La inflación se ha transformado en un dolor de cabeza para una buena parte del mundo, incluso para aquellas economías desarrolladas —como los países europeos o EEUU— que llegaron a registrar tasas negativas en la evolución de sus precios internos hasta no hace mucho tiempo atrás. Sin embargo, las montañas de billetes que se inyectaron para sobrellevar el shock de la pandemia derivó en un problema complejo de gestionar, que se vio exacerbado por la explosiva valorización de alimentos básicos (como el trigo o el maíz) y la energía (gas y petróleo) a raíz de la guerra entre Ucrania y Rusia. Uruguay no es ajeno a ese contexto global y el plan antiinflacionario que ideó el gobierno para (intentar) cerrar con una inflación de 3,7% en 2024, “como en las grandes ligas”, comienza a diluirse. De eso te escribiré en esta nueva entrega de Rincón y Misiones.
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