Opinión > EDITORIAL

Las “batallas” de Uruguay

Los precandidatos deben prestar atención a las recomendaciones de Iglesias
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27 de abril de 2019 a las 05:03

Sería muy provechoso para todos que los precandidatos presidenciales de los partidos políticos asumieran como propias las cinco “batallas” que debería dar Uruguay para el desarrollo, que propuso el jueves 25 el economista Enrique Iglesias, o por lo menos que fueran analizadas.

La estatura intelectual de Iglesias, su amplia trayectoria gubernamental y en organismos internacionales, exsecretario general de la Secretaría General Iberoamericana, extitular del BID, excanciller de Uruguay, exsecretario ejecutivo de la Cepal y primer presidente del BCU, su influencia y excelente diálogo con los referentes de todos los partidos lo colocan por encima de las rencillas y discusiones políticas, y sus ideas podrían convertirse en una excelente hoja de ruta para el próximo período de gobierno.

En una charla a directores, gerentes y ejecutivos de empresas, Iglesias dedicó una parte a hablar de las cinco “batallas” que debe encarar

Uruguay para caminar por la senda del desarrollo: manejo macroeconómico; la productividad e innovación; la educación; la equidad; y la inserción internacional.   

La buena gestión fiscal, de la inflación y del tipo de cambio, fueron los tres indicadores macroeconómicos que consideró relevantes que estén bajo control. El manejo macroeconómico responsable no depende de la ideología, precisó Iglesias. Y tiene razón. No debería ser una consecuencia del poder discrecional de un gobierno, como ha sido claro en el caso de Uruguay, por lo menos en el aumento del gasto público. 

Sin ello, pues, “no hay estrategia para el desarrollo”, advirtió.

El expresidente del BID cree que muchos de los desequilibrios de la región y obviamente de Uruguay, son una consecuencia de la dependencia de las materias primas, que como muestra la historia, sufren de las fluctuaciones de los precios y también de la demanda de los países compradores. 

Y es por eso que Iglesias incluye la “batalla” por la productividad y la innovación. Con la primera es que se logra un mejor lugar para competir en el mundo, algo imposible en nuestra opinión –ni siquiera pensar en ello– con un Estado estrangulador que asfixia con impuestos al sector privado. La productividad es mayor eficiencia y ello depende de la calidad de las instituciones que son favorables al crecimiento.

La innovación, el valor agregado de los bienes y servicios, es el apreciado capital intangible de las ideas que termina teniendo más peso que los propios recursos naturales, y siempre mejora el resultado económico. 

Y no hay innovación sin capital humano, sin una fuerza de trabajo altamente educada. Hay evidencia de sobra sobre el vínculo entre el nivel escolar y la eficiencia económica que siempre desemboca en crecimiento, algo en que lo que también estamos muy mal.

No se trata de “batallas” perfectas, aunque salgamos victoriosos de la contienda. Una afortunada inserción internacional –de la mano de la globalización- provoca desigualdades de ingresos que solo se puede resolver con una buena educación en los sectores más desfavorecidos, otra penosa asignatura pendiente. 

Ojalá que los candidatos presten atención a las ideas de Iglesias, mucha de cuales, lamentablemente, integran una vieja agenda de Uruguay –por lo menos desde hace unos 30 años– que no hemos sido competentes en marcar con el signo de visto. 

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