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Me gustaría ser presidente

Algunas candidaturas que aparecieron en el último tiempo no se dan por casualidad
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30 de enero de 2019 a las 05:03

Donald Trump es, sin duda, una excepción. Personas a quienes un buen día se les ocurre postularse a la presidencia de un país sin haber tenido experiencia política previa, por lo general fallan en sus intentos. Aun cuando esta regla se cumpla, es interesante preguntarse qué impacto podrían llegar a tener las candidaturas de Ernesto Talvi y de Juan Sartori en las próximas elecciones en Uruguay. 

No es sorprendente que sus candidaturas se presenten en este momento dada la situación política que se vive en el país. El poder desgasta y, tras tres períodos en el gobierno, es lógico que se palpe un desencanto con respecto al FA. Por otro lado, las opciones que presentan los distintos sectores de la oposición no generan mayor entusiasmo.

Pablo Mieres y su Partido Independiente parecen haber alcanzado un nivel electoral que difícilmente lograrán superar en forma significativa. Edgardo Novick obtuvo una votación respetable como candidato del Partido de la Concertación en las elecciones municipales de Montevideo en el 2015. Sin embargo, su siguiente esfuerzo a través del Partido de la Gente no ha logrado despegar. No ayudó mucho su causa con la invitación a Rudy Giuliani, cuyas últimas apariciones en los medios de Estados Unidos como abogado defensor de Trump han lindado en lo ridículo. 

En el PC, la posible candidatura de Julio María Sanguinetti tiene el objetivo muy loable de tratar de cristalizar algún tipo de alianza con el PN. Dada su trayectoria, Sanguinetti es posiblemente el único líder político con la estatura suficiente como para sacarla adelante. Al mismo tiempo la simple mención de su candidatura resalta la carencia de otros candidatos viables dentro de los marcos internos del partido.
Las opciones obvias dentro del PN han comenzado a desgastarse. Jorge Larrañaga, luego de ganar la interna y ser nominado candidato a la presidencia en el 2004, debió conformarse con la candidatura a vicepresidente en el 2009 y en el 2014. El peso electoral de Luis Alberto Lacalle Pou que, contrariamente a Larrañaga no ha ocupado cargos ejecutivos, se ha ido diluyendo y corre el riesgo de que se le empiece a catalogar como un perenne legislador. No es sorprendente entonces que otros referentes dentro del propio partido, como ser Verónica Alonso y Enrique Antía, estén explorando sus posibles candidaturas.

Dada esta situación en los partidos tradicionales, las propuestas de Talvi y Sartori usándolos como plataformas electorales resultan inteligentemente oportunistas. Sin duda, comparadas con las de Mieres y de Novick que solo llevan a fragmentar aun más una ya fragmentada oposición.

Aun cuando ni Talvi ni Sartori logren su objetivo de llegar a la Presidencia, es posible que agreguen votos a los partidos tradicionales. Esto puede ser suficiente para negarle un cuarto período de gobierno al FA. 

Como es natural durante quince años en el gobierno, el FA cometió errores. Estos errores, sin embargo, fueron más que superados por una hábil y efectiva gestión que les permitió alcanzar importantes avances en áreas, como ser la salud, los niveles de pobreza y el desarrollo de energías renovables, manteniendo, al mismo tiempo, las condiciones para que el país continuara creciendo. Sus bajos niveles de corrupción son comparables a países del primer mundo. Estos logros son reconocidos, entre otros, por el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, las agencias calificadoras de deuda y Transparencia Internacional.

Por estas razones, un sector importante del electorado seguirá apoyando al FA. Ahora bien, como señaló recientemente el expresidente José Mujica, perder una elección no es el fin del mundo. Después de todo, también se puede ejercer una influencia positiva desde la oposición y la alternancia en el poder es una necesidad vital para toda democracia. Es importante recordar que si se mira el período a partir de la dictadura militar, también tuvimos durante ese período gobiernos blancos y colorados. Si bien es cierto que ni el PN ni el PC mostraron una vocación por la inclusión social comparable a la del FA, ambos partidos gobernaron al país con dignidad, profesionalismo y responsabilidad.    

Tanto Sartori como Talvi deben entender perfectamente que sus respectivas posibilidades de ser electos presidente en estas próximas elecciones son remotas. Seguramente ambos tienen un plan B.  Sartori en cierta forma lo menciona en una entrevista en Búsqueda al decir que, si eso fuese útil para el país, estaría dispuesto a trabajar dentro del PN desde el Senado. El mensaje implícito es que para el 2024 espera llegar mejor posicionado para ganar la interna blanca que en el 2019 .

La ejemplar gestión de Danilo Astori como conductor de la política económica del país se debe, en parte, a que pudo combinar su conocimiento técnico con el peso gubernamental que le dio ser el líder de unos de los sectores importantes del FA. Basado en este modelo, establecerse como el Astori de la oposición puede ser el plan B de Talvi –una meta casi tan ambiciosa como la de llegar a la Presidencia de la República–.    

 

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