La era de los expertos en política está llegando a su fin

Los académicos no siempre son exitosos porque sus argumentos fallan cuando pierden su independencia

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04 de julio de 2019 a las 14:52

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Por Wolfgang Münchau

Uno de los fenómenos del último período del capitalismo occidental ha sido el papel que han desempeñado los expertos como formuladores de políticas: el economista académico como gobernador del banco central o el científico como ministro. No solía ser así. Este período finalmente está terminando, con algunas consecuencias profundas.

John Maynard Keynes fue el economista más influyente de los tiempos modernos. Sin embargo, nunca ocupó un alto cargo, ni dirigió un banco central o una institución internacional. Tenía el oído de los presidentes debido al poder de sus argumentos, no debido al cargo que ocupaba. Esta es una cualidad que hemos perdido.

No todos los países siguieron el camino del académico como formulador de políticas. Alemania no lo hizo. Tampoco Francia. Pero en Italia, un académico capacitado tenía una posibilidad razonable de inadvertidamente acabar como ministro de finanzas o del trabajo, gobernador del banco central o incluso primer ministro. Sólo hay que pensar en Romano Prodi o Mario Monti.

Los académicos fueron probablemente más exitosos como banqueros centrales. Ben Bernanke aprovechó su experiencia como historiador de la Gran Depresión cuando desempeño el papel del presidente de la Reserva Federal de EEUU durante la crisis financiera mundial.

En Europa, el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, nunca fue un académico, aunque tiene un doctorado en economía de una universidad estadounidense. Esta fue la única vez que la Unión Europea se acercó a designar a un economista capacitado internacionalmente para cualquier cargo. Su sucesor en el Banco Central Europeo probablemente tendrá un perfil diferente.

En EEUU, el presidente Donald Trump ya ha revertido la tendencia anterior de los economistas que lideran la Reserva Federal al nombrar a Jay Powell, un abogado, como presidente.

Los académicos han sido, en promedio, menos exitosos en la política. Algunos ministros de finanzas con antecedentes académicos, como Larry Summers en EEUU, serán recordados por impulsar la desregulación financiera, con las consecuencias que todos conocemos. En Italia, el gobierno tecnocrático de Monti produjo la austeridad. Desde entonces, Italia ha abandonado la idea platónica del ‘rey filósofo’ y ha cambiado al extremo opuesto, un gobierno populista que ignora en gran medida a los economistas.

Comparemos la situación hace 20 años, cuando el drama televisivo estadounidense The West Wing se centró en un economista ganador de un Premio Nobel como presidente. Nunca ha sucedido en la vida real, hoy parece extraño incluso como una obra de ficción.

El área más dañada por la fusión de los roles académicos y políticos no ha sido la política sino la "pericia" en sí. Ha socavado el activo más preciado de los expertos, su independencia.

Cuando los blogs de economía se pusieron de moda, me senté en un podio con un bloguero académico que predijo que las personas como él usurparían el papel de los columnistas expertos en economía en un período de 10 años. Eso fue hace una década.

Su argumento era que los economistas entrenados eran más inteligentes. Lo que no estimó es que es difícil ‘decir la verdad al poder’ cuando tienes que pedirle dinero para financiar tu grupo de investigación o instituto. Y aún menos cuando asumes un rol político designado por ese poder. La independencia es esencial.

Un buen ejemplo de un problema actual en el que la falta de independencia es un obstáculo es el debate sobre las criptomonedas. Estoy de acuerdo en que los gobiernos no deben conceder a la ligera el monopolio monetario del Estado, que es la base de nuestro sistema económico.

Pero a veces me pregunto si aquellos que se resisten a las criptomonedas lo hacen porque el concepto les parece ofensivo. Las criptomonedas representan una negación de la economía. No hay comités de política monetaria. Las criptomonedas pueden, o no, dañar la economía. Pero seguramente dañarán a los economistas.

Incluso los mejores argumentos pierden veracidad cuando se mezclan con intereses personales. Si deseas ser tratado como una autoridad independiente, no te unas a un comité de políticas, ni te conviertas en un ministro o banquero central. Tan pronto como lo hagas, habrás cambiado de bando. Puedes pensar en ti mismo como un experto. El resto del mundo no lo hará.

El requisito mínimo que se requiere para mantener o recuperar la credibilidad es declarar abiertamente los conflictos de intereses. La única opción en tales casos es ser transparente. Esta también es la razón por la cual los periodistas financieros tienen que declarar las acciones que poseen.

Los expertos que escucho y respeto son aquellos que son independientes y que no tienen una agenda política. Los que evito son los fanáticos y los que se desvían de su área y hacen declaraciones sin inhibiciones. Un economista puede tener opiniones sólidas sobre los beneficios de la vacunación, por ejemplo, pero no es un experto en el tema. Y a menudo me estremezco cuando escucho a un médico tratando de probar un punto usando estadísticas.

El mundo seguirá necesitando a los políticos y a los expertos que los asesoran. Pero más que eso, necesita que sean independientes.

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