El esfuerzo que Massa hizo el domingo para despegarse de Cristina fue inútil. Al contrario: sus dos respuestas sobre por qué no influirá en su gobierno, si gana, resultaron poco convincentes. Que dejará de ser vicepresidente y no ocupará un cargo público ya lo sabemos de memoria.
Pero también sabemos que:
Mención aparte, medalla y beso para Rodolfo Tailhade, el espía de Cristina Kirchner a quien la Justicia lo acaba de atrapar haciendo trabajos de inteligencia ilegal contra políticos, empresarios, y periodistas.
Por eso es muy fácil concluir que si Massa gana la presidencia Cristina Kirchner manejará una parte importante de los hilos del poder. Que, desde la perspectiva de la distribución de poder, Massa vendría a ser el Alberto de 2019, con distintas características personales pero las mismas limitaciones políticas.
Es más: porque son la misma alianza, pero con distinta máscara, Massa terminó el domingo convalidando el juicio político contra la Corte, cuyos fundamentos, como candidato a presidente, no podía desconocer.
De hecho, hay dos diputados de Massa que forman parte de la Comisión de Juicio Político y alientan la investigación contra el máximo tribunal. Se llaman Micaela Morán, Vanesa Massetani y Ramiro Gutiérrez. Incluso, a este último se lo menciona, de manera insistente, como futuro ministro de Justicia.
¿Y por qué decimos qué, aunque los esconda, es muy probable que impresentables como Roberto Baradel, Hugo y Pablo Moyano, Juan Grabois y Emilio Pérsico, y los intendentes del conurbano que ya con casi eternos, como Fernando Espinoza, van a encaramarse en las estructuras de poder? Porque el domingo Massa no pudo dar ni un solo nombre ni un solo apellido de un ministro que nos hiciera suponer lo contrario.
Porque los nombres y apellidos que mencionó, como los de Emilio Monzó y Miguel Angel Pichetto, fueron más con la intención de dañar a Patricia Bullrich, Mauricio Macri y Juan Schiaretti, que de mostrarnos con quiénes va a gobernar.
Más para esconder, que para reconocer que su proyecto no es para cambiar nada, sino para que todo sigue igual.
Igual, o mucho peor que ahora.
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