Diego Battiste

La hora del coraje político y un presupuesto por los niños

Ni el botija Canillita, ni el Chiquilín de Bachín tienen chance de hacer lobby parlamentario

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30 de julio de 2020 a las 13:39

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Hay vértigo en los corrillos del “palacio de Hacienda” y en los pisos 5 al 7 de la Torre Ejecutiva, porque se larga la cuenta regresiva para presentar el Presupuesto, y antes de llevarlo al palacio de mármol, debe tener el visto bueno de Lacalle Pou.

Contra reloj.

Y es la hora de Azucena. Es el momento para demostrarle al presidente que hizo bien en depositarle confianza, y responder a eso, con números que permitan hacer ahorros en la caja del Estado. Que se puede cumplir con lo prometido en campaña: bajar el déficit sin subir impuestos.

“Lito” Alfie y el equipo de la OPP se juegan a impulsar reformas que se perciban como sustanciales y que impliquen cambios concretos en la administración pública.

A partir de ahora ya no será un día más cada jornada, porque al romper la hoja de julio en el almanaque, habrá comenzado el mes que marca la Constitución para presentar el plan fiscal de todo el quinquenio.

El articulado, la exposición de motivos, los planillados de números y los informes económico-financieros se juntarán y serán un todo; un volumen de centenares de páginas que a partir del 31 de agosto, disparará los debates de los próximos 100 días.

El trabajo es duro porque hay necesidades infinitas y recursos finitos. Además, hay poco para repartir porque hay que corregir desvíos.

Camilo dos Santos

El gasto del “Sector Público No Financiero”, antes de pagos de intereses, aumentó por encima del ritmo de la economía en el último quinquenio, por lo que incrementó su peso en relación al PBI: fue 28,6% en 2015, subió a 29,7% en 2016, a 29,9% en 2017, a 30,6% en 2018, y a 31,3% en 2019.

Si esa tendencia era preocupante, por el riesgo de perder el “grado inversor” si no aplicaba correctivos en serio, la crisis sanitaria agravó el problema, aunque también es cierto que permitió ganar un poco de tiempo.

Dio plazo, porque el mundo está en problemas y se asume que los gobiernos deben disponer gasto adicional y sufrir pérdida de ingresos, pero también agravó la magnitud del agujero a cubrir.
Este año, el déficit aumenta y el PBI se achica, por lo que la relación gasto/producto se deterioró por doble efecto.

Veamos lo que es el panorama de este año, todo lo previo al Presupuesto que regirá a partir de 2021.

Las necesidades de financiamiento del Gobierno Central son por USD 4.833 millones, lo que se genera por USD 859 millones del déficit fiscal primario, USD 1.451 millones por intereses y USD 2.523 millones de amortizaciones.

Es imprescindible frenar un gasto público que la sociedad no puede bancar con impuestos, y que por eso endosa la responsabilidad a próximas generaciones.
¿Cómo se cubre todo eso?

El gobierno fijó cuatro fuentes de financiamiento: créditos de organismos multilaterales por USD 457 millones, emisión de bonos por USD 3.595 millones, uso de reservas por USD 498 millones y “otros” por USD 282 millones.

Mucha deuda para dejar que la paguen los que nos siguen.

Cuando se dice que “el déficit fiscal no es tan importante”, no se asume que ese exceso (abusivo) de gastos, implica generar más deuda, que los niños y jóvenes de hoy, deberán pagar mañana, y que además incrementa el pago de intereses de próximos tiempos.

No es un capricho excéntrico atacar el problema, como si se tratara de un embate ideológico contra el déficit, sino que es una responsabilidad ante hijos y nietos.
Durante la campaña electoral, la economista Arbeleche dio fundamento técnico a Lacalle Pou para que él se mantuviera firme en la promesa de no subir impuestos, y pudiera asegurar que el abatimiento del déficit era posible con una baja drástica del gasto público, que ya se había estudiado en detalle.

Ahora viene la hora de la verdad.

Pero también ahora viene la hora del pataleo, de los reclamos, de los pedidos de más y más recursos, muchos de los cuales tienen argumentación compartible, porque son para mejorar la educación, la seguridad, la infraestructura, la salud, la protección social a los que están en desventaja para forjar su futuro. Pero no hay plata y la deuda es una pesada carga intergeneracional.
Los gremios de trabajadores, estudiantes, empresarios, y otras organizaciones, tienen sus organizaciones para expresar su voz ante el Parlamento. Habrá paros y marchas, actos públicos y campañas en medios y redes.

Los que nunca aparecen en esos lobbies presupuestarios son los niños, los adolescentes, los botijas desprotegidos, los que menos tienen, los que nacen y crecen con posibilidades acotadas o malos destinos marcados.

Mientras los gremios harán escuchar con fuerza el reclamo por “derechos”, las autoridades y los legisladores deberán asumir “obligaciones” con los que no tienen sindicato ni cámara.

Aunque no estén presionando en el Salón de los Pasos Perdidos, habrá que tener presente a esos pibes como el “Canillita” de la obra de Florencio Sánchez, ese adolescente que vendía diarios en la calle para mantener a sus padres, y que por la pobreza de su hogar vestía pantalones que le quedaban cortos, al crecer y no poder comprar nuevos de mayor talle.

“Soy Canillita, gran personaje, con poca guita, y muy mal traje; sigo travieso, desfachatado, chusco y travieso”, decía aquel personaje que terminó dando nombre propio a todos los vendedores de diarios.

Queda un mes para terminarlo y el gobierno enfrenta el desafío del coraje político: hacer el Presupuesto pensando en las urgencias y dramas del presente, pero sobre todo en el futuro de los niños.

El país no puede retacear recursos a los niños para transferirlos a los adultos.

El Estado no tiene derecho a vivir a costa de pasar la tarjeta de crédito para que mañana la paguen los botijas de hoy.

El presidente tiene la oportunidad de hacer “el presupuesto del coraje”, que sirva para encauzar las cuentas públicas, y que piense en los chiquilines “cara sucia, de angelito con bluyín”, para no lamentarse luego de no haber sabido leer los ojos de esos botijas que precisan un país con más oportunidades. De no tener que lamentarse como escribió Ferrer para el magistral tango-vals de Piazzolla: “¡Chiquilín, dame un ramo de voz, así salgo a vender mis vergüenzas en flor. Baleame con tres rosas que duelan a cuenta del hambre que no te entendí”.

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