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La Argentina kirchnerista
Si habláramos de un país como Dinamarca, democrático y seguro, próspero, bien gobernado y de bajos niveles de corrupción, como destaca en una de sus obras el politólogo Francis Fukuyama, la presentación de un libro de un exjefe de Estado, seguramente sería una acontecimiento cultural y político de primer orden, muy civilizado, acorde a las circunstancias.
Pero no podemos esperar lo mismo de un suceso similar en Argentina, donde cada vez más la cultura de las barras bravas del fútbol se adueña de la política, como ocurrió en la presentación del libro de la exmandataria Cristina Fernández de Kirchner, cada vez más cerca de su postulación presidencial, que mucho nos preocupa por las posibilidades reales de que llegue de nuevo a la Casa Rosada.
Durante la presentación de Sinceramente, el jueves pasado en la Feria del Libro de Buenos Aires, un texto en el que la exmandataria repasa su vida, hace una apología de los gobiernos de su difunto esposo, Néstor Kirchner, y de ella misma, y plantea su visión de la historia reciente del país, hubo gestos patoteros de fanáticos kirchneristas, con actitudes destempladas y, además, hostiles contra periodistas.
En realidad, se trató de un acto de proselitismo político por las elecciones presidenciales de octubre próximo. El entusiasmado ambiente electoral que se reflejó en la puesta en escena, en los atronadores cánticos de “Vamos a volver, vamos a volver” y “Cristina presidenta, Cristina presidenta”, en el despliegue de banderas y un público desbordante, confirman el aumento de la popularidad de la exgobernante, pese a que enfrenta múltiples causas judiciales por corrupción y a que aún no ha oficializado su candidatura.
La fortaleza de Fernández en los sondeos parece alimentarse de la pérdida de apoyo electoral del presidente Mauricio Macri, afectado por una profunda crisis económica que se refleja en el alza del dólar, una alta inflación y aumento de la pobreza. Una eventual victoria de Fernández, si sale al ruedo electoral, sería una verdadera catástrofe no solo para Argentina sino para nuestra región. Macri recibió un país destruido por políticas populistas irresponsables y de fuerte intervención estatal que hundieron al país, más allá de que él no es solo una víctima del actual estado de cosas.
El empuje del kirchnerismo preocupa cada vez más a los inversionistas, lo que se está palpando en el aumento del riesgo país, un indicador que muestra la capacidad del país en honrar su deuda soberana. Los capitalistas temen que el populismo llegue otra vez al poder y, por si fuera poco, en medio de una crisis. Temen a una gestión de nacionalizaciones de empresas, férreos controles a la economía y pérdida de libertad, y de la suerte del programa con el FMI.
Una gestión como la que llevó adelante el matrimonio Kirchner sería un tiro de gracia para la economía con graves consecuencias en la política, como estamos viendo hoy en Venezuela.
El fracaso del llamado Socialismo del siglo XXI es una prueba viviente de que una democracia no puede funcionar con la loca idea de que es posible la redistribución de recursos sin ninguna relación con la producción. Eso, que es lo que mejor representa Cristina Fernández de Kirchner, golpea la estabilidad política y el desarrollo económico.
