Cuando después de haber chateado algunas veces Max Adoue pudo conocer a Guillermo Picart, supo que tenía que presentárselo a su esposo.
Con Guillermo (pero de apellido Mendizábal) llevaba alrededor de 20 años juntos. Ambos ya tienen más de 40.
Él, un contador, se encontraba de viaje por trabajo, pero apenas volvió su esposo le contó que había conocido a este joven de casi 30 años de Paysandú, que trabaja de informático. Salieron los tres juntos y no necesitaron más que gin tonics para conectar al mismo nivel.
"Todo fluyó de una y a partir de esa noche básicamente no nos separamos más", dice Max a El Observador. Él trabajó mucho tiempo en el rubro de la hotelería, pero la pandemia lo "llevó por el lado también del diseño de diseño de interiores". No fue el único cambio que atravesó en ese contexto.
No sabían cómo llamar a esa relación que nacía, ni cuál iba a ser el destino. Pero Max y Willy, como le dicen a Mendizábal, llevaban demasiado tiempo como para tener que exteriorizar en palabras lo que los dos querían. Poco tiempo después de haberlo conocido, invitaron a Capi, el apodo del Guillermo, a que se mudara con ellos en plena pandemia de Covid.
Él solo puso como condición llevarse a sus gatas y los primeros tiempos fueron un "caos" mientras las acostumbraba a vivir con el perro que tenían sus nuevos novios. La adaptación fue también desafiante para Max, Willy y Capi.
La idea de la pareja, o incluso del poliamor, ya la entendían bien. No así la de una relación de tres partes. Tuvieron que ir "abriendo la cabeza, enfrentando miedos y, obvio, charlándolo todo", explica Capi.
"Poder decir: 'esto me da un poco de miedo, esto está bueno, esto no sé, no lo entiendo', charlándolo entre los tres fue lo que nos ayudó a entender el concepto nosotros mismos".
Compartir su relación en redes les permitió conocer personas que estaban en una situación similar. Sin embargo, nunca pudieron encontrar el amparo legal de una unión equitativa entre los tres. El casamiento del pasado sábado en el restaurante Burdeos de El Pinar fue simbólico.
La unión entre más de dos personas no existe en Uruguay. Y si bien a la trieja le gustaría luchar para avanzar en este sentido en el país, se mudarán una semana después del casamiento a Luxemburgo. Por una propuesta laboral a Willy, que es contador, vivirán allí por lo menos dos años.
La decisión de casarse no incluyó a ninguno de ellos de rodillas esperando un par de "acepto".
Ellos querían tener esta ceremonia antes de su mudanza a Europa, para que las tres familias tuvieran su primera instancia juntas. Llegaron desde "todos lados" porque Max y Willy son argentinos –el primero es de Salta y el segundo de Entre Ríos–.
La misma persona que había oficiado el casamiento entre Max y Willy en 2007 fue quien lo hizo el pasado sábado en el restaurante de El Pinar. Se trata de la periodista argentina Gabriela Losavio, que además es especialista en ceremonias creativas.
"Max y Guille me convocaron para que oficiara su boda de casamiento cuando no existía la ley de matrimonio (igualitario), pero sí existía el amor. Ellos dieron el paso", dijo a El País. Y "hace cuatro años se enamoraron, sumaron a su historia de amor a Capi. Se enamoraron mucho, fuerte", aseguró.
En Uruguay fueron varios los medios que se hicieron eco del evento. A nivel internacional, en tanto, también se levantó la noticia: llegó hasta a Etiopía.
Según Max, sirve para generar visibilidad respecto a este tipo de relaciones, pero también para pasar un buen rato.
"La verdad que me divierten mucho las reacciones de la gente en algunos medios. Me encantan los comentarios, a veces de haters y de las doñas, que detrás del anonimato pueden decir otras cosas. Está divertido, no lo tomamos para nada mal", dice Max.
En cambio, en la calle o en un restaurante, las miradas tienen "mucho mayor respeto o tolerancia".
Consultados sobre cómo reaccionaron en sus familias –cuando ninguno de ellos había estado antes en una trieja– destacan lo afortunados que son.
Capi cuenta que sus hermanos que viven en Montevideo fueron los primeros que conocieron a sus novios. Con "un poco de contexto antes" y "obvio que con sus preguntas", fue como "presentar una pareja común". Después, le comunicó al resto de su familia que iba a ir a Paysandú porque quería que conocieran a Max y a Willy. Allí tuvieron un almuerzo todos juntos.
"Nos han recibido desde el día uno en la familia con los brazos abiertos y así se dio en todo", recuerda Max.
"En mayor o menor medida porque algunos te pueden entender un poco más rápido o más fácil de esto de tener una relación poliamorosa y ser abiertos a eso. En ningún momento lo ocultamos o tuvimos que salir del closet, sino que lo que nos iba pasando lo íbamos exponiendo en las redes", agrega.
Eso en lo que respecta a cómo es la vida pública de la trieja, pero ¿cómo funciona su vida privada en contraste con la de una pareja? ¿Qué pasa si dos tienen una pelea? Según ellos, a veces el tercero funciona como mediador. O escucha a uno y le da consejos. En otras discusiones, se encierra en el cuarto a ver una serie.
Willy, por ejemplo, que no pudo estar en la entrevista con El Observador, suele bromear con que las discusiones entre Max y Capi duran "cuatro episodios de The Crown".
Los tres tienen también ventajas que desearía la mayoría de las relaciones, como la posibilidad de que en una votación haya desempate. Eso hacen, por lo menos en lo trivial.
Pero no todo tiene que implicar a los tres. En una relación de dos personas, puede pasar que uno de ellos tenga ganas de hacer algo que otro no y entonces una de las partes termina sintiéndose obligada. Al ser tres, hay más posibilidades de encontrar la sintonía que buscan. Y una actividad se puede hacer sin el tercero.
Finalmente, Capi destaca que en un vínculo de tres partes "las necesidades de atención están distribuidas distintas" y da un ejemplo que lo hace reír.
"Cuando sos dos capaz es: 'che, no me estás dando pelota porque estás jugando el Play desde hace rato'. Y acá es: 'bueno, tenés al otro'..."
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