Nicolás Tabárez

Nicolás Tabárez

Periodista de cultura y espectáculos

Espectáculos y Cultura > ESTA NOCHE EN LA TRASTIENDA

Marky Ramone: el heredero de una familia disfuncional con un legado gigante

El baterista tocará en Montevideo y antes de su show, repasa su camino con Ramones, su amor por el público sudamericano, y las razones por las que el cuarteto nunca se habría reunido de nuevo
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18 de noviembre de 2019 a las 09:45

Marc Bell se refiere a los Ramones como una familia disfuncional. Sus integrantes simulaban ser hermanos, y a lo largo de los kilómetros y escenarios compartidos se enemistaron y reconciliaron tantas veces que la comparación parece adecuada: un vocalista liberal, desprolijo y con trastorno obsesivo-compulsivo que confrontaba con un guitarrista conservador y disciplinado; un bajista bipolar y drogadicto; un baterista alcohólico que criticó al segundo bajista de la banda acusándolo de “racista”. Y así sucesivamente.

Claro que más allá de las peleas, la banda nacida en Queens, Nueva York, es, sin dudas, una de las más influyentes de la historia de la música pop, rock y punk. Quizás incluso sin darse cuenta, le dieron forma a la pata estadounidense del movimiento punk, crearon un estilo propio imitado y replicado hasta la náusea por todos los que vinieron después, y hasta convirtieron a su vestimenta y su logo en marcas registradas.

Fueron incluso, más populares a medida que pasaron los años que en sus primeros tiempos. Sus canciones subieron su cotización, y el éxito comercial que ya tenían se incrementó todavía más luego de la disolución y posterior muerte de sus miembros originales. Marc Bell es bastante consciente de eso, y de que son canciones que no pueden dejar de ser tocadas, porque él fue uno de esos hermanos. Fue – y es – Marky Ramone.

El baterista de 67 años, que además integró la banda Dust, fue parte de otro grupo pionero del punk como Richard Hell and the voidoids y hasta integró a los también míticos Misfits en los años 2000, no fue uno de los integrantes originales de Ramones, pero era parte del ambiente, y conocía a Joey, Johnny, Dee Dee y su antecesor, Tommy, que fue incluso el que propuso su nombre como reemplazo y el que le pasó algunos “piques” antes de su primer ensayo cuando decidió irse del grupo por el mal trato de sus compañeros. En 1978, apenas unas semanas antes de que el cuarteto entrara a grabar el disco Road to ruin, Bell se hizo Ramone.

Lo echaron en 1983, cuando su alcoholismo se convirtió en obstáculo. Pero cinco años después, sobrio (nunca volvió a beber) y recuperado, lo volvieron a buscar. Y se quedó hasta el final, en 1996. Por lo que no fue un miembro fundador, pero sí el baterista más longevo, y el que más se ha apegado al legado y al material de la banda luego de su final. Y Marky Ramone ha sido un visitante constante a Uruguay desde entonces, con esas mismas canciones. De hecho, esta noche tocará en La Trastienda (entradas en Abitab).

Lo de los Ramones y el público de estas tierras fue amor a primera visita. Desde que en 1987 vinieron a la región por primera vez se encontraron con un auditorio fervoroso y apasionado que le robó el corazón a los cuatro neoyorquinos. “Decir que Sudamérica era nuestra casa no es ningún insulto a nuestras raíces. Era así como nos sentíamos en aquel momento. ¿Cómo iba a ser de otra manera? Fuimos recibidos como conquistadores que regresan al hogar”, reflexiona Marky en su libro autobiográfico Mi vida en The Ramones, publicado en 2016.

Si bien la mayoría de sus presentaciones se concentró en Buenos Aires, San Pablo y Río de Janeiro, también pasaron dos veces por Chile y una por Montevideo, en 1994. Fue en el Palacio Peñarol, se escuchó espantoso – dicen los que fueron – pero histórico para los locatarios. Marky recuerda aquella primera visita, y la única con la banda que lo hizo célebre. Luego volvió periódicamente como solista, repasando su carrera tanto con músicos locales como con sus propios músicos, como es este caso. “Nos encantó cuando vinimos, y cuando digo ‘nos’ me refiero a mí y a los otros Ramones. Y volvimos a la región, y yo después seguí volviendo por eso mismo, por la forma en la que nos recibieron y el vínculo que se generó”, recuerda hoy Marky por teléfono desde Asunción, Paraguay, antes de retornar a Montevideo.

En el libro, Ramone dice que “La mejor explicación para nuestra popularidad al sur del ecuador era quizá la más sencilla. La juventud pasaba la mayor parte de su vida enfrentada a gobiernos de mierda, a trabajos de mierda y a un entorno de mierda. Un concierto de rock – cualquier buen concierto de rock – constituía una huida de la realidad tan breve como agradecida y enviaba un estruendoso mensaje a la autoridad. Una buena banda de rock era un puñado de antihéroes. Quizá, y solo quizá, los Ramones – con nuestras pintas callejeras, nuestras canciones ruidosas y ofensivas y nuestra presencia escénica libre de estupideces – fuéramos los perfectos antihéroes”.

Ahora elabora un poco más la idea: dice que la conexión tuvo que ver con la energía de la música, el contenido de las letras y hasta con que la banda tuviera un nombre de reminescencias latinas: Ramones.

Y también considera que los Ramones tienen un legado vivo, tanto en canciones a las que aún les nota vigencia, y también en el público (que al contrario que el de otras bandas veteranas, se renueva y se mantiene joven). “Yo sigo girando por el mundo porque esa es mi meta, mantener vivo el legado de los Ramones. El legado de esas grandes canciones. Por eso las sigo tocando”, asegura.

¿Piensa que si los miembros originales de la banda estuvieran vivos se habrían juntado de vuelta como pasó con otros grupos como Guns n’ Roses o incluso Sex Pistols?

Nosotros no creíamos en reuniones. Porque cuando una banda se separa, y después vuelve a reunirse a los veinte o a los veinticinco años, no es lo mismo. No son tan buenos como antes. La calidad que los fanáticos y el públicos recuerdan de esos viejos tiempos no se repite. Entonces cuando hacés una reunión de ese estilo, no vas a repetir lo que perdiste cuando decidiste separarte.

¿El punk vive todavía?

El punk vive. Está muy gentrificado, pero está vivo. La música de los Ramones nunca va a morir, pero el punk en sí creo que todavía está por ahí, hay algo para todos y todo tipo de música. 

El mundo cambió desde los años 1970 y 1980, pero ¿cree que los jóvenes siguen recurriendo a la música para gritarle al mundo lo que piensan que está mal?

Me gustaría ver más que los jóvenes usaran la música para decir lo que creen que está mal con el mundo. Tenemos internet, y eso ayuda un montón a lograr eso, pero la música es emoción, y decir tus ideas y propagarlas desde una computadora no lo es. Así que pienso que el elemento humano es lo más importante, es la mejor forma de expresión.  Mi deseo es que haya más bandas que tengan la actitud punk y canten sobre lo que pasa en el mundo. El punk es una gran forma de canalizar eso. Y ojalá se viera más. Porque nada cambia. Todo sigue igual, siempre hay guerra, siempre hay pobreza, siempre hay peleas entre rivales políticos. Eso pasaba en los 70 y los 80 y pasa hoy. Los temas se mantienen, entonces siempre vas a poder cantar sobre ellos. 

Tres canciones:
¿Una canción para cuando está enojado o triste?
Trato de no estar enojado o triste, pero Gimme some truth, de John Lennon.
¿Una canción para la carretera?
Rock and roll high school, de Ramones, me pone muy feliz.
¿Una canción para su funeral?
La primera que grabé con Joey, Johnny y Dee Dee, I wanna be sedated.

En marzo de este año, en la presentación de un documental sobre el punk, tuvo una discusión con John Lydon, Johnny Rotten de los Sex Pistols. Lo criticó y le dijo que su grupo tenía el discurso punk, pero que no reflejaban ese discurso en sus actos. ¿Lo sostiene?

Sí, creo que los únicos punk de verdad en Gran Bretaña en esos años eran los Clash. Los Sex Pistols eran una boy band armada por su mánager, Malcolm McLaren, para aprovechar el movimiento.

Vive en una ciudad ruidosa como Nueva York, y su carrera musical estuvo asociada desde el principio a música “ruidosa”. ¿En algún momento de su vida su mente le exige silencio?

Me encanta el ruido, y el ruido de Nueva York también. Es más, si no tengo ruido no puedo dormir. No necesito silencio. En la vida las cosas tienen que estar moviéndose y pasando. 

Los discos favoritos de su carrera
  • Hard Attack, con Dust (1972)
  • Blank Generation, con Richard Hell and the Voidoids (1977)
  • Road to ruin, con Ramones (1978)
  • Pleasant Dreams, con Ramones (1981)
  • Mondo Bizarro, con Ramones (1992)

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