Opinión > EDITORIAL

La capital descuidada

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10 de diciembre de 2019 a las 05:00

La capital de la República Oriental del Uruguay es una de las más lindas del mundo. Recostada altiva sobre el Río de la Plata se enaltece con una rambla que es envidia de los visitantes.

Pese a que hoy luce fea y sucia, tiene barrios señoriales como el Prado o la propia Ciudad Vieja, edificios emblemáticos como el Palacio Legislativo, el Palacio Salvo, el histórico Estadio Centenario, la Torre de las Telecomunicaciones, el Teatro Solís, el auditorio Adela Reta y el mismísimo y moderno Antel Arena.

A pesar de que hoy su personalidad se encuentra indefinida, Montevideo fue durante años una capital europea insertada en la entrada del continente americano. Una bahía natural de ensueño para los navegantes que cruzaban el Atlántico en busca de nuevas tierras, oro o aventuras.

Plaza militar de relevancia en los tiempos hispánicos y de importancia superlativa en épocas de la Colonia, junto a su puerto fue creciendo una nación única: los orientales. Ni argentinos ni brasileños; uruguayos.

Montevideo es donde Uruguay se piensa y donde Uruguay se proyecta al mundo. Cabeza de un país agrícola ganadero, la capital fue expandiéndose hacia el este, el oeste y el norte. Los migrantes internos se ubicaron en su periferia, los barrios se expandieron hacia el arroyo Carrasco y hacia el río Santa Lucía.

Es imposible no querer a Montevideo, con su bohemia, su cartelera teatral desproporcionada, su amor desmedido por el fútbol y sus numerosos clubes y ligas, su transporte cansino y gris. Es la ciudad que los argentinos dicen añorar por el lento paso del tiempo y que los brasileños buscan por su paz y seguridad.

Montevideo brilla por su ausencia en los planes de gobierno de todos los partidos políticos, de la coalición multicolor y del FA. La capital no estuvo en discusión durante la campaña. La gestión de uno de los candidatos al frente de la comuna bien pudo ser motivo de discusión y debate, pero no lo fue. Como si el lugar donde viven, estudian, trabajan y se jubilan más de la mitad de los uruguayos no tuviese nada que ver con la vida del país.

Es llamativa la disociación del futuro de la capital en el discurso político. Montevideo necesita que la discutan, que la deliberen, que la piensen y la vuelvan a pensar una y mil veces. Es demasiado grande su impronta en la vida de los orientales como para reducirla a un pasatiempo de nuestra clase política que debe armar algo en pocos meses para presentar a la ciudadanía para las municipales en mayo.

Es un misterio el motivo de tamaña omisión en relación con la capital. El FA la gobierna desde hace 25 años y es probable que lo siga haciendo ante la ausencia de un proyecto por parte de la oposición. Sabedores que su electorado le es mayoritariamente afín, la coalición de partidos de izquierda se encamina a discutir sus candidatos para continuar la inercia.

Mientras tanto son tibios esbozos de dirigentes menores de la coalición multicolor los que tocan el tema. Hasta por un tema de conveniencia política Montevideo debería servir de plataforma para lanzar a la cancha grande nuevos nombres con posibilidades de quedar en la historia. El ejemplo de Tabaré Vázquez alcanza y sobra para sustentar lo dicho. Pero parece que los políticos tienen la curiosa costumbre de hacerse los distraídos desde hace mucho tiempo con Montevideo.

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