Los zombis tomaron el mundo

Los muertos vivientes han acaparado la cultura y el entretenimiento, pero su larga y cansina caminata se inició hace décadas

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28 de junio de 2013 a las 19:15

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Es el año de la invasión zombi. Tal vez aún no hayan llegado a la vida real las hordas de infectados que llegan para alimentarse de los seres humanos. Pero, al menos, ya se puede decir que tienen tomada la cultura pop.

Mirando al presente y hacia atrás unos meses, la invasión queda clara y se expande la sutileza de los ursurpadores de cuerpos de aquellas películas de terror estilo años 1980. El estreno de este fin de semana, Guerra mundial Z es solo la más reciente de una larga lista de películas que recurren al no-muerto como elemento para el horror.

El cine de estos últimos años está resignificando una tendencia de larga data, que puede encontrar como precedente a los libros de terror de principios del siglo XX pero que actualmente encuentra un caldo de cultivo en los videojuegos y los cómics.

A Guerra mundial Z, protagonizada por Brad Pitt, se le sumó a principios de este año la comedia Mi novio es un zombi, todo un cambio de registro en cuanto a los géneros en los que aparece este tipo de personajes. Y entre las posibles producciones de alto perfil se rumorea la realización de la comedia de acción Zombieland 2 y la delirante adaptación Pride and Prejudice and Zombies (“Orgullo, prejuicio y zombis”).

A estas realizaciones hollywoodenses se les suman otras producciones de menor tenor como Zombie Hunters –con la estrella de Machete, Danny Trejo– y dentro del género Z sobresalta Bath Salt Zombies, inspirada en el notorio caso de canibalismo causado por la ingesta de la droga conocida como sales de baño.

Pero el cine es solo una de las patas –tal vez la más visible y masiva– que mueve esta lucrativa invasión zombi.

The Walking Dead, serie que transmite en nuestro país el canal FOX, marca precedentes desde que comenzó al aire. Este año fue uno de los programas más exitosos, rompiendo su propio récord de rating. Su episodio final fue visto por 12.4 millones de personas solo en Estados Unidos, a pesar de ser transmitido el mismo día en que comenzó otra de las series más exitosas del año: Game of Thrones.

Mientras que The Walking Dead toma como referente la exitosa serie de cómics de 2003 del escritor norteamericano Robert Kirkman, Guerra mundial Z –que tuvo un merecido segundo lugar en la taquilla estadounidense en su primer fin de semana– se inspira libremente en un libro de mismo nombre.

Su creador es Max Brooks –hijo del hilarante director y guionista Mel Brooks–, celebrado por este libro y su antecesor: The Zombie Survival Guide. Ambos terminaron vendiendo más de 1 millón de copias e integraron la lista de bestsellers del New York Times.

Otra de las más importantes adaptaciones del género zombi es Resident Evil. Mientras que su saga de videojuegos es según el Libro Guinness una de las más vendidas, sus versiones cinematográficas conforman la franquicia más exitosa dentro de su género.

Los orígenes
Décadas antes de que a cualquier fanático de los zombis se le ocurriera caminar a paso cansino la avenida 18 de julio en las “caminatas zombis” de cada 1º de noviembre, los muertos vivientes eran el terror de la vida diaria de la sociedad haitiana.

El término zombi viene del creole zonbi, palabra para definir a un muerto que es devuelto a la vida gracias al vudú, perdiendo en el proceso toda conciencia. La leyenda dice que esos zonbis eran creados gracias a polvos mágicos elaborados por un chamán con el mero fin de ser utilizados como esclavos.

Este tipo de creación de zonbis fue estudiada en profundidad por Wade Davies, un etnobotanista de Harvard que en 1985 publicó el libro La serpiente y el arcoiris. Si bien no tuvo apoyo en la comunidad científica, sirvió de inspiración para la película de Wes Craven de igual nombre.

Sin embargo, el no-muerto llegó a la cultura ya a principios del siglo XX, pero entonces no se hablaba de zonbi ni de zombi: se hablaba de “muerto viviente”.

Desde HP Lovecraft se puede rastrear a este personaje del horror, a través de su serie de cuentos cortos inspirados en Frankestein, Herbert West, reanimador. Publicados en 1922, sus muertos eran revividos tras un experimento científico, carecían de raciocinio y tenían una especial inclinación hacia el asesinato.

Diez años después, Béla Lugosi interpretaría a un maestro vudú haitiano dedicado a transformar en muertos vivientes a quien le placiera en White Zombie, película dirigida por Victor Halperin.

Sin embargo, el término no se hizo masivo en la cultura popular hasta 1968, cuando el director George A Romero ideó la figura terrorífica que conocemos ahora en su serie de películas bajo el nombre Living Dead.

La primera de estas, Night of the Living Dead (La noche de los muertos vivos) sentó las bases para el resto de las realizaciones que tomaron al zombi como antagonista. Romero creó basicamente al muerto viviente que conocemos ahora: su andar errante y la falta de conciencia, su única fuente de alimentación basada en el hombre y su contagio a partir de una causa misteriosa, en este caso, un exceso de radiación en la atmósfera causada por la explosión de un satélite.

Ya en los últimos años, el zombi adquirió otras facetas. Desde el infectado con cualidades casi bestiales de películas como Exterminio o de la saga Resident Evil, al zombi como excusa para la comedia, como en Braindead del mismo Peter Jackson que ahora se dedica a adaptar las historias de JRR Tolkien; en la inglesa Shaun of the dead, y las ya nombradas Zombieland y Mi novio es un zombie.

No muerto, ¿no mensaje?
Con su segunda película, Dawn of the Dead de 1979, Romero dejó en evidencia segundas lecturas sobre el recurso del zombi.

En esta película se recogen dos tipos de interpretaciones sobre la figura del no-muerto: una crítica social, orientada por una parte hacia la discriminación y opresión racial, y, por otra, hacia la sociedad de consumo, que encuentra su epítome durante las escenas ambientadas en un shopping.

El investigador Stephen Harper de la Universidad de Glasgow en su trabajo Zombies, Malls, and the Consumerism Debate, describe a los no-muertos como el “lumpenproletariado”, responsable de iniciar un debate sobre el consumo. El shopping representa el campo de batalla donde no solo se enfrentarán los vivos contra los zombis, sino que también es el lugar ideal para cuestionar los valores del sistema capitalista.

Más recientemente, Sarah Juliet Lauro, de la Universidad de Clemson estudió en particular las “caminatas zombis”, y llegó a otras conclusiones: para ella, este tipo de eventos representan el hastío de la sociedad.

“Algunos lo pueden hacer para hacer visible su insatisfacción frente a un gobierno que no los escucha o ante un sistema económico que los transforma en consumidores sin conciencia; otros pueden hacerlo como ejercicio, para demostrar que una comunidad puede organizarse y participar en algo sin motivo comercial; muchos pueden no tener idea de por qué participan, pero tal vez se hacen los muertos para sentirse más vivos”, reflexionó Lauro para el sitio CNET.

Por su parte, Sandino Núñez, consultado por El Observador, encuentra en el simple afán de lucro la causa de esta invasión zombi al mundo del entretenimiento. “La industria cinematográfica tiende a funcionar en la lógica del gran beneficio con una inversión no riesgosa: franchising, secuelas, precuelas, multiplicación de los géneros, etc.”, afirmó.

En este sentido, según Núñez, ante la continua repetición, la estructura inicial del relato cambia. Y si al principio el antagonista –fuera zombi, vampiro, asesino– causaba miedo, angustia o extrañamiento, ahora, ante la superabundancia del producto, solo genera familiaridad y acostumbramiento. “El espesor metafórico de la figura cae ante el peso aplastante de la multiplicación trivial, que parece mucho más apta para coleccionistas o fans. La metáfora cae en la literalidad misma de lo real”, explicó.

Debido a ello, Nuñez no comparte estas ideas de los expertos estadounidenses del zombi como manifestación inconsciente de la crítica social. “Como casi todo en la cultura contemporánea de masas, el zombi no simboliza nada. Por eso, quizá, es que debemos forzarlo a simbolizar”, dijo el filósofo y conductor.

“Los zombis que se disfrazan de zombis son, efectivamente, zombis: grupos, puñados de partículas solitarias que componen la figura global de la ciega pulsión de la vida que arrasa todo a su paso, para calmar un apetito, obtener un placer o aliviar un dolor. No hay lenguaje, no hay pensamiento, no hay sujeto, no hay social. Una metáfora triste de la tristeza del mundo global contemporáneo”, concluyó.

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