ZACH GIBSON / AFP

Leve mejora de las expectativas para América Latina, aunque en un contexto de mayor incertidumbre

Tiempo de lectura: -'

28 de octubre de 2021 a las 15:58

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 3 45 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 3 45 / mes

El FMI corrigió levemente al alza las expectativas de crecimiento para la región, aunque la incertidumbre en torno a los fundamentos que sostienen a la recuperación continúa en aumento. ¿Cómo nos afecta? ¿Cómo viene la recuperación de la economía uruguaya? De esto te voy a hablar en una nueva entrega de Rincón y Misiones.

Comportamiento heterogéneo en la región

Semanas atrás, el Fondo Monetario Internacional (FMI) actualizó sus proyecciones y perspectivas de la economía mundial. En términos generales, el crecimiento global esperado -5,9% en 2021 y 4,9% en 2022- no sufrió variaciones significativas respecto a lo proyectado en julio, pero las asimetrías entre países y regiones se han acentuado. La variante Delta ha deteriorado las perspectivas económicas para los países con menores índices de vacunación, notablemente los de menores ingresos. El crecimiento esperado en 2021 para Estados Unidos se redujo desde el 7% al 6%, en parte por el impacto de la nueva variante, pero también ante las restricciones de oferta para satisfacer el creciente aumento de la demanda derivada de la recuperación económica. En el otro extremo, las proyecciones de crecimiento económico para algunos países exportadores de commodities han mejorado ante el incremento de los precios.

Como se aprecia en la siguiente figura, si bien la evolución de las expectativas ha ido ajustándose sistemáticamente al alza, en la última revisión del FMI el patrón cambió. El crecimiento esperado entre 2019 y 2022, es decir, el tamaño que tendría el PIB respecto del nivel pre-pandemia, fue revisado a la baja en casi 2 puntos porcentuales para las principales economías emergentes del sudeste asiático (Indonesia, Malasia, Filipinas, Tailandia y Vietnam), fuertemente afectadas por la variante Delta surgida en la India. En la misma línea, y por lo mencionado anteriormente, el crecimiento esperado en los últimos tres años para Estados Unidos fue reducido desde 8,3% a 7,7%.

La mejora de las perspectivas económicas para América Latina no solo ha sido marginal, desde un crecimiento acumulado entre 2019 y 2022 de 1,5% en julio a 1,9% en octubre, sino que la heterogeneidad en el desempeño entre países continúa incrementándose. En la siguiente figura puede observarse el crecimiento esperado entre 2019 y 2022 para los países de la región, y mientras países como Paraguay y Chile crecerían respectivamente un 8% y un 7%, las economías de Panamá, Ecuador, Argentina y Bolivia se mantendrían en 2022 aún por debajo de los niveles pre-pandemia.

Sin embargo, la incertidumbre en torno a este escenario moderadamente más optimista para la región se ha incrementado. En particular, las restricciones de oferta derivadas de la recuperación en las economías avanzadas y el vertiginoso ascenso del precio del petróleo continúan acelerando las tasas de inflación a nivel global. Si bien en el mundo desarrollado, éste fenómeno se percibe aún como transitorio, el comienzo del retiro de los estímulos monetarios, en particular en Estados Unidos, está cada vez más cerca. La inflación anual alcanzó el 5,4% en setiembre (el objetivo de la Reserva Federal es de 2,0%) y en los últimos tres meses, la tasa de interés que pagan los bonos americanos aumentó en casi 0,4 puntos porcentuales. En ese período, el spread adicional (riesgo país) que pagan los países latinoamericanos para financiar sus déficits se mantuvo sin cambios significativos a nivel agregado, por lo que el costo de financiamiento para la región aumentó. En ese sentido, la mayoría de las monedas de la región se depreció en los últimos meses con una caída promedio de 5% frente al dólar.

Una política monetaria menos expansiva en el mundo desarrollado, o incluso la expectativa de que se adelantaría en el tiempo el cronograma de retiro de los estímulos, podría provocar una rápida salida de capitales de la región, en particular en los países con una situación fiscal y política más complicada. Quizás Brasil sea el caso que mejor refleja este riesgo. Hace un mes comentábamos como nuestro vecino se enfrentaba al dilema de cumplir con la trayectoria de consolidación fiscal planteada originalmente o aumentar el gasto público en vísperas del año electoral, y como ello podría deteriorar rápidamente su contexto macroeconómico.

En las últimas cuatro semanas, la incertidumbre en torno al rumbo fiscal que adoptará el país aumentó y la mayoría de los indicadores económicos se deterioró. El crecimiento esperado cayó 0,1% para 2021 y 0,2% para 2022, año en el cual ahora se estima un magro crecimiento de 1,4%. La inflación superó el 10% en setiembre y las proyecciones para 2021 y 2022 aumentaron de 8,5% a 9,0% y de 4,1% a 4,4% respectivamente. En este contexto de incertidumbre, el tipo de cambio continúa depreciándose, a pesar de los sucesivos aumentos de la tasa de interés por parte del Banco Central.

El contexto para la economía uruguaya

Es difícil pensar que nuestro país no se vería afectado ante un escenario financiero global menos favorable y más restrictivo, aunque es razonable pensar que dicho impacto podría ser menor. Si bien el déficit fiscal ya era elevado en 2019 (4,4%), en términos relativos el deterioro de las cuentas públicas ocasionado por el coronavirus ha sido sensiblemente menor que en el resto de la región. Además, el “riesgo” político y social al que está expuesto la mayoría de los países de la región no aparece en nuestro horizonte. Todo hace indicar que, a diferencia de la región, no estaremos expuestos en 2022 al dilema “sostenibilidad fiscal versus sostenibilidad política”. En efecto, mientras que en 2019 el riesgo país de Uruguay era superior al de Chile, Perú y Panamá -y similar al de Colombia-, hoy en día es el más bajo de toda la región. En ediciones anteriores, hemos abordado la necesidad de avanzar en la reforma de nuestro sistema de seguridad social para mitigar aún más este riesgo.

Luego de crecer por encima de lo previsto en el segundo trimestre, la mayoría de los indicadores adelantados de la actividad económica dan cuenta de que la recuperación se habría acelerado durante el tercer trimestre. En términos desestacionalizados y frente al segundo trimestre, la recaudación de la DGI creció un 2% (+4% por encima del nivel pre-pandemia), la venta de nafta un 11% (+2%), la venta de energía industrial un 3% (+7%) y la venta de gasoil no creció, pero se mantiene un 5% por encima del nivel pre-pandemia.

En este contexto, las perspectivas económicas han sido revisadas al alza, esperándose un crecimiento de 3,1% en 2021 (+0,5% frente a lo previsto en julio) y de 3,2% en 2022 (+0,2%). Con ello, en 2022 la economía se ubicaría un 0,1% por encima del nivel de 2019 por lo que deberemos avanzar rápidamente en la agenda pendiente de reformas para incrementar nuestra productividad y volver a crecer de forma sostenida a tasas de 2,5%-3% en el mediano plazo.

Soy Nicolás Cichevski, economista y columnista de El Observador. Hasta aquí esta nueva entrega de Rincón y Misiones, la newsletter exclusiva para suscriptores Member de El Observador para entender mejor la realidad económica y los temas que tocan nuestro bolsillo, y contar con mejor información para tomar decisionesMe podés escribir aquí por comentarios u sugerencias.

 

CONTENIDO EXCLUSIVO Member

Esta nota es exclusiva para suscriptores.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

¿Ya sos suscriptor?
iniciá sesión aquí

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

Registrate gratis y seguí navegando.