Jane Fonda llamó a dejar de lado la política y la codicia en la Cumbre de la ONU por los océanos

"Estamos perdiendo el océano, y si perdemos el océano nos perdemos a nosotros mismos. El océano nos entrega el cincuenta por ciento del oxígeno que respiramos, nutre a millones de personas y se está muriendo", denunció la actriz y militante Jane Fonda en el inicio de la conferencia, ocasión en la que le entregó a la presidenta de las negociaciones del tratado, Rena Lee, un petitorio con más de 5,5 millones de firmas.

Según los observadores, luego de más de 15 años de discusiones informales y luego formales, la negociación ha ingresado en lo que se espera que sea una última ronda que permita durante las próximas dos semanas superar los numerosos puntos de discordia, luego del acuerdo concluido en diciembre pasado en la ciudad canadiense de Montreal durante la COP15 sobre biodiversidad.

"Sí, hay una luz de esperanza. Nunca hemos estado tan cerca y el impulso nunca ha sido mayor. Necesitamos un tratado mundial sobre los océanos y lo necesitamos ya. Un nuevo retraso iría en detrimento nuestro", agregó Fonda al describir los males que aquejan al océano, que van desde la contaminación con plásticos hasta la sobrepesca, pasando por el calentamiento, la acidificación y las mareas negras.

"Un acuerdo universal, eficaz, aplicable y con garantías de futuro está a nuestro alcance", consideró Lee en la apertura de la nueva sesión negociadora, al tiempo que expresó su deseo que las delegaciones participantes hayan acudido con la voluntad alcanzar la meta pautada de proteger 30% del conjunto de las tierras y océanos para 2030. Un reto que no incluye la altamar, de la cual apenas 1% está protegida actualmente.

"Somos optimistas porque la COP15 sobre le ha dado el empujón necesario a los gobiernos para que este acuerdo llegue a buen puerto", comentó Pepe Clarke, del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), con relación a la altamar, el área que comienza en donde terminan las zonas económicas exclusivas (ZEE) de los estados, más allá de las 200 millas náuticas (370 kilómetros) de las costas, y que no se encuentra bajo la jurisdicción de ningún país.

Aunque representa más del 60% de los océanos, estas áreas marinas han sido ignoradas históricamente, mientras que los estados ponían el foco en proteger las zonas costeras y solo algunas especies emblemáticas. "Solo hay un océano, y un océano saludable significa un planeta saludable", señaló Nathalie Rey, de Alianza por la Altamar (HSA, por sus siglas en inglés), organización que agrupa a más de cuarentena oenegés.

Pese al optimismo que rodea la nueva ronda negociadora, precedida de varios encuentros informales desde la última sesión de agosto, los defensores de los océanos advierten sobre la posibilidad de un naufragio. "Si fracasan de nuevo, queda en entredicho el propio proceso", estimó Liz Karan, de la oenegé Fideicomisos Benéficos (PCT, por sus siglas en inglés). "Estas conversaciones son una última oportunidad. Los gobiernos no pueden fracasar", insistió mediante un comunicado Laura Meller, de Greenpeace.

Según los especialistas, el borrador que está sobre la mesa, lleno de paréntesis y múltiples opciones, refleja los numerosos escollos que los negociadores deben superar. Por lo pronto, las delegaciones siguen divididas sobre el proceso de creación de las futuras áreas marinas protegidas, pese a que está incluido en el mandato para el futuro tratado sobre "la conservación y la utilización sostenible de la biodiversidad de las zonas excluidas de la jurisdicción nacional".

Las modalidades para aplicar la obligación de evaluar el impacto en el medio ambiente de las actividades contempladas en altamar tampoco generan unanimidad y, ante la imposibilidad de llevar a cabo las costosas investigaciones, los países en desarrollo temen quedar excluidos de los posibles beneficios. Tampoco hay consenso sobre el reparto de los beneficios procedentes de la explotación de los recursos genéticos de la altamar, donde las industrias farmacéuticas, químicas y cosméticas esperan descubrir nuevos recursos.

Según los activistas, el diablo está en los detalles. Como ejemplo señalan que al complejo y vasto panorama que plantea el acuerdo se suma el hecho de que deberá lidiar no solo con los intereses de la industria y las tensiones geopolíticas, sino también con los múltiples organismos que regulan las actividades comerciales y la creciente presión de las compañías mineras para explotar los recursos de los fondos marinos.

"Tengo hijo, tengo nietos, y quiero pasar todos los momentos que me quedan por vivir luchando para impedir que destruyamos el planeta. Quiero que sobrevivamos, quiero que el planeta sobreviva. Como madre, abuela y ciudadana del mundo, los llamo a poner a un lado la política, la codicia, los intereses particulares y la inercia que tienden a enterrar las grandes ideas valientes. Es el combate que determinará si hay un mañana", agregó Fonda, quien días atrás, invitada de honor al baile de la Ópera de Viena, llamó a la institución a cortar sus vínculos con sus patrocinadores de la industria petrolera, a los que calificó de "criminales".

(Con información de la agencia de noticias AFP)