Inés Guimaráens

Lo que un futuro con inteligencia artificial nos dice sobre cómo trabajar

La pregunta que se deben hacer todos es: ¿cómo deberían responder los empleados y la sociedad ante los robots inteligentes en el lugar de trabajo?

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15 de abril de 2021 a las 15:35

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Por Andrew Hill

Realmente me pregunto si vale la pena. Tú aferrándote de esta manera”.

“No estoy segura de entender. ¿A qué me estoy aferrando?”.

“A las victorias. A tu departamento legal. A todo este mundo laboral. Cada momento de tu vigilia está determinado por algún contrato que alguna vez firmaste”.

Este fragmento de diálogo proviene de la nueva novela de Kazuo Ishiguro, “Klara y el Sol”, la cual está ambientada en el EEUU del futuro. Los robots han reemplazado muchos empleos. Klara es una sofisticada “amiga artificial”, de esas que compran los padres para hacerles compañía a sus hijos.

El libro es una exploración del amor y de la empatía, y de las limitaciones y del potencial de las emociones humanas y de la inteligencia artificial (IA). Analizarlo como una descripción del futuro del trabajo es algo así como diseccionar “Casablanca” para obtener los puntos de vista de la película en cuanto a la vida nocturna de Marruecos en tiempos de guerra. (También debería disculparme de antemano por revelar cualquier giro en la trama).

Sin embargo, vale la pena reflexionar sobre las implicaciones de la historia de Ishiguro, quien recibió el Premio Nobel de Literatura 2017. Leer ficción es una forma en que los ejecutivos pueden obtener perspectiva. Tal como la novelista Emily St. John Mandel y yo lo discutimos el año pasado, la planificación de escenarios, tan fundamental para las compañías conforme se desarrolla la actual crisis, en parte depende de la imaginación.

“Klara y el Sol” sirve como un buen estímulo para pensar actualmente en el progreso de la IA en el lugar de trabajo y en cómo los trabajadores, y la sociedad, debieran responder.

Ishiguro sigue, en gran medida, la teoría de los expertos en IA conocidos como “conexionistas” que piensan que las computadoras se desarrollarán para poder aprender el comportamiento humano. En la novela, la automatización ya ha desplazado a muchos profesionales de alto nivel, incluyendo a Paul, un “experto ingeniero” y el primer orador en el intercambio anterior. Otros, como la abogada Chrissie, la exesposa de Paul, se aferran porque, como ella lo explica más tarde, su mundo y el de su hija colapsarían sin su trabajo.

En su libro A World Without Work (Un mundo sin trabajo), Daniel Susskind acuñó la frase “el supuesto de superioridad” para describir la creencia de que las personas seguirán siendo más capaces de llevar a cabo numerosas tareas. Esa suposición casi se ha desintegrado en el futuro imaginado de Ishiguro, pero actualmente está bajo presión. Incluso si las máquinas son simples seguidoras de reglas, pueden encargarse de tareas cada vez más complejas. Susskind ofrece tres categorías que pudieran resistir esta invasión: las tareas “que resultan imposibles de automatizar, otras que son posibles pero no rentables de automatizar, y otras que son posibles y rentables de automatizar pero que permanecen restringidas a los seres humanos debido a barreras regulatorias o culturales que las sociedades construyen a su alrededor”.

Paul y Chrissie representan dos maneras de reaccionar ante el avance de los robots, ninguna de las dos ideal. Paul declara que “las sustituciones” fueron “lo mejor que me ha pasado”, lo cual suena como un vano intento de alterar la realidad de un sinnúmero de involuntarios cambiadores de carrera. Él ya está viviendo en una comunidad armada de profesionales de élite igualmente desempleados.

Las opciones de Chrissie parecen ser similarmente limitadas conforme ella lucha por equilibrar su carga de trabajo y mantener el estatus, el estilo de vida y la salud de su familia, a medida que aumenta la desigualdad y los robots aprenden a ser más capaces y más inteligentes.

Sin el sentido de relevancia y satisfacción que brinda el trabajo, el futuro se ve sombrío. Susskind escribió que cuando la psicóloga Marie Jahoda estudió la respuesta de los trabajadores austriacos ante el cierre de una fábrica en la década de 1930, ella detectó una creciente apatía, una pérdida de dirección y antagonismo. Más recientemente, Amy Goldstein narró la vergüenza de los extrabajadores que repentinamente eran incapaces de mantener a sus familias en “Janesville: una historia estadounidense”, sus observaciones de una comunidad de Wisconsin después de que General Motors cerró su planta.

A pesar del sombrío trasfondo que Ishiguro ha descrito en su novela, él afirma que se siente “emocionado y cauteloso” en cuanto al ascenso de los robots. Ese parece ser el equilibrio adecuado. Sin embargo, mantenerlo requerirá una combinación de precaución y política de apoyo por parte del gobierno, de las instituciones educativas, de los reguladores y de las compañías, y preparación y perspectiva por parte de los trabajadores. Trazar un camino entre la aceptación de Paul del tiempo libre forzado y la resistencia de Chrissie será difícil. El confinamiento les ha recordado a muchas personas que, dada la opción, no es prudente permitir que cada momento de vigilia esté dominado “por algún contrato que alguna vez firmaste” hasta que sea demasiado tarde.

Los gerentes también deben desempeñar un papel en momentos de extrema incertidumbre. Ishiguro no les ofrece mucho consuelo. En el reciente evento digital FT Weekend Festival, él dijo que le preocupaba el falso consuelo de que a la gente se le mantendría “informada”, supervisando y trabajando con IA. De hecho, los humanos están tan atrás que será más como “tener algún tipo de vigilante nocturno retirado tratando de supervisar un estadio lleno de fanáticos del fútbol amotinados”.

Él ha incluido a una gerente en la novela. Sin embargo, ella reserva su empatía para los robots que está vendiendo. Y, al final, ella también se ha convertido en una persona sin trabajo y sin metas.

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