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Macri, eufórico por los logros económicos y simbólicos que tuvo Argentina en el G20

El gobierno celebra el reconocimiento por su rol de coordinador, los acuerdos bilaterales y hasta el llanto de Macri en el teatro Colón, que lo reconcilia con su base de apoyo electoral
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04 de diciembre de 2018 a las 05:02

El “día después” del G20 encontró a Mauricio Macri con una doble sensación de alivio y euforia. Por un lado, no se cumplió ninguno de los pronósticos catastróficos sobre acontecimientos que podrían dañar la imagen argentina en el mundo. Y, por otro lado, el evento sirvió como reconciliación del gobierno con su base electoral.

Finalmente no hubo problemas con la seguridad, no se encontraron explosivos ocultos, no hubo amenazas, no hubo choques violentos en las manifestaciones de protesta, no hubo paros gremiales que obligaran a que el personal militar tuviera que tomar la operación de los aeropuertos.

Y, en el plano diplomático, el rol de Macri como coordinador del G20 terminó siendo elogiado por todos los presidentes. En la previa, parecía que esta reunión estaría signada por el desacuerdo general y que sería recordada con un dejo de frustración.

Sin embargo, hubo un documento final, en el cual se logró el compromiso de avance en varios temas, incluyendo algunos que impulsó Argentina, como el de la seguridad alimentaria y el de las políticas de igualdad de género.

Y hasta en los temas más espinosos, como el del comercio, la cosa salió relativamente bien. Es cierto que no hubo un gran avance en cuanto a la apertura, pero al menos se evitó un agravamiento en la guerra comercial entre Estados Unidos y China.

Macri tuvo ahí una situación incómoda de la cual pudo salir airoso. Después de su reunión a solas con Trump, la vocera del presidente estadounidense publicó un mensaje en Twitter, en el que decía que ambos habían coincidido en la necesidad de revertir las políticas comerciales “depredatorias” de China.

Eso dejaba a Macri muy mal parado, primero porque como presidente anfitrión no podía pronunciarse de esa forma contra una de las potencias invitadas. Y segundo porque Argentina depende en gran medida de la alianza con China para hacer obras públicas y para reforzar las reservas del Banco Central.

Así que enseguida la cancillería emitió un comunicado de desmentida, pero con la suficiente ambigüedad como para tampoco ser desconsiderado con Estados Unidos. Y luego, ante los periodistas, Macri dijo que él no sentía que tuviera que tomar partido entre las dos potencias, sino que quería cooperar con ambas.

Bilaterales con acuerdos de inversión

El otro gran motivo de satisfacción para Macri fue la cantidad de reuniones bilaterales con los líderes. Algunas tuvieron una importancia más bien simbólica, mientras que otras arrojaron resultados concretos en materia de inversiones, justo en el momento en que la alicaída economía argentina más lo precisa.

Entre las de contenido más bien político estuvo el encuentro con la primer ministro británica, Theresa May. Era la primera vez que se reunían en Argentina mandatarios de los dos países desde la guerra de Malvinas. El encuentro fue más bien protocolar y se habló de comercio pero no de las islas. De todas formas, constituyó todo un guiño diplomático, dado que durante la gestión de Cristina Kirchner las relaciones estaban en su punto más frío.

Con Trump, hubo reuniones de comitivas que analizaron comercio e inversiones, y se acordó avanzar en proyectos con un potencial de 25.000 millones de dólares. El centro de interés de los norteamericanos es la energía, en particular el yacimiento petrolífero y gasífero de Vaca Muerta.

Con el gobierno chino, después de un asado en la quinta de Olivos, se firmaron 30 acuerdos de cooperación, que incluyen el financiamiento de obras de infraestructura en trenes, minería y generación hidroeléctrica. Y, además, se refuerza la apertura del mercado chino para la agroindustria argentina.

También Macri estuvo cara a cara con el ruso Vladimir Putin, que reiteró su interés en financiar la construcción de una nueva central nuclear en Argentina.

Un llanto de alto valor político

Pero más allá de esos aspectos concretos que tienen que ver con lo diplomático y las inversiones, está la cuestión política interna. Y allí tal vez es donde más avanzó el gobierno, que por estas horas está de festejo.

Antes del G20, las encuestas decían que la gente estaba molesta, que no creía que el país tuviera mucho para ganar con el evento, que los porteños estaban irritados por las restricciones al tránsito y el transporte en la ciudad. Y, además, el antecedente de la violencia en el fútbol ponía una nota de duda sobre la capacidad del gobierno para garantizar la seguridad en un evento global de tal magnitud.

La cuestión es que todo transcurrió mucho mejor de lo que estaba previsto. Y los medios de comunicación reflejaron a un Macri en un rol de protagonista de la agenda global.

Fue algo que el propio presidente se encargó de remarcar en cada discurso y conferencia de prensa: el contraste entre el aislamiento internacional que tenía el país durante el kirchnerismo y la integración al mundo que se aprecia hoy.

El evento fue un recordatorio de lo que había sido el rol de Cristina Kirchner en las reuniones del G20: marcaba siempre una voz discordante, con discursos que criticaba la “economía de casino”, denunciaba a los “fondos buitre” y rechazaba al Fondo Monetario Internacional.

Macri, en cambio, aparece como alineado con la agenda de la integración global a nivel comercial, financiero y de definición de agendas.

El punto cúlmine de esa “vuelta al mundo” fue la velada en el teatro Colón, con el espectáculo artístico que mostraba manifestaciones de las músicas y danzas regionales argentinas. En una imagen que ya se considera un hito político, Macri se emocionó hasta el llanto, mientras el público coreaba el nombre de Argentina y los mandatarios extranjeros aplaudían.

Los analistas políticos creen que Macri ganó varios puntos de popularidad con ese llanto, que por un lado lo muestra en una faceta humana, y además marca la satisfacción del presidente por lo bien que había salido un evento de tamaña exigencia.

Algunos hasta creen que el G20 pueda ser utilizado como un verdadero relanzamiento de la gestión de Macri, dado que lo reconcilió con parte de su electorado que estaba desanimado por los problemas económicos.

El analista Jorge Asis observó con agudeza que el llanto de Macri en el Colón podía tener en el gobierno un efecto comparable al que tuvieron los festejos del Bicentenario para Cristina Kirchner.

“Con la húmeda emoción del final El Ángel Exterminador conmovió a su electorado hasta el exterminio. Desde el beso de la señora Juliana en el debate con Scioli que no se registra un hallazgo escenográfico de semejante magnitud. Felicitaciones”, escribió en su cuenta de Twitter.

Y el comentario da en el clavo: realmente Macri logró reconectar con su electorado en un plano emocional, algo que hasta ahora le había costado, y que hace recordar al tipo de conexión emocional que lograba Cristina Kirchner con su militancia cuando, con su vestido negro de luto, lloraba en los actos públicos.

“Lo que tienen que saber Urtubey, Massa, La Doctora y Manzur, es que el macrismo va a utilizar las postales del G 20 -con el llanto presidencial- para el relanzamiento. Similar al festejo del bicentenario que en su momento aireó al kirchnerismo”, agregó Asis, en una advertencia a los principales dirigentes del peronismo.

Los próximos días, entonces, estarán marcados por ese cambio de ánimo. El momento actual se emparenta con la euforia que vivía el macrismo el año pasado en el momento inmediatamente posterior a la victoria en las elecciones legislativas.

El desafío es que, al contrario de lo que ocurrió esa vez, ahora pueda lograr que la inyección de optimismo –y hasta de triunfalismo electoral- perdure en el tiempo y no se disipe ante la evidencia de la dura recesión.

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