Leonardo Carreño

Lasarte hizo el clic a los 55: "Entendí que no me podía pasar la vida persiguiendo quimeras"

El entrenador que triunfó en Uruguay, Chile, Egipto y España, sueña con ser campeón en una copa de la Conmebol como entrenador; apunta a Chile, donde lo hicieron sentir tan cómodo, y al último viaje con Eguren y el profe

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11 de julio de 2020 a las 05:04

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"Cuando tenía 20 años y miraba para adelante, a mis 60… ¡me imaginaba viejo! Aunque en mi época el tema era el año 2000, más que llegar a esta edad. Como si ese cambio de milenio fuera a establecer un quiebre. Cuando proyectaba, para el 2000 tendría 39 años, sería joven, pero me lo imaginaba como un corte. Y no fue así. Ese corte, en mi caso, empieza a aparecer a los 55”, dice Martín Lasarte, entrenador uruguayo de 59 años, que dirigió con gran suceso en Uruguay y Chile, en España, Egipto (en estos cuatro países fue campeón), en Emiratos Áraba y Colombia.

¿Qué pasó a los 55, Martín?

Nada en particular. Empecé a ver las cosas desde otro lugar. Me apacigüé un poco en mi interior. Entendí que no me podía pasar la vida persiguiendo quimeras. Si se da, trabajás para hacer lo mejor, y si no se da, es la vida. Porque en definitiva la vida se trata de ser feliz.

¿Qué fue lo que generó ese quiebre? ¿Sucedió algo especial?

Creo que fue una cuestión de tiempo, porque para el fútbol tengo menos tiempos. Ya no tengo 25 años de carrera por delante, quizás me quedan ocho o 10 años. No me veo como Gregorio (Pérez) o el Maestro (Tabárez).

¿No se ve trabajando a los 74, 75 años?

¡No! Trabajando no. Hoy (el martes) hablaba con Gerardo Pelusso sobre eso. Me decía: ‘Me cansó levantarme temprano y tener cinco problemas en el teléfono cuando abrís los ojos, cinco problemas más cuando llegás al entrenamiento, ocho problemas durante la práctica, cinco después de la práctica, y en la tarde otros tres problemas más”. Y es así, tal cual. Después, está la manera en cómo vivís todo esto, la intensidad que le ponés. Me sentí muy identificado con lo que me decía Gerardo.

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¿Es muy distinto dirigir en la actualidad a cuando hace 23 años atrás comenzó en Rampla?

Es distinto. Antes era una tarea un poco más solitaria. Hoy tenés un entorno multidisciplinario, y hay otras herramientas. Sin ir más lejos: hoy viene alguien con un papel y te da un informe con todos los detalles del rival. No existe aún que te den la versión de sensación, que esa sí es única, es tuya y es la que tenés vos, pero te dan todos los números que quieras. Además, por ejemplo, antes hacías de psicólogo. Hoy existen los psicólogos en los clubes. 

¿Las presiones son las mismas?

(Piensa unos segundos) Quizás hoy están un poco más exacerbadas por las redes sociales. Antes, el partido lo veían los que iban a la cancha, sabían algo los que escuchaban la radio o leían el diario al otro día, pero no mucho más. Hoy, si no lo ves, es como si lo estuvieras viendo, porque lo tenés en el teléfono en un tuit, en un video, en una página web. Las redes sociales ampliaron el espectro de presión. O, les debe pasar a ustedes, con cosas que suceden y no les da tiempo a cotejar. El otro día sucedió con un actor de Hollywood del que anunciaban su muerte, pero no había muerto. 

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¿Le rechina ese mundo?

Quedé un poco atrás. Sí, quedé atrás, aunque tuve Twitter y lo borré. 

¿Por qué?

No era para mí. No tenía ganas de que gratuitamente la gente te dijera cualquier cosa. Tengo Facebook para informarme, pero no publico, solo leo lo que publican. Miro un video, las noticias de los diarios, y después te das cuenta que, cuando te dicen en el informativo tal cosa, ya la sabías desde la tarde. Eso sí me gusta, me gusta recibir la información de esa manera.

¿Por qué abrió una cuenta de Twitter?

Porque cuando estaba en España, tuve una especie de jefe de prensa, no muy pomposo pero muy profesional. Me sugirió abrir cuentas de Twitter, Facebook y una página web. Pero, cuando viajé a Chile con todo eso, no me sentí nada cómodo, evidentemente porque no lo sé usar, no tenía ganas y lo dejé. Me duró tres años el Twitter. ¡Ah, y ahora tengo Instagram! Lo utilicé un día porque un periodista, Enzo Olivera, el sobrino del Trapo, me quería hacer una nota por Instagram para Chile. La abrí para eso y no toqué más la cuenta.

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¿Es difícil encontrar una motivación después de haber dirigir en Sudamérica, en España, en Egipto, y haber conquistado títulos en varios países?

Los objetivos se reconvierten. Está claro que hay cosas que hiciste, que están buenas en sí misma, pero tienen menos carga afectiva en vos porque ya lo conseguiste. Y otras que no. Por ejemplo, aún no fui campeón de América con un club, llegué a semifinales con Católica. Eso sí me gustaría, y me genera una ilusión. Para eso tenés que ser campeón o vicecampeón en un país, y eso ya lo conseguiste. Me gustaría ir tras ese objetivo. También, trabajar en un lugar en el que no estuve, porque me parece que podría estar bueno y sería algo diferente.

¿Por eso aceptó el desafío de Egipto?

No, porque de las dos o tres posibilidades que había, Al Ahly era un equipo muy grande. Había estado en Dubai, me había gustado, pero esta experiencia no tuvo nada que ver con Dubai. Me gustó la cultura, y el club era un monstruo con 50.000.000 de hinchas.

Viví en un hotel, del que salía para entrenar, ir a un shopping y algún fin de semana puntual o un día libre a la playa. Eso sucedió un par de veces, en los casi nueve meses que estuve (diciembre 2018 a setiembre 2019). Sebastián (Eguren) y el profe estuvieron en el hotel y luego se mudaron a apartamento. Yo había vivido en otras ciudades en apartamentos, y me gusta hacer las compras, salir, andar. Pero acá era complicado. Hay mucho tráfico, las distancias son enormes. Te decían que quedaba a una cuadra, y esa cuadra eran cinco de las nuestras. El otro tema, la gente es muy fanática, te reconocían en la calle y no podía moverme. De todas formas, como experiencia me encantó.

Desde el desconocimiento, ¿qué puede hacer un técnico uruguayo en el fútbol egipcio, además de dinero, me imagino?

Primero, dirigir al equipo más popular que dirigí. Entrás en Internet y Al Ahly está entre los clubes que más trofeos han ganado. ¡Es un club enooorme! Además, está el encanto de desarrollar mi trabajo en una sociedad, con una cultura e idioma diferente. Me parecía seductor.

¿Lo entendieron?

Íbamos 14 puntos atrás y terminamos ocho adelante, y fuimos campeones. Hicimos muchas cosas buenas.

¿Fue por dinero?

Sí. Económicamente fue muy bueno. No fue de los contratos que se habla de los que van a Dubai. Me pagaron siempre, en euros, y había un dinero para cobrar en 30 días y también lo depositaron en el banco.

¿A los 59 años dónde se ve?

El coronavirus nos generó a todos una especie de stand by. Me imaginaba estar armando algo en Chile. Ahora no. Tengo algunos contactos que me llamaron.

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¿Es un técnico caro?
Depende de lo que sea caro. Frente a la situación de otros colegas, seguro que no soy el más caro. No soy el que más ganó en Nacional, no soy el que más ganó en la U, en Católica, en la Real Sociedad. Cuando firmé con Deportivo La Coruña como jugador me preguntaron si era un jugador caro y le dije: ‘Eso se sabrá cuando se termine mi contrato. Si conseguimos títulos, va a decir que es barato’. Tiempo después me encontré con un periodista y me dijo: ‘Era barato’, en alusión a aquella expresión.

¿El mercado chileno está hecho a su medida?

A mí, me fue bien. Es algo raro, porque al uruguayo no le gusta el chileno, pero a mí, me gusta. Me trataron bárbaro. Me hicieron sentir siempre como uno más. Santiago es una ciudad preciosa. Uno de los mejores trabajos lo hice en Católica y, ¿sabés una cosa? No ganamos nada.

Esa es la espina que queda.

Se lo dije al presidente, me hubiera gustado estar en esa galería con los entrenadores que ganaron algo con el club. También me hubiera gustado conseguir un título internacional en la U.

¿Qué error no volvería a cometer?

Un montón, pero uno que seguro no haría es volver a Millonarios de Bogotá una semana antes de iniciar el torneo pensando que iba a llegar Mandrake y que iba a cambiar todo. Fue horrible. Salió todo mal. Eso me marcó. Por eso cuando la gente te dice por qué dijiste que no a determinada propuesta, ahí está la explicación: porque uno debe hacer un buen diagnóstico, y en ese momento, más allá de que había estado en Nacional, era joven, me venía a buscar Millonarios y me dejé llevar. Fue una tontería.

"De 10 años a esta parte me empezó a pasar el famoso tema de las sensaciones. ¿Sensaciones? ¿Qué sensaciones te transmite tal equipo, pero va octavo, y el segundo no te transmite lo mismo? Hay una cuestión de pensamiento sentimental en el fútbol que está ocupando un espacio que antes no tenía. Por esa razón, ahora digo que hay que hacer dos tablas: la de las sensaciones y la de la realidad. La que paga premio y da copas, es la realidad. La otra es el famoso latiguillo o comentarios de periodista de turno, no de todos, pero sí de algunos: ‘Qué equipo valiente’, ‘Se presentó ante un grande, lo enfrentó como el mejor’. ¿Cómo salieron? Perdieron 4-1. ¡Ah, pero qué barbaro! Yo también me tiré de un edificio y me maté. ¿Cuál es el sentido? Acá es lo que siempre dijo el profe de León, un maestro: ‘Lo importante es con menos hacer más, esa es la verdadera historia’"

¿Cómo fue el Lasarte que dirigió Nacional a los 44 años y el que volvió a los 55?

Cuando entré al chalé y abrí la puerta no había ninguna diferencia, estaba todo igual (se ríe). Ahora en serio: la primera vez que llegué a Nacional había un conflicto con los médicos. Venía de dirigir a River y no fue fácil el comienzo porque estaba trancado el equipo. Había muchos egos de jugadores, algo que no me había pasado hasta ese momento. Yo había estado en Nacional como jugador, pero era del montón de atrás, estaba en la línea de apoyo y los que estaban por delante no tenían mucho ego. En la primera etapa como técnico encontré mucho ego y aprendí. Mi hermano, que hizo coaching deportivo, siempre destaca cuando hablo del grupo, de aparcar los contratos, porque tenemos un objetivo común, 90 minutos nos separan de algo único.

¿Cómo se hace cuando cada vez pesa más el contrato?

Por eso es más difícil la cuestión de gerenciar y aglutinar que los asuntos propiamente de fútbol, del 4-4-2, del 4-3-3. Actualizarse hoy desde ese lugar es relativamente fácil, pero la otra parte es difícil… el aspecto humano, manejar los egos, los representantes.

¿Le dijo a algún jugador: ‘No vas a jugar más conmigo’?

No. Nunca. Eso sí, me sucedió de invitarlos a reflexionar sobre determinada situación, a decir vamos a entrenar en otros horarios para mejorar. O a jugadores que vienen de una operación y a los 15 días quieren jugar, les decís que no están, pero por otro lado le llenan la oreja. Es muy difícil esa situación para el futbolista, porque es más lindo escuchar a alguien que va de traje y te promete dinero, futuro y fortuna, que a un entrenador que te promete trabajo y honradez. Supongo que a mí me sucedería igual.

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¿Cómo le llega al jugador?

Hablando. A veces utilizás otras cabezas más cercanas a ellos. Incorporar a Seba (Eguren) tuvo como objetivo tener a alguien más cercano a ellos.

¿Cómo es con el jugador? ¿Le llega?

Es una de mis virtudes; sí, le llego al jugador. Estoy con los jugadores. Lo único que cambié de San Sebastián hasta ahora fue que un entrenador me dijo: ‘Martín, estás demasiado metido. Gastás demasiada energía en todos los detalles, incluso agarrando un grupo para vos. Vos tenés que regentear, desgastarte el día de la práctica de fútbol y en un táctico, pero no en otras cosas’. Y tenía razón. Cambié. Empecé a mirar más alrededor, los grupos en forma genérica. Hay trabajos que debo hacer yo, pero delego, y delego. Eso es madurez.

¿Por qué eligió a Sebastián Eugren como asistente?

En 2005 estuvo a punto de renovar y quedarse en Nacional, pero se fue. Luego, 10 años después nos volvimos a juntar y le dije: ‘Te voy a hacer dos invitaciones: ¿Querés jugar un año más con tu papel? No te prometo que vayas a ser titular, pero sos un jugador de peso. ¿O empezar desde otro lugar, al que deberás adaptarte porque son tus compañeros, pero tenés un montón de condiciones?’. Y hoy te puedo decir que me quedé corto en todo lo que creía que tenía de talento y potencial. Es una bestia lo que trabaja, cómo prepara, la honradez que tiene para dar todo para el grupo. 

¿Está para dirigir?

Entiendo que sí, pero me dijo que le gustaría seguir una temporada más conmigo.

Parece que quiere ser campeón de América, al lado suyo…

Ojalá. A Seba y al profe le seducía volver a un equipo importante en Chile. O a la selección, porque se habló en su momento. Si eso se diera, sería ideal. Pero si esto se prolonga, los tengo que liberar. De momento seguimos trabajando juntos.

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En su segunda etapa en Nacional me dijeron que fue mucho más que un entrenador, fue como un entrenador-gerente. ¿Fue así?

No me siento así. Soy de la cancha, pero estaba en más detalles. Por qué ir a un hotel si teníamos todo para hacer la pretemporada. Así que arreglamos los dormitorios, concentramos en Los Céspedes, ahorramos dinero al club y generamos sentido de pertenencia, algo que es muy bueno. Y sí, tuve que hacer cosas, preocuparme por las habitaciones, mandar a comprar un sofá nuevo, o decir que Rodrigo (Amaral) no volvía más.

¿Cómo vivió el episodio de Amaral?
Rodrigo venía de juveniles y estaba grueso. Entró en un partido con Liverpool y un jugador de 18 años no podía cansarse. Entonces le planteamos hacer un trabajo. Lo aceptó. Lo estaba haciendo bien. Fuimos campeones, pero él quería su oportunidad y lo entendí, pero yo tengo que ver todo el equipo. Entonces surgió la situación con Fonseca, que se lo lleva a Maldonado y tuvo problemas con Coito y con nosotros. Así que sin comerla ni beberla nos tocó. Después pasó el tiempo y lamentablemente los hechos nos dieron la razón. Lo que sí me gustó de todo esto es que Rodrigo aprendió. Un día estaba viendo una de las finales, viene y me saluda, y poco después al profe, que se lo encontró en Punta del Este, le pidió perdón. Eso habla muy bien de Rodrigo. Y me alegra, porque siempre decía: ojalá triunfe. Me dio pena porque en ese momento necesitaba un jugador para alternar con Ligüera, me hubiera encantado tenerlo, pero la frustración lo atrapó muy rápido. Debió tener un poco más de paciencia. Por eso digo que al final los hechos me dejaron tranquilo.

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Tuvo que adoptar la medida de dejar fuera del plantel a Amaral, porque el presidente del club no la tomaba.

Lo que sucedió fue que un día llegamos y nos dicen que Amaral iba a entrenar en Maldonado. ‘¿Quién le dio permiso?’, pregunté. Y al presidente le dije que no podía suceder que nos desautorizaran frente a todos los demás. Así que le dije que si Amaral volvía, me iba.

¿Qué dijo José Luis Rodríguez?

Nada, porque no volvió. Esa decisión no fue contra Fonesca ni contra Rodrigo. Fue una cuestión de hecho: si al otro día venía cualquier jugador y te decía voy a hacer pesas con Fulano o velocidad con Mengano, ¿con qué autoridad le iba a decir que no? No. Esto no es así. Hay reglas y normas que se deben cumplir.

¿A Martín Ligüera le dijo que tenía perfil para dirigir?

El día que anunció su retiro, le ofrecí que se incorporara con nosotros, pero ya tenía todo arreglado para comenzar como entrenador en el club. Con Martín hablo de vez en cuando, pensé en integrarlo al cuerpo técnico en algunas de estas últimas experiencias, también junto a Seba (Eguren).

¿Habló con otros jugadores para decirles que los veía dirigiendo en el futuro?

No. Evito para no generar falsas expectativas, porque capaz que se ilusionan con que le vas a hacer un lugar en el grupo de trabajo y no es posible.

“Una vez, con esa extraordinaria capacidad de análisis que tiene, en un Sudamericano en Chile, Markarian dirigía a Perú, y dijo que estaba harto de los cliché. Y estoy totalmente de acuerdo: nos atrapa un cliché y no te lo saca nadie”

¿Al jugador le habla desde un lugar paternalista?

Puede ser, aunque no me siento así. Lo veo más desde el lugar de hacer entender a las personas de la importancia del sentido común, que no pueden ser obligadas, que deben ser seducidas, que las decisiones tienen que ser transmitidas y debe haber un por qué. También soy los que creo que hay que dar una segunda oportunidad. En algunos casos, como el de Rodrigo no lo admitía, pero pudo haber otras circunstancias, por una llegada tarde u otra cosa, que sí se debe dar lugar a segundas oportunidades.

¿Es un técnico defensivo?

No tengo problema en decirlo. Primero, fui defensor. Luego, me inicié como entrenador en clubes modestos. En mi segundo año trabajé en Rentistas, le ganamos los dos partidos a Nacional, incluso cuando estuvimos colgados del travesaño. Estuvimos a 20 minutos de un récord histórico de imbatibilidad en el arco. Era nuestro método en ese momento, porque me formé en eso, en ese período. Pero no soy eso. Fui madurando, cambiando. 
Por ejemplo, antes de viajar a San Sebastián fui a lo de Juan Carrasco y estuve hablando cuatro horas de fútbol con él. Me dio un cd con las jugadas. Juan es de lo mejor que hay. No se guardó nada en la charla. Me contó qué hacía, cómo visualizaba cada situación, cómo lo proponía.

¿Le cambió esa charla?

Me sumó mucho. También previo a ese viaje fui a ver al Maestro (Tabárez) al Complejo. En ese momento me dijo: ‘Martín, estás preparando, déjate de estar preguntando’. Hablé con Gregorio, que es mi amigo, con Markarian y con Juan. No quería que esa experiencia fuera un vientito, quería que pasara algo, y que saliera bien. Porque tengo otro objetivo escondido cuando voy a algún lugar: dejar la puerta abierta para otro uruguayo.

¿Cómo ve el proceso de Tabárez?

En esto tenemos que ser muy precisos: cuando llegó Tabárez no íbamos a los mundiales, perdíamos en primera fase, y desde que llegó hace 14 años recobramos un rol protagónico, fuimos cuarto y quinto, le ganamos a Italia, Inglaterra, Portugal, cuando no le ganábamos a europeos. Hay algo, no encuentro la palabra para definir lo que generó, pero hay algo, hay un hilo conductor, hay educación, respeto. Hay una transformación. Y el valor que tiene soportar sobre sus hombros los momentos difíciles, los muy complicados. Jugadores que estaban en mal momento, que no funcionaban, aquella etapa cuando no encontraba el golero. Todo eso tiene un peso, pero el Maestro fue muy minucioso y lo reconstruyó como con un bisturí.

Tengo una envidia sana de alguien que a determinada edad tiene el deseo, las ganas y el impulso de seguir, es muy importante. Mucha gente dice: ‘Se tiene que ir’. ¿Por qué se tiene que ir si siente que puede seguir aportando cosas?

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¿Se tiene que ir?

No. Se tiene que ir cuando se quiera ir. Y de repente no sé si se tiene que ir, puede estar en otro lugar como director deportivo, gerenciador…

Afirmar que en este último Mundial (Rusia 2018), Uruguay debió ser campeón es muy pomposo. Si me decís: ‘Uruguay pudo o podía’, sí, pero ‘debió’, no. Mirá quiénes fueron los otros que llegaron a la definición. También te digo que de todas las últimas selecciones de Uruguay, fue la que estuvo más cerca. Solo me quedó eso de haber tenido en Rusia 2018 al Forlán de Sudáfrica 2010, pero era imposible.

Una vez lo dijo Tocalli: ‘Uno alto, rápido, técnicamente bueno, y que tome buenas decisiones nosotros tenemos millones, ustedes tienen miles o cientos, así que son injustos con ustedes’, y es así porque no tenemos tanto. Que aparezcan todos los jugadores que tenemos suena a milagrito y que generacionalmente los podamos poner a todos en un Mundial suena a más milagro. De todas formas, sí: la última vez fue la que estuvimos más cerca, pero ya está.

¿Se ve dirigiendo a la selección?
No.

¿Le gustaría?

Sí. ¿A vos no te gustaría en la BBC? A me gustaría dirigir a Uruguay, como al 100% de los entrenadores.

Dirigió en Uruguay, a grandes de América, en Europa, en África. Reúne las condiciones tan exigentes que plantea una selección.

No me lo puse a pensar. A veces hice el juego con algún amigo, con el Gordo (Flavio Perchman), pero no, no más que eso como un juego. Eso sí, me gustaría dirigirla, como me hubiera gustado jugar en la selección.

"El fútbol es una cuestión opinable, y eso ocupa un lugar importante. El último Mundial es un buen ejemplo. Apareció la renovación en el medio en la selección, pero a mí me sucedió que viéndola desde afuera, quería que volviera a jugar como la de antes, porque lo que estaba no funcionaba. Por eso al tercer partido, Tabárez cambió el juego. Ahora está funcionando. Era cuestión de tiempo. También hay cosas que han ocurrido que al Maestro le han jugado a favor, y que en el recorrido le están jugando en contra porque no sé cuándo vamos a tener otro Suárez o Cavani, uno de los dos, o un Godín. También hay una cuestión que ese tránsito de una década en la selección lo diseñó él. Que los jugadores estuvieran 10 años y que Uruguay funcione como club, eso está bueno. En algo en donde se reúnen una vez cada tanto para entrenar, que se sientan como un club es una ventaja que le sacás al resto".

A Suárez lo recibió con 18 en Nacional y a Griezmann con 19 en Real Sociedad. ¿Cómo fue?

Ahí sí tomás un rol paternalista, más con Griezmann que con Suárez, porque estaba solito, la familia estaba a 800 kilómetros, y el padre me pidió que lo cuidara. Antoine era una bala y había que cuidarlo. Luis no tuvo ese problema porque estaba con la mamá. Los dos fueron muy fuertes de cabeza, y me pasó de salir a caminar con ellos alrededor de la cancha, cuando la marea externa les había llegado a la cabeza con los representantes, la gente que le pasaba la mano, el entorno… entonces había que bajarlo a tierra.

¿Qué les dijo?

Que no iban a jugar y se ponían malísimos. Me acuerdo esas charlas con los duraron dos vueltas caminando a la cancha. En Los Céspedes y en Zubieta. En la primera vuelta les dije que entendía que no debían jugar, y en la segunda, al final del viaje, que iban a jugar. En ese momento Suárez me dijo: ‘Yo voy a jugar en Barcelona’. Y Griezmann que iba a jugar un Mundial como delantero, cuando en ese momento jugaba de volante izquierdo porque pesaba 48 kilos.

Y a los otros jugadores de 18, que no difícilmente vayan a triunfar, ¿qué les dice?

Cuando tomo un chico joven tengo mucho cuidado porque lo puedo estropear no solo en la cancha sino para la vida. Ando en puntas de pie con ellos, sobre todo porque alrededor hay un mundo que lo hace flotar y volar, que le habla de dinero, futuro y fortunas. Por eso en los vestuarios dejaba muchos mensajes, mensajes que no eran motivadores sino de llamados a la realidad, para transmitir enseñanzas de vida.  

Si tuviera a Lasarte acá, en 1997 cuando empezó a dirigir, ¿qué le diría?

No te calientes tanto, todo es más relativo, los triunfos y las derrotas. Que disfrutes más de los triunfos. Que disfrutes de las cosas simples, mundanas, porque pestañas y pasaron 15 años, no pasaron dos días. Que después de un partido no te pongas a pensar al otro día en fútbol

 

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