de visibilidad pública y de incidencia en el debate… En lugar de crecer, se achicó.

Además, un partido nuevo liderado por quien era Jefe del Ejército hasta marzo surgió con buen nivel de adhesión y hay otros partidos chicos que también muestran apoyo como para soñar con llegar al Parlamento. 

¿Cómo estamos ahora entonces? ¿Cuál es el impacto de los cambios?

En las internas, respecto a lo que se preveía hace un año, Lacalle Pou en los blancos y Martínez en los frentistas, consolidan su candidatura presidencial, pero Talvi ya no es el candidato probable de los colorados y Sanguinetti aparece firme en ese lugar.

Hacia octubre, las tendencias se mantienen como en meses anteriores, más allá de variaciones puntuales que a veces pueden estar incluso dentro del margen de error de la encuesta. Pero nada ha cambiado respecto a que la elección se define en una puja entre Frente Amplio por un lado, y una coalición de blancos, colorados y otros socios posibles, por el otro lado.

Pero el partido del general Manini y otros lemas con chance de llegar a las cámaras, agregan dificultad para tejer alianzas, por la posible fragmentación del Parlamento.

El futuro no está escrito y la campaña fuerte recién comienza, pero hay tendencias firmes que para revertirlas requieren de hechos potentes, no de la posible mejora del accionar de unos y traspiés de otros, sino de episodios removedores. Un mes es poco tiempo para que eso ocurra, pero es tiempo al fin y eso hace que la campaña y la elección sean más atractivas. 

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