Diego Battiste

La Marcha del Silencio y una madre que se resignó a no saber qué le pasó su hijo

El tiempo la convenció de que la búsqueda ya es "inútil" y que nunca se sabrá que pasó con Ruben. Pero con casi 94 años, Milka González volverá a marchar por él

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15 de mayo de 2022 a las 05:00

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Milka González lleva mucho tiempo esperando: tanto que, a los 93 años, es una de las pocas madres que aún viven para reclamar por su hijo desaparecido en la dictadura y el próximo 20 de mayo estará marchando y pidiendo verdad y justicia. González, que cumplirá 94 años en julio, sigue buscando conocer el paradero de su hijo Ruben Prieto, desaparecido el 30 de setiembre de 1976 en Buenos Aires. Ruben militaba en el Partido por la Victoria del Pueblo (PVP), tenía 24 años y una pequeña hija. 

La última vez que lo vieron fue en la zona del Congreso, en la capital argentina. Varios testigos declararon ante la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep) de ese país que su domicilio había sido allanado por particulares que llegaron en varios Ford Falcon. Se sabe que, como otros uruguayos, fue llevado al centro clandestino de detención Automotores Orletti, en el marco del Plan Cóndor de coordinación represiva regional. Nunca se supo qué pasó con él. Milka marchará una vez más para seguir haciendo las mismas simples preguntas. Pero tal vez por el paso del tiempo y la edad que tiene, su testimonio es el de una madre convencida de que ya nunca tendrá respuesta.

“Es una búsqueda inútil”, dice González en diálogo con El Observador. “Una se va convenciendo con el tiempo. No los vamos a encontrar ni a saber exactamente qué pasó con ellos. Por más que luchemos, no tengo ninguna expectativa de saber qué pasó con mi hijo”, añade. ¿Y por qué, entonces, sigue marchando y peleando, pese a que dice que ya es inútil? 
"Ellos merecen que nos los dejemos. Que no los olvidemos". 

González jamás tuvo certeza de lo que pasó con Ruben. Lo único que tiene, dice, son indicios y conjeturas.  Algunas lo ubican en el “segundo vuelo”, que habría partido de la capital argentina con 22 uruguayos detenidos y torturados en Orletti y entregados al Ejército. “También dijeron que los tiraron al mar”, recuerda.  “Han pasado los años y realmente no sabemos nada. Y los que saben, nunca lo dijeron. Muchos de ellos están vivos”, dice. 

Otra de las convicciones de González es que, en todo este tiempo, nunca se hizo lo suficiente desde el Estado para llegar a la verdad. “Todos hicieron poco y nada” afirma, sin hacer distinciones sobre ninguno de los partidos políticos que ocuparon el poder desde 1985. “Ninguno ha hecho más que el otro. Los que están en la política saben qué paso con ellos, pero nadie dice nada. Todo está tapado”, afirma con desilusión. 

Milka dice que su hijo luchaba por combatir la desigualdad. Que siempre fue así. Que veía más por los demás que por él mismo. Que ella muchas le pidió que tuviera cuidado. “Hay que luchar” era, invariablamente, su respuesta. 

Vuelven a la calle

Milka, junto a miles de personas, volverá a marchar el próximo viernes 20 de mayo por la Avenida 18 de Julio, con una pregunta que se repite año tras año: “¿Dónde están?”. La interrogante será acompañada por una consigna y un reclamo: “la verdad sigue secuestrada y es responsabilidad del Estado”. 

Será la edición 27 de la Marcha del Silencio, que desde 1996 exige conocer el destino de los 197 uruguayos detenidos desaparecidos, pero también tendrá el ingrediente especial de ser la primera presencial de este período de  gobierno, tras dos años consecutivos de restricciones producto de la emergencia sanitaria.  La esquina de Avenida Rivera y Jackson verá una vez más partir a los manifestantes y la Plaza de Cagancha será nuevamente el punto de destino, con una novedad: antes de que el silencio se rompa con la entonación del Himno Nacional, se distribuirán 22.000 carteles con las imágenes de los desaparecidos, con una invitación directa de las madres y demás familiares de las víctimas de la represión: “las viejas te convocan a que cargues y sostengas a sus hijos”. El Observador confirmó a partir de la organización que la intención es, de alguna manera, materializar la histórica frase: “Todos somos familiares”. 
 La convocatoria de Familiares para este año pide “volver a las calles en un silencio más ensordecedor que mil gritos”. 

La invitación es a asistir sin banderas ni consignas partidarias, aunque el contexto político inevitablemente estará presente. La organización ya lo adelantó hace pocos días, cuando participó en los actos del PIT-CNT por el 1° de mayo. Allí se habló de un “presente amenazado donde la defensa de la impunidad intenta hacerse carne con una nueva ofensiva de los defensores del terrorismo de Estado”. La advertencia era relacionada con el proyecto de ley de prisión domiciliaria impulsado por Cabildo Abierto, iniciativa  que a juicio de Familiares “hiere la batalla por la verdad y la justicia, beneficiando exclusivamente a quienes cometieron crímenes de lesa humanidad”.

En el actual contexto, la organización cuestiona también los “discursos” de determinadas filas políticas que “pretenden dar vuelta la página” cuando la historia “sigue estando incompleta” y sigue sin conocerse el destino de los desaparecidos. Asimismo, se cuestionan los nuevos mensajes que, a juicio de la organización, pretenden justificar a los responsables de esos hechos. “No hay olvido ni reconciliación posible mientras la verdad siga secuestrada. Y son 197 verdades que nos siguen faltando”, afirman los familiares, con una reafirmación: la responsabilidad sigue siendo del Estado, que debe comprometerse en la búsqueda de la verdad.

 “Inacabable”


Elena Zaffaroni, una de las referentes de Madres y Familiares, reconoció que “es posible” que, tal como dice González, nunca puedan conocer qué pasó con sus seres queridos ni ubicar sus restos. “Se dieron cuenta de que esto es inacabable. Pensaron que llegaba la democracia y que se iba a saber qué pasó con ellos. Pero pasaron todos los partidos, seguimos sin saber y no hubo ninguna consecuencia”, afirmó. 

El futuro de la lucha, concluyó,  se basa en que las generaciones más jóvenes participen y demuestren su  rechazo a la impunidad. “Eso es lo que nos sostiene”, dijo.
 

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