El sistema permite poner a prueba tus opiniones previas acerca de algo y desafiarlas para ver si logran sostenerse

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La receta para tomar decisiones: siete pasos para minimizar el riesgo de equivocarse

Un sistema de toma de decisiones permite fortalecer la capacidad de decidir de manera asertiva. Y, a medida que se pone en práctica, potencia la confianza en la habilidad de tomar buenas decisiones.
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06 de julio de 2022 a las 14:49

Por Marcelo Wilkorwsky - director de Conecta361, agencia de Marketing Digital

La vida es una constante secuencia de decisiones, desde que despertamos hasta que nos acostamos, y cada día ese ciclo vuelve a comenzar. Algunas de esas decisiones están tan automatizadas que no nos generan una mayor pérdida de tiempo y energía. Pero, más tarde o más temprano, siempre llegará a nosotros un tema al que deberemos dedicarle un poco más de atención, para poder arribar a la mejor alternativa en función de cuáles sean nuestros objetivos.

Es por eso que debe formar parte de nuestro “kit de herramientas” para el día a día un sistema que nos permita acelerar y optimizar el proceso de toma de decisiones. Si cada vez que tenés que tomar una decisión sentís que invertís en esa tarea más tiempo del que deberías, en este texto encontrarás una solución.

¿Existe una receta para tomar decisiones?

Para tomar una decisión, por lo general, contamos con un número limitado de datos y, por lo tanto, debemos manejarnos con un cierto grado de incertidumbre. Contar con un sistema nos permite maximizar las posibilidades de que nuestras decisiones generen resultados alineados con nuestras metas.

Vamos a recorrer un sistema que nos confronta con creencias que consideramos intocables para evaluar si, de verdad, son las mejores que podemos adoptar. Lo bueno de este modelo es que no solo se puede aplicar al área profesional: haciéndole pequeños ajustes se puede adaptar a cuestiones que exceden ese ámbito; por ejemplo, elegir un destino para las vacaciones o —incluso— un lugar donde vivir.

Paso 1: delimitar el problema

Por “problema” vamos a entender una cuestión que necesita una resolución que depende de que elijas una alternativa u otra entre un número de opciones disponibles. Lo primero es tener 100% claro y delimitado la cuestión acerca de la que debés tomar la decisión, y que la plasmes en una pregunta. Las posibles respuestas a esa pregunta serán las opciones entre las que tenés que decidir, y deben ser mutuamente excluyentes.

La acción de poner la pregunta (y las alternativas entre las que debés elegir) por escrito es muy importante, ya que te obligará a pasar en limpio aquello que quizás aún no está del todo claro en tu mente.

Paso 2: formular las preguntas adecuadas

Escribí todas las preguntas que sean necesarias para evaluar la solidez de cada alternativa. No compares las alternativas entre sí, porque al hacerlo podrías introducir —incluso de manera inconsciente— tus propios sesgos y preferencias y favorecer a una por sobre otra. Considerá cada una de forma independiente.

Otra “trampa del subconsciente” es que omitas alguna pregunta que sea importante para evaluar cada alternativa, o pongas énfasis en aspectos que en definitiva no son relevantes. Por eso, es recomendable que compartas tu lista con alguien de tu confianza, para que te dé su perspectiva acerca de si debés depurar tu lista; o, por el contrario, incorporar otros ítems a analizar.

Paso 3: recolección de datos

Hacé una lista de los datos que debés recabar para despejar los interrogantes planteados. Esa tarea, por supuesto, implica acopiar información que esté por fuera de tus propias opiniones. Parece una obviedad, pero es imprescindible recordarlo: tu opinión es muy importante, y es la que tendrá la última palabra al final de este recorrido. Pero, sin datos que la respalden, podés caer en la trampa de guiarte por percepciones subjetivas que no siempre se corresponden con la realidad.

Paso 4: analizar la información

Este es el paso donde debés integrar la información reunida acerca de cada alternativa, y responder las preguntas que elaboraste en el paso dos. Una vez que todas esas preguntas tengan una respuesta concreta, es el momento de evaluar cuáles son los puntos fuertes y débiles de cada opción.

Puede ocurrir que no todos esos puntos tengan el mismo peso para vos: en ese caso, podés asignarle un valor a cada uno; y, para simplificar el análisis, hacer un promedio ponderado en Excel. Existe una frase que dice que, si un problema no puede volcarse en un Excel, es porque no está bien formulado (y eso aplica a cualquier clase de decisión a tomar).

Paso 5: comparar (pero en el momento oportuno)

Este paso solamente es necesario si en el paso uno realizaste una lista con múltiples alternativas de respuesta a la pregunta planteada (es decir, el problema que debés resolver). Si solo se trataba de una decisión entre dos (el ejemplo más común sería “sí/no”), pasá directamente al punto seis.

Llegados a este punto, es el momento de descartar alternativas y quedarte con las dos que consideres más convenientes luego de atravesar las instancias anteriores. Es probable que necesites analizar nuevos aspectos que no se te había ocurrido incluir inicialmente y, en la mayoría de los casos, una búsqueda exhaustiva en Google puede dar respuesta a esos interrogantes adicionales.

Paso 6: tomar la decisión

Una vez hechas todas las comparaciones, y con los datos objetivos delante de tus ojos, es el momento de elegir. Si aún te sigue costando decidir entre dos alternativas, es la etapa oportuna para poner en juego tu intuición. En cualquier caso, recordá que tomar una mala decisión, muchas veces, es mejor que no tomar ninguna. En esta vida, la mayoría de los errores que podamos cometer tienen solución, y siempre nos dejarán la ganancia de un aprendizaje para elegir mejor la próxima vez.

Paso 7: evaluar los resultados

Finalmente, llega esta instancia fundamental (y, como profesional del marketing, te recomiendo que nunca omitas este paso). Pasado un tiempo prudencial desde que optaste por una de las alternativas listadas en el paso uno, es el momento de analizar los resultados de tu elección.

Esto es especialmente importante en aquellos casos donde esos resultados no coincidieron con tus expectativas. ¿Existió alguna falla en tu análisis? ¿Dejaste que tus sesgos cognitivos influyeran en ese análisis? ¿Hay algún paso al que considerás que deberías prestarle más atención la siguiente vez que debas tomar una decisión?

Beneficios de aplicar un sistema de toma de decisiones

En síntesis, adherirte a un sistema de toma de decisiones te permite fortalecer tu capacidad de decidir de manera asertiva. Y, a medida que lo pongas en práctica y veas sus resultados, aumentará en forma directamente proporcional tu confianza en tu habilidad de tomar buenas decisiones.

Además, lo bueno de este sistema es que te permite poner a prueba tus opiniones previas acerca de algo y desafiarlas para ver si logran sostenerse. Y, una vez que cuentes con los datos que han demostrado, a través de los distintos pasos recorridos, su solidez, podés sumar tu intuición a la ecuación para tomar la decisión final.

Muchos dicen que “lo que funciona, no se cuestiona”. Y, en definitiva, la única manera de saber si algo funciona es poniéndolo en práctica. Te invito a probar el paso a paso que recorrimos en la próxima decisión importante que debas tomar. Por eso, no dejes este post en el olvido: tomá nota de lo que dice, porque es muy posible que te sorprendas —para bien— con sus resultados. 

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