Desde chica siempre estaba atrás de una pelota mientras crecía en Juanicó. A los seis años comenzó a entrenar en un equipo de baby fútbol de esa localidad de Canelones, pero le dijeron que el campeonato no lo podía comenzar por ser niña. Todavía no existía el fútbol femenino.
Entonces, un tío de ella fue a hablar con el técnico del club 19 de Abril de Las Piedras. Allí la probarían y, si jugaba bien, se podía sumar al equipo. Y así fue: desde los ocho a los doce jugó en el fútbol infantil con los varones. Los martes y jueves recorría los 22 kilómetros que había entre su hogar y el lugar de entrenamientos.
“Fue una experiencia re linda. No había mucha diferencia con los varones. Yo jugaba todo el tiempo con mis compañeros de escuela, no jugaba con las niñas”, dijo Viana a Referí en el Complejo de Alto Rendimiento (CAR) de Peñarol en Solymar, donde se prepara para entrenar con sus compañeras campeonas.
En el baby fútbol Viana era mimada por ser la única niña. Pero llegaron los 12 años y ya no podría jugar más en el fútbol infantil. Ella quería continuar practicando el deporte y en su familia evaluaron que, si podía ir a un grande, vaya. En ese momento Peñarol no tenía fútbol femenino.
“Yo quería jugar al fútbol y ser profesional. No tenía idea de lo que era el fútbol femenino. Venía de jugar con varones y pensé que podía ser profesional tranquilamente. Quería jugar, que me pagaran”, soñaba.
Pese a su fanatismo por Peñarol, en 2002 se sumó a Nacional. Pero allí se chocó con una realidad que no era la que esperaba porque, según pudo comprobar, el baby fútbol era más profesional que uno de los grandes del fútbol uruguayo.
“En Nacional me encontré con que no es profesional el fútbol, no me pagaban un viático. Fui por un convencimiento familiar de que era lo mejor, pero no había un avance en cuanto a fútbol, no era que yo iba a ser profesional por jugar en Nacional”, recordó.
Jugó apenas un año y medio allí y dejó el fútbol. Pero le quedaron deudas pendientes.
Sus amigas decían que tenía pasta para jugar, su madre le insistía; ella extrañaba el fútbol y le motivaba integrar la selección. Entonces, en 2007, decidió volver. Y al poco tiempo fue convocada para la sub 20 de Uruguay.
El fútbol distaba mucho de ser profesional. “Nosotras marcábamos la cancha, poníamos las redes. No sabíamos lo que era tener un técnico que tuviera el el carne, un profe. Si hoy es amateur y cuesta, en ese momento era mucho más amateur”, contó. Entrenaban en la fábrica Apex, en el Cerro de Montevideo. El técnico generalmente era el padre de alguna de las jugadoras.
La selección se asemejaba más al profesionalismo. Al menos entrenaban todos los días, pero solo durante dos meses. “En 2018 hicimos un amistoso con Paraguay. Ellas entrenan tres veces por día. Nosotras mirábamos sus rutinas y no lo podíamos creer. Nosotras entrenábamos una vez y después del laburo, del estudio”, comparó.
“Hoy por hoy lo vivo distinto porque ya sé que te ahogás el triple porque tengo experiencia; pero en el exterior tenemos un debe importante, porque ellas son profesionales, muchas vienen de otros lados a jugar y viven de eso”, dijo Viana.
Mientras en Estados Unidos las jugadoras luchan por la igualdad salarial, en Uruguay desearían tener un salario para poder vivir y competir a nivel internacional. De todas formas, ha mejorado en comparación a aquel 2007 cuando volvió al fútbol en Cerro.
“Estas botijas (por sus compañeras que escuchan la entrevista) no vivieron el marcar una cancha, poner una red, tener que comprarte tu propia camiseta porque el equipo no te lo da”, reflexionó.
Viana estuvo en Cerro hasta 2014 cuando pasó a Colón. Con ese equipo fue campeón y clasificó a la Copa Libertadores que se jugó en Colombia en el 2015. Al año siguiente se fue Peñarol.
Viana ahora juega de nueve, pero fue diez. En Cerro era más armadora y con llegada al gol. Pero en Peñarol la transformaron y ahora tiene que pelear un poco más por las pelotas.
Daniel Pérez, el entrenador de Peñarol, armó un proyecto para la vuelta del aurinegro al fútbol femenino y llamó a algunas de sus dirigidas en el equipo de la Villa. Viana no solo pensó en que iba a llegar al club que es hincha sino también que iba a poder usar la camiseta 10 de Peñarol. Esa que usó Bengoechea.
“Lo que se me puso en mente fue que el fútbol femenino podía crecer si los dos grandes grandes estaban arriba en la tabla”, recordó.
Peñarol no era fuerte en fútbol femenino. Se había incorporado en 2012, pero jugó un tiempo y abandonó hasta que llegó este proyecto encabezado por Pérez. En 2018 fueron a Libertadores de Manaos por ser los campeones de 2017 y en octubre viajarán a Ecuador para la edición de este año. En ninguna de las ediciones han podido clasificar a la siguiente fase y Viana entiende que es porque “falta un poco de físico”.
La rutina de Viana es agitada. Su día comienza a las siete de la mañana trabajando en una importadora de yeso y madera en Manga, cerca de Los Céspedes. Allí está hasta las cinco de la tarde cuando se va hasta el CAR para entrenar con Peñarol. Además, dos días en la semana y después del entrenamiento de fútbol once, entrena para el fútbol sala de Peñarol. Hasta las 10 de la noche no llega a su casa de Las Piedras, donde vive junto a su abuela y su hermano.
“Priorizo el fútbol once porque no soy jugadora neta de sala, arranqué el año pasado. Pero lo voy conjugando y si tengo que ceder un poquito cedo en sala que no soy jugadora de sala, me falta táctica”, dijo.
Viana terminó el liceo e intentó estudiar en facultad, pero no le sale. “No me concentro. Me quedo pensando en fútbol”. Estudió algunas materias de fisioterapia y partera, pero dejó en el primer año.
Viana tiene 29 años y lo que sí le gustaría estudiar es para ser entrenadora y dirigir en algún momento fútbol de varones o de mujeres. Pero antes de eso sueña con poder clasificar a la próxima fase en la Copa Libertadores y, en dos años, poder lograr el quinquenio con Peñarol. “Y ser la diez del quinquenio”, dice, como lo fue Bengoechea en 1997. Si lo logra, se retira del carbonero.
Mientras tanto las jugadoras entrenan en el lugar que Peñarol reserva para las formativas y para el fútbol femenino en Solymar. Allí, se preparan para el torneo Clausura, que, de ganarlo, les permitirá alcanzar el tercer campeonato consecutivo con Peñarol.
“Para nosotras es un lujo lo que nos están dando ahora, pero también el esfuerzo es el doble. Antes entrenábamos dos veces y ahora entrenamos cinco. Para lograr un lugar así (como el CAR) tenés que hacer muchos más kilómetros de los que hacías antes para ir a entrenar. Se mejoró muchísimo, pero también te ponen un peso de que entrenás mucho más. Laburás, entrenás. Se mejora, pero tenés que ir haciendo mucho más esfuerzo”.
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